Junio 23 de 2017
9:32
Las horas que pasaron se vuelven a contar. Y nos cuentan ellas mismas los ecos de nuestra risa y los susurros al oído. Ha pasado el tiempo, pero sigue repitiéndose cada instante en mis sentidos, como una bendición perenne que me recuerda lo dichoso que soy porque estás conmigo.
Hoy no estás, pero estás. Es mi tragedia y mi regocijo. Es la locura que conoces y compartes cuando nos acercamos como dos mariposas errantes, que posan en la misma flor para despedirse luego. Es la ternura, la pasión y la complicidad de nuestros besos, de las palabras que decimos.
Los recuerdos se quedan como siluetas intangibles de momentos plenos, como trozos de vida que le arrancamos al pasado, aferrados a los rincones donde estuvimos y fuimos felices. No estás, pero se quedó tu sonrisa, junto a los dejos de tu mirada y tu mano en mi costado.
Esta mañana, inundada de agitaciones y desbordamientos de memorias, se guardan en nuestro secreto las horas que vivimos, custodiadas por palabras y canciones. Tú estabas conmigo y yo estaba en ti. Me abrazabas como una brisa tibia. Me embriagabas de ti en cada beso, con tu lengua jugueteando y la suavidad de tus senos.
Hoy amanecí con el rumor de la canción en mi oído. Estabas ahí recostada a mi lado y sentía latir el misterio de tus ojos negros, envuelto en perfumes de tu piel clara, con trazos de tus cabellos rojizos. Todos los colores, todos los sabores, todos los aromas, todos los sonidos y las texturas. Te quedas para siempre. Te quedas en el aire. Te quedas en mi vida y no podré olvidarte.
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