Junio 5
11:30
El tiempo generalmente ha sido un adversario y un caballero. Lo comprendí desde la primera vez que tuve en la punta de la lengua un "te quiero" para Liliana, claramente definido, el cual no vio la luz de una tarde de Enero, porque los segundos se la llevaron lentamente de mi lado. Miraba al cielo picado de nubes que se desplazaban inexorablemente, como los minutos con ella. Cuando eran horas, la agonía era más intensa. Sentía tenerla por unos instantes y de repente ella se había ido. El tiempo de la fiesta terminaba, el de la alegría de volver a verla, el de la esperanza.
Años más tarde, meditaba en la necedad de haber aplazado para otro día, como si uno pudiera comprar la vida, como si nos la guardaran por encargo y medidas al gusto. Por aquellas decisiones mal tomadas, las horas dilapidadas se convirtieron en décadas. Y las alegrías ansiadas se trastornaron cruelmente en angustias y soledades, que, irónicamente, parecían no tener fin. La voluntad de poder del tiempo, cumplía caballerosamente su empeño.
Es por eso que quizás en nuestro primer reencuentro, tracé un pequeño itinerario. Lo escribí todo para no volver a perderla; para que cada segundo valioso en su compañía no me enrostrara los sufrimientos futuros. Me propuse besarla ese mismo día o hacerle saber que la amaba por encima de todo lo que hubiera entre ella y yo. Desde entonces, cumplo una secreta promesa de vivir cada segundo junto a ella, como si no hubiera otro espacio para lo que hemos de vivir, lo cual es dramáticamente verídico.
El tiempo generalmente ha sido un un caballero y un adversario. Él, con sus pupilas perspicaces, me avisa que va a pasar la página. Lo paradójico es que cuando eso ocurre, es porque por un artificio de la mente y el corazón, el tiempo se había marchado. Cuando Liliana está cerca, el tiempo no aparece, no se nombra, no está. Siempre ocurrió y fue la causa de mi sufrimiento. Cuando Liliana y yo nos besamos, específicamente, cuando estamos unidos íntima e intensamente, el tiempo se ha detenido. Él me hizo un favor al no atormentarme por la vida que se desliza, aún siendo felices los dos. Y aún me cuesta saber agradecer suficientemente ese gesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por regalarme tu tiempo y permitirme compartir estas líneas. Deja tus comentarios con el corazón, tal como yo he regado estas cartas.