Junio 3 de 2017
13:10
Yo diría que nuestras miradas son cálidas y amenas. Nos miramos a los ojos, con tranquilidad... Quizás porque nos conocemos de niños, tal vez porque lo que encontramos nos parece familiar.
A partir de tus ojos inicio un recorrido por tus gestos y tu boca, diría que podría quedarme horas mirando fijamente tu rostro. Frecuentemente mis ojos bajan hasta tu cuello y tus senos y la forma como tus emociones se reflejan en tu postura.
Cuando me miras, como en la primera nueva tarde de Febrero, siento a menudo el impacto de tu visión atravesándome. Hoy, casi indefectiblemente, mirarnos de cerca suele terminar en un beso, por eso me estremecía aquella mirada escaneándome. En el fondo, tu mirada me hace sentir en mi casa e intuyo que conoces mi verdad antes que te la cuente.
Disimuladamente, mis ojos suelen reconocer tu cuerpo, su finura en como caminas, como luces y como estás vestida. Es una extraña fijación esta de quedarme mirándote y disfrutar cómo esa mirada dulce que tienes, me abriga el alma.
Una pregunta a veces inquietante y reiterada, es cómo nos miraríamos en frente de quienes nos conocen, pues nos hemos ido acostumbrando al diálogo de nuestros ojos. Parece un hecho que en cuestiones de sentimientos, los ojos no saben guardar secretos.
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