Junio 15 de 2017
23:50
Una copa de vino me habla de tus besos. De momentos a solas, intercambiando sentimientos, gustando el amor. En el cristal, los ecos de tu voz y esos gestos tuyos que me resultan tan irresistibles. Me pierdo en el silencio de la noche, un silencio lánguido y frío con su amargo sabor a distancia. Distancia de tu cuello, de tu boca que adoro, de tus ojos inquiriéndome, de tu piel que me suaviza.
Vino rojo. El rojo de la sangre que dejaste, la humedad de tu boca en la mía y la alucinación de tu vientre. En la lentitud de las ondas desaparece el miedo y se me antoja correr a buscarte, aunque no encuentre más que recuerdos dormidos. Y ahora sé que no hallaré un lugar donde no aparezca la memoria de tus pasos, los ecos de tu voz y esa suavidad que amo en tus labios. Más aún, no encontraré un espacio en el que quiera estar sin tu amor estremeciéndome y tu intimidad corriendo por mis venas. No hay lugar para escapar. Y no puedo, ni quiero.
No quiero café para estar despierto. Prefiero vino para adormecer la razón y exacerbar los sentidos, para sentir que me amas, que has estado conmigo. Y es que de muchos modos, es lo que más deseo en cada poro de mi piel, porque me dejaste la copa impregnada de gotas de tu néctar. Porque llegaste y lo cambiaste todo, de modo que me pierdo si tu nombre no aparece al quedarme dormido. Te quiero y es todo lo que podrías indagar si te encuentras conmigo, porque no tendría más que contarte. Sólo dejaría hablar a mi corazón en sus latidos, a mis labios en sus temblores, a mis manos que te extrañan, a mi piel sedienta de ti.
No es soledad, es tu recuerdo rojo, es la dulzura de tu vientre, es la marca que dejaste. Eres tú y todo el amor del que eres capaz y que me tiene doblegado. Eres tú, perdida largos años y recobrada en cinco noches. Eres tú, en esta copa que probó tus labios. En este espacio silencioso que te llama a gritos: Liliana, Liliana.
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