miércoles, 30 de diciembre de 2020

El sí de tu boca

Diciembre 0 de 2020
7:27 


El sí de tu boca
ventana que abres 
para asomarme a mirarte
tras la languidez del día
aguardándote en silencio.
Como un pase de abordar
para sobrevolar tus costas
hacer aproximaciones a tus montañas
y aterrizar en tu selva húmeda.

El sí de tu boca
se convierte en música festiva
en la entrada al teatro
donde te interpretas a ti misma
y no quisiera parpadear
para no dejar de divisarte
en primera fila
hasta donde me llega
el amén de tu mirada.

El sí de tu boca
sabe a éxtasis anticipado
a vino ansioso por salir de la botella
a misterio que desea a ser resuelto
a mermelada dulce de frutas de tu cuerpo;
huele a nubes de jazmín en tu piel desnuda
ancladas a mi memoria selectiva
para despertarme a tu sueño
donde te amo,
sin prisa, sin pausa.



Itinerario de tus estaciones

Diciembre 30 de 2020
7:10 


Tú desde la primera mirada
cuando me descubriste el alma
desde el primer tibio contacto de tus dedos,
desde la primera canción
y las que vinieron luego.

Tú, desde el primer beso...

Tú, cuando éramos primavera
y desde entonces, sentado,
contemplando todas tus estaciones
o recostado a tu vera
saciado de tus frutos.

Tú, desde el primer abrazo de navidad
hasta el último
en la anónima penumbra
de una habitación donde nos fugarnos juntos
para darnos a beber el amor en copas
para recuperar el tiempo perdido
en dulces cuotas de horas.

Tú, desde la primera sonrisa,
sincera, como tus brazos abiertos,
invitándome a tomar café
en la sala de tu alma
y en la biblioteca de tus pensamientos.

Tú, desde siempre y hasta siempre,
como un tiempo celestial
recitado en versos con las letras de tu nombre,
desde cuando me fascinaste
con tus maneras de mujer
y tus designios de diosa.

Tú, desde el primer beso...

Tú, desde cuando indagué tus misterios
desde la noche que descubrí tus senos
desde la noche que nos dijimos adiós
desde la tarde que dijiste hasta luego
desde la mañana de tu espalda desnuda
secuestrada de la monotonía.

Tú, desde los dedos de tus pies,
desde la zanja húmeda de tu sexo
desde el sí de tu boca
como si recorriera tu geografía
con el pasaporte de tu sonrisa
sin otro destino que encontrarme con tus ojos
y contarte que también he sufrido sin verte.

Tú, desde el primer beso...,
desde la última canción que bailamos 
desde las lágrimas
por los dolores del alma
y por los adioses inevitables 

Tú, desde las fantasías de nuestros mil viajes
peregrinos de tierras lejanas
tomados de la mano en las playas de cualquier mar
donde no nos conoce nadie
y nuestras historias están dispersas en la arena
para descansar de tantas distancias
y de tantos silencios.

Tú, desde la primera tarde,
en que hicimos el amor
entre músicas de placer y de asombro
burlándonos de los años que signaron ausencias;
y desde la última tarde
componiendo cantos de orgasmos
y promesas de volver a hacerlo.

Tú, siempre tú,
desde los secretos que sabes de memoria
desde que me acostumbré a pensarte
imaginando modos de recordarte
y diseñando estrategias para robarte un beso.

Tú, desde la complicidad de estos versos,
impregnados de tu perfume
desde donde me asomo a llamarte
por si acaso pasaras frente a mi casa de letras
y te sentaras a escucharme...
Y una vez persuadida,
te quedaras.



viernes, 25 de diciembre de 2020

Sonrisa de tus ojos

Diciembre 25 de 2020
19:47

En la simpatía de tu mirada
con colores de complicidad
mientras te acaricio tan íntimamente
mientras te hago sonreír
antes de besarte.
Como si hubiéramos vivido antes
y construido un lenguaje entre ambos
palabras de silencios
frases de miradas
y párrafos de sonrisas,
que intento expresar
en estas líneas...
¡Cuánto anhelo que regreses!
para seguir creyendo
que es patente que me quieres
para ganarle esta partida al destino
con una jugada de tus dedos
escrita en tus brazos abiertos
descifrada en la sonrisa de tus ojos.



Inmediatamente

Diciembre 25 de 2020
19:34


«Inmediatamente»
es la palabra precisa
para esta urgencia de reencuentro
que hierve en mi sangre
por volver a verte.
Como la necesidad de respirar,
es la ansiedad de tomarnos,
es la de gustar tus labios,
tu sexo y la tersura de tus senos,
es la de sentir tu voz en mi oído
y la seda de tus manos 
algo como una caricia del destino
en el «todo junto»
de hacernos el amor.


 

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Tus estados, como el agua

Diciembre 23 de 2020
23:26 

A veces descubro la canción en tu boca
y resuenas en mis pensamientos
como si te hicieras aromas y piel
con la magia de la música.

Otras veces presiento tu llanto
cuando la sombra del dolor enfría tu alma
como si presa de la tristeza, callaras, 
y sólo tus suspiros de nostalgia te delataran.

Un día, llega la primavera en tus manos
y se abren como puertas al asombro
brillas con tus galas y es lindo cuando pasas
caminos de pétalos para seguir tu aroma.

Una noche, aparece el invierno en tu frente
con matices de un azul pálido 
debilitándote la voz y encorvándote tu espalda
y te envuelves en tus alas como mariposa nocturna.

Tienes tus cantos de almíbar y tus silencios oscuros
a veces eres abrazo y otras necesitas ser abrazada
cómo quisiera una semana para contemplar tus estados
o un año entero de lunas para descubrirte.


Tus recuerdos

Diciembre 23 de 2020
23:06


Sabes a mujer en tus besos
tienes la impronta de la locura en la mirada
hueles a dulzura de frutas entre tus senos
y sabes a néctar de mares en tu sexo

¡Qué más da perder o ganar
si es entre tus brazos!
La vida es una rueda en la que vuelvo a verte
como una canción que quiero escuchar otra vez.

Ha de ser lindo ver cómo te vistes para la fiesta
no puedo verte, es verdad,
mas es delirante ver cómo te desvistes,
o lo hago yo, para empezar de nuevo.

Eres brisa cálida que acaricia mi mejilla
tus recuerdos saben a vino y aguardiente
que curan con gentileza mis heridas
y me hacen tuyo cuando te pienso en la noche.




viernes, 18 de diciembre de 2020

Eres

Diciembre 18 de 2020
10:30


Miras y sonríes
respiras en este caos de ansias;
caminas y eres como luz 
abriéndose paso entre las montañas;
destilas fragancias y misterios;
eres la musa de todas las canciones
que hablan de amores felices
a veces distraída,
a veces temerosa,
a veces simple,
a veces mar de risas,
a veces duda,
a veces tormenta,
pero siempre tú.

Desde mi orilla,
te diviso,
con asombro y encanto
tengo para ti
amor en la boca
pasión en las manos
y poesía en el pecho,
desde cuando te vi,
la última tarde
la última noche
la última caricia,
y el primer día
y el primer momento
y el primer «hola».






miércoles, 16 de diciembre de 2020

Te vi en la tarde

Diciembre 16 de 2020
14:07



Te vi en la tarde
y presentí que ese era mi lugar
donde pisaban tus pies
cuando me mirabas.
Me embargaban los suspiros
desde antes de mirarte,
después de besarte y decir adiós,
te marchas y regresa la lluvia
¡Cuánto quiero que me alumbre tu sol!
Quisiera dormir,
mientras no estás,
y que me avises en sueños,
que ya has regresado
pues mi vida se cuenta en los días
y en las horas que vivo a tu lado.



Tus secretos

Diciembre 16 de 2020
13:31


Qué sabe, quien te mira,
del volcán que tiembla en tu pecho
de tu manera dulce de entregarte
de los poemas de tus besos
como gotas de paraíso en tus labios.

Misterios de mujer para develar
en tu mirada de azúcar
en las pausas de tus éxtasis
en tu cintura que hace música
como para soñar y soñar.

Y quién se encuentre contigo
que no intente conocer
todo lo que yo he visto y probado
una historia de amor en tu mirada
y un jardín de almíbar entre tus muslos.




 

Hacer el amor en diciembre

Diciembre 16 de 2020
12:34


Hacer el amor en diciembre
es apagar la luz
y encender las luces
que nos arden por dentro...
Es amarte y no pensar en enero
imaginar que no acaba un año
sino que comienza otra historia
para contar



Me gusta

Diciembre 16 de 2020
9:49


Me gusta la lluvia de tus ansias y cuando abro la flor de tu cuerpo
como saben las frutas de tus ramas
y la fiesta que hacemos al encontrarnos.

Me gusta cuando me miras
y me cuentas tus sueños como pétalos
desgajados en los espejos de los míos
donde tu llanto sabe a gotas de mar.

Tienes esa extraña manera de sincerarte
dejando huellas de tus pies descalzos
en la arena de mi piel desnuda
¡Nunca mi playa ha sido la misma!

Vuelve a escucharse la música escondida
brota en rumores desde las grietas de la tierra
entre aromas de flores y de tu sexo húmedo
y sé, entonces, que nada es más dulce que tenerte.



martes, 15 de diciembre de 2020

Capítulo 1- Parte 7: Amor contrariado o el reto de estar a solas

Diciembre 15 de 2020
1:52

Gabriel García Márquez escribió que la fuerza invencible que ha impulsado al mundo no son los amores felices sino los contrariados. Es algo muy propio de lo humano, incluso el amor, la lucha inquebrantable contra la contingencia, contra la frecuente imposibilidad práctica de superar lo irremediable, las equivocaciones y la muerte. ¿Cuántas cosas en la historia se han dicho o realizado bajo el influjo del amor? 

Como experiencia personal, uno de los grandes obstáculos que hizo de mi amor con Liliana algo perteneciente al bando de los contrariados era no lograr estar suficientemente a solas con ella. Por cada minuto de estar juntos y aislados para conversar, debía esperar largas horas en compañía de amigos y relacionados. Esta situación no parecía suponer un problema para ella, pues al comienzo no estaba al tanto de mis sentimientos; y posteriormente, ya sabiéndolo, se desenvolvía con tal naturalidad que tal vez no creía necesario tener más privacidad de la que disponíamos. Era, digamos, algo normal que eso sucediera, teniendo en cuenta nuestra edad y las limitaciones de una situación de por sí compleja, pues ya era un amor imposible mucho antes de que alzara vuelo. Por lo tanto, gozar de algunos privilegios como la completa soledad para compartir tiempo y algo de intimidad, era un lujo a veces inconcebible. No obstante, era precisamente en esos instantes donde me sentía más a gusto con ella, disfrutando a tal punto su compañía, que podía esperar semanas y hasta meses aguardando la siguiente oportunidad. 

Estas instancias, aisladas aunque significativas, fueron desde el comienzo la característica primordial de nuestro cariño. Es decir, sucedía algo importante, pero luego venían días y semanas de distancias y silencios, agravados por la extrañeza que nos causaba la presencia de personas a nuestro alrededor que generalmente ignoraban lo que ocurría entre Liliana y yo; o peor aún, sabiéndolo, se mofaban de ello. Por otro lado, al ser una época de tantas incertidumbres, la juventud implicaba la vacilación constante respecto a estudiar, trabajar y desarrollar apegos. No era fácil dar pasos firmes, ni siquiera para alguien que dispusiera de la claridad suficiente respecto al futuro. Y en muchos sentidos, no estábamos listos para tomar decisiones sentimentales a largo plazo, aunque considero que ella estaba mejor estructurada al respecto, pues poseía ya una gran inteligencia emocional, algo que admiré tanto o más que su belleza física. 

Adicionalmente, está el asunto de nuestras relaciones sentimentales aceptadas por los demás, tema espinoso y complicado. Siendo el nuestro un amor impedido por situaciones ajenas a nuestra voluntad, lo manteníamos en secreto. Luego aparecíamos en público con "alguien especial". En el caso de ella, dada su gran predisposición a la estabilidad y su alma noble, estas relaciones duraban meses y años, en tanto que las mías eran todo lo contrario. La explicación de lo que sucedía por mi lado sería que anhelaba ardientemente tener a Liliana, y en vista de las grandes dificultades de aparecer como novios, intentaba erráticamente hallar supletorios que pudieran distraer un poco mi obsesión por ella. No niego que intenté el amor en otras sendas. Pero, al ser por completo insuficientes, terminaban muy pronto, incluso antes de empezar. De hecho, sentía que en todas las situaciones de involucrarme con otra mujer, sólo podía llegar hasta un cierto punto de entregar mi cariño y mi compromiso. Después de ello, a pesar de las reclamaciones de mi compañía de ocasión, simplemente me retiraba, me alejaba. En esa estela de caprichos hice mucho daño, pero no prestaba demasiada atención a ello en vista de mi codiciado tesoro: ver a quien era la razón de mis desvelos y ansias más íntimas, aunque el poder estar a solas con ella fuera también un deseo sin cumplirse del todo.    

¿Cómo, entonces, se conjugaron las adversidades con el propósito paulatino de querernos dentro de unas circunstancias tan confusas? ¿Cómo llegamos a disfrutar de momentos de preciosa intimidad, de manera que hice de ellos fuentes de inspiración durante décadas de amarla en silencio y a la distancia? Y lo más importante ¿Qué sentía ella de todo eso, tan habituada como estaba a relaciones estables y mejor amoldadas a las expectativas de nuestros mayores y conocidos?  ¿Pudo ocurrir, de parte de ella, que dichas situaciones abrieran espacio para considerar alguna posibilidad de dar un paso en firme conmigo? Todas las respuestas a estas preguntas están veladas por algo de misterio, aunque haya razones en la superficie que parecen válidas hoy. Pero los asuntos del amor no se basan generalmente en lo razonable, sino que optan por los laberintos de lo inexplicable. Debo expresar que siempre hubo un tinte de simulación y dulce perversidad en el hecho de estar sosteniendo un romance a escondidas. Pero, en nuestro favor, también declaro que nos unía un amor marcado por la sinceridad y la ternura. 

Alguna vez, en circunstancias bien distintas y posteriores en el tiempo, con mucha vacilación y temor, estando a solas mientras yo conducía, le pregunté a ella si en la época de nuestra juventud me había querido de veras. Lo hice basado en una duda que me devoraba durante años: me resultaba inverosímil que ella hubiera dispuesto apenas su tiempo y una vana actitud, en un romance para ella sin sentido, por el puro ánimo de jugar. Nunca la creí capaz de algo semejante, pues la conocía de años y sabía de su inclinación por la bondad y la rectitud. No obstante, por los mismos motivos, me taladraba el corazón considerar por qué no me había dado una genuina oportunidad de emprender algo serio a su lado, aunque como lo explicaré a continuación soy el gran responsable del desastre que llegaría. El hecho fue que, abriéndome su corazón en circunstancias que ya no daban para hablar sobre lo sucedido, ella afirmó que sí me había querido, pero se sentía culpable y aprovechó para pedirme que la perdonara. Su respuesta, más de lo que quizás supuso en ese momento, me concedió una paz difícil de describir, aunque fuera tarde. El motivo es que era importante para mí saber que Liliana sí me había querido; si las circunstancias que rodearon los encuentros íntimos de nuestra juventud estaban verdaderamente matizadas por el amor. Un amor que yo jamás había sentido ni sentiría por otra mujer en mi vida y que también ella había experimentado, a su modo, como mujer, desde su corazón.

Ahora, debo hablar de lo que concibo como la raíz de mi gran fracaso del pasado. Algo estrechamente relacionado con la necesidad fallida de cercanía e intimidad con Liliana. En primer lugar, yo lo definiría lacónicamente como error de cálculo, apresuramiento, no permitir ser... ¿Cómo dejar correr las ansias largamente acumuladas con pausa y donaire? No supe hacerlo y esa fue mi tragedia personal. Siete años de espera por estar con ella, en el marco de una relación que prometía formalizarse, pero que se fue al traste en una semana y me costó más de veinte años de solitario sufrimiento. No son sólo números, pues suman una vida, la misma que continuó la tarde que volvimos a empezar. Pero debo ir al punto, aunque parezca tortuoso hacerlo. Habían transcurrido siete años desde cuando me enamoré de Liliana. Como insinué en otra ocasión, nuestra primera experiencia de intimidad había sido furtiva, anónima; la cercanía de su sexo fue apresurada y tímida; fue como robarme un misterio y atesorarlo toda la vida. El enamoramiento también había sido raudo, de repente sentía que disfrutaba excepcionalmente de bailar con ella, tenerla muy próxima, su cintura, su aroma, su cabello, sus senos. Las mismas experiencias se repitieron varias veces, en el contexto de las dificultades que acabo de describir más arriba. Todo ello, yuxtapuesto a la existencia de relaciones sentimentales paralelas de parte y parte. 

En segundo lugar, yo hablaría de la ocurrencia de una paradoja. Repentinamente, después de ires y venires, al fin parecía llegar el desenlace esperado: ella y yo empezábamos a salir como novios, en frente de personas conocidas y con las rutinas correspondientes. Salíamos durante todo el día o la tarde, le envié flores e hicimos ligeramente público nuestro vínculo. Íbamos a bailar, como tanto me gustaba;  le estaba preparando mi primera colección de poemas y cartas. Sin embargo, creo que yo no estaba lo debidamente sereno ni ella lo suficientemente segura. Bastaron un desatino de parte mía y una indecisión de parte suya. Mi afán de proximidad y mi impaciencia de último momento, la cual justifiqué inconscientemente con la idea de que nuestro tiempo había llegado, hicieron que yo considerara erróneamente que tenía derechos sobre ella; la exigencia se convirtió en algo extraño para mí, que continuamente había tratado de respetar su individualidad; también fue inaceptable para ella. Irónicamente la oportunidad que nunca había tenido junto a Liliana y la libertad oficial para acercarnos me habían desbordado por completo y conduje todo al desastre. Concluí con mucha dedicación mi libreta con decenas de escritos dirigidos a ella desde hacía tiempo. Mi mente y corazón volaban de prisa y no le di tiempo a mi amada de asimilar todo lo que sucedía. Tras un sinsentido de precipitaciones, le compré un disco de vinilo y por un descuido no lo llevé la noche que la esperaba. Misma noche en que ella tardó en llegar y yo me llené de impaciencia mezclada con rabia. El disco nunca fue entregado, aunque ella supo mucho después sobre las canciones que contenía.   

En tercer lugar, creo que es honesto mencionar mi absurdo orgullo. Tenía los humos arriba con la idea de que ella me pertenecería pronto, una especie de deseo impuesto por la falsa justificación de la larga espera por tenerla. Sin embargo, ella no podía saber (ni tenía porqué) acerca del amor intenso que yo le había reservado herméticamente. La libreta estaba lista, era una sorpresa cargada de historias de desvelos y anhelos por ella, pero mi musa poco o nada estaba al tanto de aquello. No le dí tiempo y ella no había tenido mucho para asimilar todo lo que estaba sucediendo, las implicaciones para sí misma y las consecuencias de decir sí. Cuánto puede la soberbia llevarnos al caos y al despropósito, es algo que aprendí con lágrimas, tras lo sucedido. Mi altivez me golpeó contra el pavimento y me quedé solo, sin ideas y sin brillo. Estaba dejando perder la más bella alegría de mi vida, pero no estaba dispuesto a dar el brazo a torcer, por el caprichoso sentimiento de merecerlo todo; me poseía la locura de tenerla solo para mí, sin antes haber luchado lo suficiente. Ella valía la vida entera, pero yo estaba enceguecido y envanecido. El amor se había tornado en una turbulenta creciente en su forma más baja de egoísmo y furor. Lo que empezó a florecer una mañana soleada se echó a perder una noche lluviosa. A la siguiente, charlando a solas con ella, en la esquina de su casa, yo estaba arrepentido, pero no lo suficiente. Le entregué el libro de poemas y cartas, envuelto en un papel. Ella ignoraba de qué se trataba y al comienzo no quiso recibirlo, pero yo insistí. Dulcemente me dio un beso. Y la dejé allí, desconcertada. Y yo, absurdamente resuelto a terminar así la historia escrita en el libro, hundido en mis caprichos, no supe que apenas comenzaba un desierto frío, insufrible y sombrío, ya sin ella. 

Del amor contrariado al amor afirmado. De no haber sucedido un vuelco tan radical en nuestra vida, hoy seguiría contando esta historia entre lágrimas. Amar es un arte que se aprende, a veces de esa manera. Sin embargo, también es posible desandar el camino e intentar de nuevo. Y aunque no sabemos lo que será mañana, amar es un vuelo fascinante si disponemos de las alas adecuadas. Liliana y yo aprendimos a volar distinto, ya más maduros, más sabios, más libres, pero esa es otra historia.  

lunes, 14 de diciembre de 2020

Toda mi vida

Diciembre 14 de 2020
21:02 

Te miro, 
desnuda entre las sábanas,
como un poema escrito en satín blanco
dulce y plena en tu belleza
misterio resuelto que aún destila enigmas.

Tu cuerpo es arte y delicadeza
que invita a ser explorado,
un corazón que canta misterios
detrás de la redondez de tus senos
cuyas notas dulces
descienden alegres hacia tu ombligo
y al abismo húmedo de tu sexo.

Cuán gráciles tus hombros
fronteras de lo imposible de tu espalda, 
como playas claras y suaves
donde desfilan tus cabellos.

Te acarician la luz y la penumbra,
compiten por tus formas de mujer
y la solución es el milagro de tu figura
una pincelada de Dios,
en el recinto donde te miro,
para recordarte toda mi vida.


 






domingo, 13 de diciembre de 2020

Divisarte

Diciembre 13 de 2020
13:16

Llegas, paulatinamente,
te veo llegar a la distancia
miras de soslayo,
mientras avanzas hacia mí.

Te han visitado los conflictos
y hasta las tragedias,
y a veces, al caminar, 
cargas todo ello a tus espaldas.

Mas, para mí,
tienes el mundo a tus pies,
y el encanto de la tarde
en cada gesto que haces.

A veces, te censuras,
como recapitulando instancias
y tal vez, en tus cavilaciones,
no percibes la maravilla que eres. 

Has andado tu propio rumbo
con la dulce impronta
de ser tan tuya como nadie
como sembrando pétalos en vez de pasos.

Viene la tarde, viene la noche
y en el caos incierto del mundo
algo en el aire celebra que existes,
eres una de sus estrellas favoritas.



viernes, 11 de diciembre de 2020

Capítulo 1- Parte 6: Diciembre siempre es mejor

Diciembre 12 de 2020
10:39



«Todo a su tiempo», «cada cosa tiene su tiempo», «el tiempo esclarece todo», «el tiempo concede el final perfecto». Parece inevitable ser conscientes de que vivimos continuamente entre dos instantes, uno abriendo paso al otro, hasta quedarnos con nada. Pero, ¿Qué es el tiempo? La vida cambia, en un devenir que no podemos discernir con claridad. A veces como una rueda, en cuyos ciclos parecemos quedar atrapados sin remedio. Otras, como una línea, con secuencias de avances y retrocesos que nos son ofrecidas sin elección. Y finalmente, aquellas, en que los cambios son coordenadas dispersas sin coherencia entre sí, en una especie de caos indescifrable, como huellas que vamos plasmando en un lienzo. Naturaleza, cultura y subjetividad. Los trazos circulares u ondulantes de la vida, se conjugan con las líneas rectas continuas y discontinuas del mundo que habitamos, salpicados por los puntos aleatorios de nuestros antojos y caprichos. Es curioso considerar que estos últimos son los momentos para pequeños actos de la voluntad en los cuales pretendemos dar sentido a los dos primeros, nuestra propia manera de jugar las cartas que nos fueron dadas.  

Por cierto, ella apareció en mi vida (y sigue apareciendo) como un dulce accidente de los ciclos anuales. Puedo afirmar que aquél seis de diciembre, al mirarla llegar a mi casa con su cabello corto y risa desprevenida, ocurrió un punto de inflexión en nuestra vida. Y en los años siguientes, cada mes de diciembre suscita una turbulencia de sensaciones y experiencias. He visto a Liliana radiante para una fiesta y agotada tras una velada de tragos y excesos. He desayunado con ella y hemos comido juntos. Hemos bailado y hemos hecho el amor en diciembre. Una vez dejé un bono para comprar un disco de acetato en su árbol de navidad, envuelto en varias capas de papel y plástico. Otra vez, ella me obsequió un set de bolígrafos con un "te quiero muchísimo" que detonó una voluntad inquebrantable de tenerla conmigo una tarde. Diciembre son las líneas circulares pintadas de colores de la noche buena, la música festiva y las ganas de amanecer a su lado, ebrios de baile y aguardiente. Diciembre son las líneas rectas de los días y las horas para salir a encontrarla, las calles encendidas de luces alegres que conducen a su casa, donde vive ahora y donde vivía antes. Diciembre son los sucesos aislados de desnudarla de la lencería color violeta que le había regalado una tarde meses atrás, para luego darnos presentes de navidad antes de amarnos en la euforia del vino; de encontrarnos de prisa una tarde para intercambiar regalos antes de ir con nuestras familias; de mirarnos de reojo y despedirnos gentilmente en presencia de todos.

Pero no todas estas intersecciones de acontecimientos y sucesos con sus puntos aleatorios pueden contarse junto a ella, que sería mi mayor dicha. Ella y yo sabemos que hubo temporadas de distancias y silencios mortales, tan ausentes uno del otro como tenía que ocurrir. Largos años y sus diciembres nos hallaron gravitando en universos bien distintos, sin saber de nosotros más que rumores. Varias veces intenté apurar la marcha o evitar los compromisos para poder al menos verla y tocar su mano, sin éxito. Diciembre se me volvía nada sin ella, como un eco vacío donde la melancolía llenaba de marañas los recuerdos. Vagaba erráticamente, buscándola detrás de nuestros recuerdos, en las mismas calles que habían envejecido sin nosotros. Saludaba a las mismas personas, escuchaba las mismas canciones y repetía las mismas oraciones, pero en semejante ciclicidad ella simplemente no estaba y para mí era trágico. No puedo expresar cuánto me faltaba su cercanía mientras bailábamos, la volátil fragancia de su cabello y la maravilla de recordar que era ella a quien sujetaba con delicadeza. Mientras otros celebraban, yo me retiraba sutilmente a recordarla, intentando atrapar algo de su esencia en el aire, en la festividad y en las luces que se encendían y apagaban como mi alma sin Liliana. Eran puntos aleatorios, intentos fallidos de regresarla a mí en circunstancias improbables. Eran diciembres amargos. Y uno de tales intentos, por errático que hubiera parecido, acertó para alterar el orden debido o quizás lo hizo para poner todo en su lugar. Sonó en el aire "El Reloj", de Roberto Cantoral, con la intensa interpretación del cantante chileno Lucho Gatica, un 28 de diciembre. Ella preguntó y yo contesté. 

-¿Por qué te sientes nostálgico?

- ¿Prometes no burlarte ni regañarme?

- Lo prometo. ¿Qué paso?

- Esta canción me recuerda sólo una cosa: la noche que dormimos solos los dos. Tú te quedaste dormida y yo te abrazaba en silencio, mientras rogaba que el tiempo se detuviera, para que no amaneciera. Hasta que me quedé dormido también... Hay muchas canciones como esa, si supieras. Es todo lo que puedo decirte. Perdóname, pero es la verdad.

- La verdad, esos recuerdos me dan un poco de dolor.... Creo que te hice mucho daño, solo pido perdón.

Semanas después, en una concurrida calle de la ciudad, ella y yo nos reunimos y todo recomenzó, en una sucesión de sucesos lineales y ascendentes. La espiral al parecer había continuado donde quedó inconclusa hacía décadas. Pero esa es otra historia.

Diciembre, en resumen, representa para mí lo que para la mayoría, pero con un notable tinte de romanticismo y renovado amor por Liliana. Es como si la rueda volviera a girar y toda la alegría transcurrida se concentrara en esta época de luces, compras y algarabía, que en sus comienzos me llena el pecho de ansias y expectativas. No hay cómo saber si estaré cerca de ella o no, pero me embarga esa dulce sensación de creer que será posible. Seguramente otros meses del año conservan recuerdos más significativos entre ella y yo, pero diciembre tiene siempre algo especial en el tiempo.    



jueves, 10 de diciembre de 2020

Extrañarte en diciembre

Diciembre 11 de 2020
1:20

Como un cometa
en el firmamento
dejando estelas de luz,
quedan en mi cielo
fragmentos de recuerdos
esparcidos como átomos
con tu nombre encendido...

No te olvido.
No me olvides.
Pues este amor no sabe
de distancias,
ni de ausencias,
sólo se queda 
divisando las estrellas
para volver a atrapar
tu mirada en ellas.

¡Oh, tu risa!
como regalo de la tarde
¡Oh tu mirada!
como caricia inesperada
¡Oh, tus manos!
palomas errantes que sigo
¡Oh, tu sexo!
Prisión sin cadenas que añoro
¡Oh, tus palabras en mi oído!
como tibio descanso

No te alejes
sólo quédate en un beso
y hazte verdad de mil maneras
en un abrazo que no termine
escribe en mis hojas blancas
los misterios de tu alma
y quédate a contarme
de qué están hechos tus sueños
y cuánto me hace falta
para habitar uno de ellos.





miércoles, 2 de diciembre de 2020

Me gusta

Diciembre 2 de 2020
13:47

Me gusta imaginar que te tengo
y me gusta recordar que ha sido cierto...
Locos de amor sin que importe nada
más que vivir juntos nuestro momento.

Brindo por las noches de esperarte,
mas lo olvido cuando brindamos en la tarde
y las copas rojas nos invitan a amarnos
dos grandes rubíes y un abrazo intenso.

Sin la ropa puesta y sin prejuicios
mirándonos así, con ojos fijos...
Tienes dos estrellas en la mirada
y el misterio de la luna en tu sexo.


martes, 1 de diciembre de 2020

Capítulo 1- Parte 5. Crónicas de besos

Diciembre 2 de 2020
00:38


Fue delicioso y desconocido el sabor de tus labios,  mi amor, 
y aunque fue instantáneo,  sentí hasta lo más íntimo aquella pequeña entrega. 
(Junio de 1989)



Se dice que pasamos el equivalente a dos semanas de nuestra vida besando. Esta acción involucra unos treinta músculos y un tejido nervioso equivalente a nuestra área cerebral. Durante siglos en la historia y una buena parte de los años de nuestra vida, el beso se ha convertido en un asunto intrigante. Como parte de las dinámicas del amor, es sencillo valorar el papel que juega, aunque no siempre se le da la relevancia práctica que merece. Como sólo sucede con pocos actos, aproximar los labios a la boca del ser amado constituye un acto de confianza y a la vez un gesto de vulnerabilidad. Besas lo que deseas. Te sinceras como nunca en un beso. Bien puede el beso anunciar el comienzo de algo grandioso o bien sentenciar su final.  

Una noche de junio besé por primera vez a Liliana. Tuve que esperar más de dos años para que ocurriera y debo admitir que sufrí intensamente antes de lograrlo. Tantas noches aguardándola, tantas imágenes de ese momento y tantas situaciones donde estuvo próxima, aunque no lo suficiente. Y finalmente, ese contacto sublime, tan dulce y nuevo para mí. Durante un instante, entre abrí los ojos para comprobar lo que estaba sucediendo. Era ella y al fin ocurría esa especie de milagro. Como anécdota personal debo agregar dos aspectos conexos tras nuestro beso, en las horas que siguieron: el primero es que retuve el sabor de su boca mezclado con el de su labial de cereza, tanto como pude. No bebí nada ni recibí alimento alguno esa noche; tampoco lavé mis dientes y duré largas horas despierto, pensando en lo ocurrido. El segundo es que llegué a escribir evocando sentimientos con el corazón alborotado en un frenesí de emociones que nunca había experimentado hasta entonces. Me sentí el hombre más afortunado aquella memorable noche.

Paralelamente, una noche de marzo besé a Liliana por última vez. El frío taladraba los huesos y la música era triste, tras meses y años de despropósitos. Antes de partir, había dejado en sus manos la colección de cartas y poemas, entre las cuales estaba el registro de aquel primer beso de junio. A decir verdad, fue ella quien me besó, como un gesto gentil de su dulzura. Ahora que lo pienso, no hubo final mejor, ni podría haber sido de otra manera. Pero algo en mí murió con aquella despedida.  ¡Cuán lentas las horas que siguieron, pues nunca acabaron! Luego de algunos meses, volvía una y otra vez al mismo lugar de aquél adiós para intentar recobrarme. La herida de la separación seguía abierta, y ninguna boca pudo borrar lo que Liliana dejó en la mía. Solía retornar, como anhelando escuchar ecos perennes en la calle estrecha, en los muros vigilantes y las rejas frías. Como si suplicara un final distinto para marchar en paz y terminar mi historia. Fue un beso errante de sus labios tan queridos, cuyas sensaciones intentaba atrapar para rehacer lo ocurrido, para que de algún modo ella supiera que la seguía queriendo.  

Sin embargo, la historia de un amor así no puede limitarse al primer y al último beso. Hubo tantos más y con tan distintos desenlaces. Hubo besos a prisa, mientras nos escondíamos de todos los que nos conocían; y hubo un momento para un alegre beso compartido frente a aquellos de quienes nos escondimos primero. Hubo besos tiernos a la orilla de un lago, en un transporte público o una cafetería. Hubo besos solicitados súbitamente en un baile y concedidos fuera del alcance de las miradas. Los hubo apasionados donde los labios y los cuerpos parecían tocar una canción. Los hubo erráticos y libidinosos, bajo los influjos del alcohol.Y sucedieron los intensamente tristes, en la ebullición de un inminente adiós, frente a quienes, entre el desconcierto y la simpatía, adivinaban que había una historia no contada entre Liliana y yo. Una historia que terminó de contarse en marzo. Y en marzo, más de veinte años después, volvió a escribirse.

Y contada de nuevo, la historia reciente también está relatada con besos de nuestros labios. El final no fue el final, los grandes amores no terminan. Los llevamos dentro como semillas de frutos de antaño, esperando renacer en tiempos mejores. Bastó un acercamiento, una excusa oportuna y la melodía empezó a escucharse nuevamente en el amplio recinto sagrado de una biblioteca. Sus labios y los míos. ¡Qué labios tiene Liliana! Cuando se besa a quien se ama, queda el registro en la memoria. Entonces no sólo recordaremos cómo luce o camina, cómo huele o nos mira, sino cómo se siente exactamente su boca. Y fue inefable retornar al mismo filtrum, a las mismas comisuras, a la delicada piel enrojecida, al sabor ausente tan largamente extrañado y la sensación de intimidad que brinda un beso largo. Se entrega el corazón y ambos corazones lo saben. Nos palpita todo, como si la piel buscara su extensión natural en la piel amada. La respiración se agita y los pensamientos se descontrolan. Las emociones son dueñas y señoras de los momentos de tales aproximaciones. Las manos buscan los sexos, los besos son llamadas íntimas para acrecentar la entrega y esperar más sensaciones. Y para mi boca, en tan íntimo contacto con la suya, todo ello se le empezó a sintetizar en registros involuntarios de temblores. Besar sus labios delicados lleva implícita para mí, casi siempre, la experiencia de que comiencen a temblar los míos.

Como nota adicional, me parece importante resaltar que los besos siempre han sido coordenadas de nuestros estados de ánimo y del rumbo que ha estado tomando nuestro amor desde sus primeras fases. Los besos son cotas de esta historia, nada puede describirla mejor, aunque aquellos sean tan difíciles de precisar. Más aún, los besos son coordenadas y a la vez tienen las suyas, muy características bajo la figura de canciones. Las canciones me recuerdan besos y los besos instantes de nuestro devenir. Podría asegurar que de la larga lista de temas musicales que describen nuestros momentos, la mayoría está conectada a secuencias de besos. Y a veces basta escuchar una de ellas, para recordar la humedad tibia de sus labios, la textura blanda de su boca y la picardía juguetona de su lengua, en un instante específico. Nuestros besos tienen gusto, tacto, olfato y oído.. ¡Además, es tan lindo divisar esa boca!   

A diferencia de otros episodios de nuestra historia, es imposible concluir este de un modo satisfactorio. Los besos han sido testimonios y testigos, nunca terminan de contar ni de contarse. Nuestros labios cruzaron las fronteras conocidas y han intentado otras nuevas... ¡Y cuántas más les esperan a las crónicas de nuestros besos! Siguen siendo objetivo y medio, en un sinfín de eventos que caracterizan a la perfección el discurrir de este amor sin par. Habré de contar más historias y en todas ellas aparecerá expresa o tácitamente una circunstancia alrededor de un beso u otra catalizada por un beso inolvidable. No existe manera de predecir lo que ocurrirá, pero siempre recordaré que Liliana y yo nos besamos.

 


martes, 24 de noviembre de 2020

Contar tu vida

Noviembre 25 de 2020
01:16




Tal vez ambos seamos contadores
tú de números, yo de historias;
tú reportas, yo narro tu vida
tú de manera metódica
y yo tan subjetiva.
En tus cuentas, no aparezco
mas en mis líneas, estás toda.
Pero tal vez, 
sea esta la paradoja,
que he nacido para contar tu vida
de modo que nunca mueras
y yo viviré mientras te lean
en los versos que me inspiras.





Capítulo 1 - Parte 4. Los lugares del amor

Noviembre 24 de 2020
00:56



Es inquietante comprobar de modo experiencial cómo los acontecimientos tienen un dónde y un cuándo. Estas coordenadas de espacio tiempo llegan a ser más memorables, cuanto más significativos sean para nosotros los hechos. Asimismo, parece estar ligada a la condición humana, a veces de manera trágica, la idea de atrapar algo de la esencia de los acontecimientos a través de cosas concretas: una fotografía, un objeto, un salón, una canción, un discurso. ¡Nos sorprendería corroborar cuántas de las cosas que atesoramos llevan implícitas conexiones con eventos que consideramos relevantes en el pasado!

En cuanto a mí, no tengo vacilación alguna al afirmar que la aparición de Liliana en mi vida es un acontecimiento, aunque no siempre fui inmediatamente consciente de ello. Las experiencias junto al amor de mi vida han llegado a convertirse en verdaderas intersecciones, sucesiones de eventos cuyas luces y sombras tienen el poder de marcar toda mi existencia. Por este motivo, paralelamente y poco a poco, los lugares donde todo ello ocurría se convirtieron para mí en espacios cargados de sentido, a los cuales solía retornar para captarlo plenamente. En otras palabras, se fue produciendo un fenómeno paulatino de profundo repensar, de retornar a los sitios donde ella y yo habíamos estado cerca, para sopesar todo lo que ocurría y por así decirlo, rumiar el acontecimiento. Era como si una calle, un cuarto, un mueble, un parque o un cuaderno me ayudaran a recordar algo que ella había dicho, un gesto suyo, una reacción o una actitud provocadora. Y creo que siempre me asombraba la ironía constante de percatarme tardíamente de lo que implicaban. Por ejemplo, años después de una despedida que precedió largos años de separación, frecuentaba la esquina de nuestro último beso para dejar allí, precisamente, un par de rosas en señal de nostalgia.

Semejantes experiencias de meditaciones tardías no eran causadas por alguna distracción de mi parte, al tenerla cerca. Sin embargo, pienso que no estaba lo suficientemente atento para percibir cada aspecto de lo que Liliana significaba; además, siento que había mucho ruido, por así decirlo, muchas personas y situaciones que me dificultaban saber lo que ella pensaba, sus gustos y profundos anhelos. Y más aún, si éstas mismas personas se daban cuenta de que yo estaba demasiado enfocado en aquella mujer, complicando todavía más las cosas. Su voz, su bella sonrisa, sus palabras, el tono de su piel contrastando con su ropa, su modo de andar, las cosas que hacía... Todo se perdía a veces en medio del bullicio, las interrupciones constantes de quienes querían ser el centro de atención, en tanto que para mí ese centro era solamente ella.  Era como intentar captar la fina melodía de un violín en medio de una congestión de tránsito bajo la lluvia. 

Por lo tanto, quiero insistir en algo. Tal como suele suceder con cada gran acontecimiento de la vida, en mi experiencia personal no siempre fui inmediatamente consciente de lo que implicaba tener a Liliana cerca; pero desde el principio cobraron importancia los lugares donde ella estuvo conmigo. Luego de concatenar momentos y espacios físicos, podía presentir que un acto tan simple como fijarme en su mirada le agregaría por siempre a mi memoria la dulzura de su brillo y la intensidad de su fuerza. Y con el correr de los años, el impacto que generaba en mí uno solo de sus besos o el roce fugaz de su mejilla tibia, se convertiría luego en el centro de una búsqueda incansable y obsesiva, que comenzaba justo en el lugar donde ocurrieron. Sumada al hábito de escribir lo ocurrido, tal como lo describí en otra ocasión, la referencia a los lugares constituía una práctica compleja, cargada de evocaciones sensoriales, melancólicos viajes al pasado y deseos de repetir las experiencias con mi gran amor. En las amargas instancias que sobrevendrían con los años, en las cuales la extrañaba desde la distancia, ya disponía de al menos dos ingredientes para desarrollar mi fijación, registrar los acontecimientos y reconocer los lugares conexos.

Por otro lado, puedo aseverar que en la dinámica de las locaciones que se entretejen alrededor del acontecimiento-amor, la dirección de los sucesos depende del sentido que aquellas tienen para nosotros mientras las estamos habitando. Nada puede anticipar si un gran amor germinará y dará su fruto pronto, o por el contrario, si tardará años en realizarse. Por ese motivo, los lugares guardan escondidos ecos y luces de momentos inolvidables que permiten recodar cómo sucedió todo. Para mí no resulta difícil vincular un lugar y una experiencia significativa junto a Liliana: una fecha especial, un beso apasionado, una caminata, un café compartido, una determinada canción que bailamos, un intercambio de regalos, un rato de enojo o de ruidosas carcajadas. 

A los espacios de aquellos primeros acercamientos nuestros, se agregaron otros donde ocurrieron encuentros espontáneos y otros decididamente planeados. Hubo lugares generalmente agradables, aunque otros no tanto. Puedo decir que hay sitios para mí cargados de intensa emotividad, que para ella resultan ser difusos, o viceversa. Y para nosotros, tan jóvenes como éramos, una acción decidida hacia el amor romántico podría ser algo precipitado, considerando el lugar donde estábamos, cerca de sus padres o hermanos, o rodeados de personas imprudentes que estropearan el momento. En cambio, otros sitios eran imprevisiblemente adecuados, cuando todos dormían o estaban tan distraídos que no pudieron notar que habíamos huido de allí para disfrutar un beso furtivo. 

Los espacios físicos son definitivos para asumir riesgos concretos, si estamos resueltos a que el amor florezca. Con el transcurso del tiempo, la madurez acumulada nos enseñó a adecuar los lugares más apropiados para determinadas experiencias amorosas. Las dificultades inherentes a los prejuicios, la edad y el entorno, desaparecieron cuando acondicionamos el contexto a nuestros deseos y no al revés.

Sólo puedo cerrar por ahora, diciendo una cosa más. Hay lugares y no lugares. En ambos, el registro de nuestras experiencias de amor, que más tarde se convirtieron en acontecimientos, quedaron perpetuados en nuestra memoria y en estos escritos. La ventaja de los lugares, como ocurre con las viviendas familiares, es que permanecen casi siempre inalterados, como museos privados para rescatar evocaciones. La ventaja de los no lugares, como lo atestiguan las calles y los recintos públicos, es que están a la mano, accesibles para hacer un arte de la reconstrucción de un acontecimiento.   





domingo, 22 de noviembre de 2020

Capítulo 1- parte 3: Aromas y baile

Noviembre 23 de 2020
2:30

«Pero algo queda en mí, en mis noches... 
Despierto, evoco nuestros cuerpos 
-separadamente unidos- 
mi cara rozando la tuya, 
percibiendo el más leve movimiento»
(mayo de 1987)



Dicen que cuando un amor termina, también se extingue una forma de lenguaje con códigos y signos propios. Los gestos cotidianos, las preferencias, los ritos, los acuerdos, la definición de un mundo único, los encuentros y desencuentros, constituyen un todo que difícilmente puede descifrarse sin la participación de quienes se aman. Y quizás por ello, resulta tan fascinante apreciar el amor como un fenómeno singular, que se va articulando a través de actos y palabras que se intrincan hasta convertirse en una compleja red. Red que puede durar tejiéndose toda una vida, o por el contrario, puede romperse súbitamente. ¿Quién puede suponer que en un rápido cruce de miradas o un leve intercambio de gestos está el germen de un gran amor? ¿Quién, en cambio, puede desestimar un escenario cálido y un encuentro propicio ambientado por música y perfumes, juzgándolos como una receta para el desastre de un amor que brota y ha de morir de agotamiento?

En cuanto a mí, hubo una sucesión de momentos de breves contactos con Liliana, que abrieron paso a la fascinación. Pero no ocurrió de un modo rotundo y avasallador, sino más bien a la manera de eventos simples. Fue la conjugación de varios instantes sin conexión entre sí. Primero, tras la aproximación espontánea en una tarde de diciembre, de repente me encontré bailando con ella y pude comprobar tras unos cuantos movimientos que me agradaba mucho sentirla cerca. En otra ocasión, nos habíamos visto de reojo, yo mirándola rápidamente en su ventana y ella también me vio desde allí, deslizándose detrás de la cortina para desaparecer fugazmente. Al día siguiente, todo recomenzó con la sutil curiosidad por saber si llegaría a mi fiesta; horas más adelante, tras haberla vuelto a abrazar una y otra vez en la formalidad del baile, me hallé a solas percibiendo su olor en una camiseta blanca. Yo se la había prestado para que se cambiara y así aliviar el calor que sentía por el estrépito de la danza. Y en la madrugada, antes de irse, me la devolvió con un desprevenido gesto de gracias. No puedo describir cómo sucedió el hecho de sentirme más agradecido que ella; la camiseta estaba nueva, días antes yo la había comprado en un viaje a la costa. Y ahora, Liliana había impregnado en la prenda una variedad de deliciosos aromas. Al olfatearla con precipitud, sentí de un modo muy particular que enloquecía con tal experiencia. Fue, digámoslo así, un primer acercamiento erótico con las sustancias de su piel, entremezcladas con los cosméticos y la humedad del sudor. 

¿Acaso, fue allí que me enamoré de Liliana de manera indudable, en la privacidad de mi cuarto, cuando el aroma de su cuerpo atrapado en la camiseta se convirtió para mí en la fragancia preferida? Durante los años que siguieron, creo que de modo inconsciente siempre perseguí esa sensación. Se ha comprobado que el olfato es uno de los sentidos que mejor nos ayudan a recordar. Por cuestiones de nuestra configuración cerebral, el simple contacto con un aroma conocido nos desplaza en el tiempo a un lugar, una experiencia, una emoción ¿Qué más puedo agregar? Con certeza, que esta compleja combinación de percepciones en el tacto, la vista, el oído y sobre todo el olfato, fue convirtiéndose en el objeto de una búsqueda incesante. Pero más allá y por encima de las experiencia sensoriales, empecé a desarrollar una gran fijación en recordarla, cada paso, cada mirada, cada palabra. Mi mundo se estaba pintando con los colores de ella, su manera de andar, sus gustos, el tono de su voz, el olor de su cabello, los lugares que frecuentaba y sus temas de conversación. 

Por si fuera poco, el amor fue encontrando caminos justo a partir de donde al parecer comenzó todo. Tal como aquella primera tarde, hubo muchas más circunstancias de encontrarme bailando con ella. Y estoy seguro de que esa práctica repetitiva, generalmente en fiestas de amigos y familiares, me permitió ampliar aún más las categorías de experiencias junto a ella. En aquel entonces, como suele decirse, en las fiestas se bailaba en pareja; a diferencia de la preferencia actual por el baile en solitario, en el cual aún la cercanía de un compañero o compañera suele ser un accesorio, el baile "a la antigua" requería de la sincronización de los pasos, de las manos, de los cuerpos y hasta de las miradas. Por esto, cada madrugada después de una fiesta, al despedirme de ella en medio del grupo de amigos, me invadía la íntima satisfacción de haber hallado el pretexto ideal para acercarme a Liliana. Me encantaba sentirla tan cerca, con el pretexto simple de bailar. A veces, literalmente nos abrazábamos mientras bailábamos. Nos acercábamos tanto en ciertas canciones lentas, que era un verdadero placer para mis sentidos tener tan próximo el aroma de su cabello, hablarle al oído y tomarla por la cintura, sintiendo su respiración estrechando sus senos contra mi pecho y algunos esporádicos roces entre nuestros muslos. Con todo, es menester aclarar que bailábamos bien y a gusto, tan coordinadamente como lo exigía el compás del ritmo.

Se ha dicho que un indicador fiable que nos anticipa qué tan placentero es el sexo con alguien, está en la experiencia de bailar con ella o él. Parece como si la cadencia, la dulzura, la sensualidad, la gentileza y la atención por los detalles fueran una impronta que está presente en la manera en que bailamos. Por este motivo, la forma en que el cuerpo se expresa está tan vinculada al gusto por el  baile tanto como por el sexo. Al respecto, soy de la opinión de que las canciones hispanoamericanas desde los años setenta hasta avanzados los años noventa parecían contener los ingredientes propicios para que la química del romance y la dimensión pasional del sexo hicieran clic.  Así las cosas, bailar era una forma de drama, en la que cumplían su papel las letras de las canciones, los ritmos, los estados de ánimo producidos, la efervescencia de las bebidas alcohólicas, la moda en el vestir y quienes participábamos en todo ello, sólo por mencionar algunos elementos. Por todo lo anterior, no tengo que explicar demasiado si digo que Liliana y yo compartimos desde el comienzo una especial afición por el baile, por ciertos ritmos, por ciertas canciones y que ello derivó en situaciones de profunda intimidad. Tanto en nuestros primeros incipientes acercamientos, como en nuestras más intensas experiencias tardías, concordamos en que el baile también era parte de todo ello. Tras las turbulencias de separaciones y reconciliaciones, ha sido simplemente mágico volver a experimentar la misma combinación de sensaciones cuando bailamos juntos. Es como si se actualizara todo el lenguaje de movimientos, temas de canciones, aromas, palabras, significados y otros códigos. Aunque los tiempos han cambiado y nosotros también, en un modo muy particular recreamos nuestro mundo entretejiendo recuerdos, gustos y modos de ser nosotros al aproximarnos y bailar. 

En síntesis, la singularidad del afecto hacia Liliana creó una primera forma de lenguaje, construida de manera progresiva e intermitente a base de dos códigos iniciales: las experiencias de los sentidos y las del baile. El mundo que iba apareciendo en el horizonte poseía estos dos refinamientos propios de los grandes amores. No obstante, cabe preguntar: ¿Lo hacía de modo sostenido y claro? ¿Era suficiente para asegurar la continuidad, la permanencia y la solidez del amor en ciernes que embargaba mi pecho?  

    








Me gusta

Noviembre 23 de 2020
00:03

Me gusta tenerte cerca
y a esa mujer que eres
tan auténtica y tan tú
brillando entre caricias
ebria de sinceridad,
desnuda el alma
como tu cuerpo
y al alcance de mis manos
que te necesitan
como mi pecho
que se acostumbró a cantar un día
sólo porque estabas cerca.

Y me gustan tus besos
porque saben a mujer,
a la mujer que amo;
como si me invitaran 
a pasar y sentirme cómodo
en un lenguaje sin palabras
que quiero descifrar
en el libro de tus labios
en cuyas hojas rebusco
tus secretos de azúcar
escondidos en la roja
carnosa, tibia y húmeda
melodía de tus besos.




 

sábado, 21 de noviembre de 2020

Rompimos nuestro ayuno

Noviembre 21 de 2020 
9:32


En la inminencia del tiempo
cuando se nos vuelven claridades las ansias
se descorren velos de embriagueces
y se madura mejor el vino.
Vino que bebimos a prisa y en pausas
bailando desnudos en la penumbra
ebrios de todos los años esperándonos
y a la vez tan sobrios para amarnos
con la gentileza y la obsesión de nuestra mejor época.

Cuán grato me pareció aquel lugar
para hacerle nido a las caricias y a los besos
volábamos entre vapores de licor
como si hubiera un cielo infinito para hacerlo. 
Tú y yo, sin ropa,
nos comimos y nos bebimos
y rompimos nuestro propio ayuno de despedidas
para ser a la vez presos y carceleros
en un juramento de amanecer abrazados.

No olvido aquella noche, mi vida,
fuiste mi mujer, mi cautiva y mi musa,
entre mis dedos se grabó la memoria de tu sexo
en mi boca tu néctar se convirtió en ambrosía
y en mi pecho fuiste íntima como nunca;
la luz del sol nos visitó temprano
para celebrar con alborozo 
que nuestros cuerpos desnudos
se reconocieran otra vez en la mañana.



   

Aquella noche

Noviembre 21 de 2020
8:53

Hubo noches
entre tú y yo,
y también lugares
que siempre dejaron una huella particular
como marcas indelebles en una playa de azúcar...

Pero aquella noche,
tan cercana aún
e intensa hasta la saciedad
que se prolonga en mi memoria
en mi piel y mis sueños
es la estrella exclusiva de un universo exquisito...

Aquella noche,
la recuerdo con tal detalle
como si la viviera todavía,
como si estuvieras aún frente a mí
junto la ventana
mirando la ciudad 
en la intimidad que sólo nos brinda el anonimato.

Tan cálida noche
de devenir locura en tu boca divina
me parece verte aún,
sumergida en el agua tibia,
tu desnudez de rosa,
tu mirada plácida
y tus brazos como alas, rodeándome.

Tan dulce noche
entre sábanas blancas y delicadezas
donde, tras agitarte en un orgasmo de almíbar
rompiste en llanto, presa de alegría,
y mi corazón desconcertado
no hallaba paz hasta saberte satisfecha
como si me regalaras el instante más sublime
como si libaras miel para mis fantasías.

Tan desbordada noche
aderezada con nuestras copas llenas
hasta la locura de bailar nuestras canciones
con desvergüenza y galanura
con arrebatos de ternura
como si no hubiera más noche que esa
para beber tu sexo y tu dulzura
y para jurarte amor eterno.

Tan inolvidable noche
noche de todas mis vidas
anhelándote desde siempre
como se ansía la libertad tras la condena
noche de amarte
para amanecer aferrado a ti
y sentir a solas, al fin juntos,
la caricia suave de la mañana.





viernes, 20 de noviembre de 2020

Capítulo 1- Parte 2: Ella, mi enigma

Noviembre 20 de 2020
16:21 

«Ni siquiera nos dijimos adiós 
y es que pensándolo bien, nunca nos dijimos hola…
Te extrañaré mucho, te seguiré queriendo, 
aunque tú no lo hagas»
(Enero, 1987)


Es intrigante recordar los acontecimientos que de un modo u otro cambiaron para siempre nuestra vida, aunque sea demasiado tarde para cambiarlos. Son verdaderos puntos de inflexión para recontar y reordenar los sucesos a la luz de realidades que eran más importantes de como parecieron en su momento. Sólo el tiempo nos puede otorgar la claridad para comprenderlos, a pesar de que justamente el paso de los años llega a ser como un velo que termina por nublar lo que la lucidez nos ha concedido. Por si fuera poco, una de las ironías de la existencia es tener la madurez para valorar con juicio lo que pasa a nuestro alrededor, mas sin la fuerza necesaria para transformar las adversidades.

No obstante saberlo hoy, tal vez no resulte tan importante retar esa sabiduría universal que llamamos destino ¿Cómo cambiar lo irremediable? ¿o cómo saber que no lo es, a fin de mover los delicados hilos que lo tornen favorable a nuestros afectos? Era un ínfimo centro del universo real, es verdad. Mas lo suficientemente portentoso como para ser mi universo entero en aquella época incierta de mi vida. Y justamente, ahí estaba Liliana. Era joven y a veces frívola; tan hermosa a mis ojos y lo suficientemente encantadora para mantenerme en vela noches enteras en su ausencia. Sus grandes ojos negros y la espontaneidad de sus maneras llamaban tanto mi atención, que podría pasar las mismas horas en presencia de ella, mirándola, escuchándola, sintiendo el perfume de sus cabello largo y buscando la manera de tocarla. Aún recuerdo las tardes de acudir junto a ella, mientras la luz por la ventana la hacía más bella. Yo podía escuchar cada latido de mi corazón agitándose con esa sola escena, mientras Liliana leía descuidadamente o escuchaba música. Por eso, si algo sé hoy con certeza es que mientras mi alma y mis células se debatían por su proximidad, ella estaba ajena a todo ello, como la luz a las sombras. 

Siendo así como era, que mi horizonte llegaba constantemente hasta las puertas de su casa, para debilitarse de emoción al mirarla, Liliana se convertía para mí en un enigma. Me encantaba verla reír y aún más cuando lo hacía con mis ocurrencias; con tan fina espontaneidad, que disfrutaba ser por un momento el destinatario de su sonrisa. Era como un tesoro para llevarme a casa, mezcla de fascinación y desconcierto, confianza en lo sucedido e inquietud por el futuro. 

Sin embargo, para la época en que me enamoré tan perdidamente, ella tenía novio. De modo que disfrutar de nuestros acercamientos era fuente de inmensa alegría e ingenua malicia. Bien podía concebir yo que era suficiente con ser buenos amigos, disfrutando de la amenidad de esos encuentros. Pero una fuerza desde mi interior anhelaba mucho más y no se conformaba con sólo saberla cercana en la formalidad de las charlas. Con los años que vendrían, junto a mi manía de escribir recordándola, esta sería otra constante que signaría mi vida en relación con Liliana: saberla casi siempre ajena. Sus besos, sus abrazos y su pasión, que despertaban mis deseos, eran para alguien más y yo tendría que resignarme a vivir con esa sensación de insatisfacción y rabia. Años después, cuando pondríamos todas estas vivencias sobre el tapete, a ella le resultó incomprensible esta forma tan mía de amarla en silencio, con resignación y persistencia. A mí, no cabe duda, me resultó una experiencia tortuosa y harto dolorosa. Pero sólo quien ama de este modo puede entender que todo ello es soportable ante el estímulo de un solo encuentro. 

Así pues, tras la euforia y el encanto de las primeras semanas dejándome cautivar por la belleza, la dulzura y la gracia de mi gran amor, vinieron épocas de gran confusión e incertidumbre. Algo en mi alma presentía la ruta que me esperaba, en la cual Liliana era el nombre al final de cada día sin saber lo que ocurriría al siguiente.     

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Capítulo 1, parte 1: Las cosas del destino

Noviembre 18 de 2020
12:54

«Ahora trato de tener tu perfume y sentir tu cuerpo, 
y me entristece pensar que te dejo de ver, 
que tal vez ni pienses en mí 
mientras yo me ahogo en este deseo» 
(Diciembre de 1986)



Algún día, por cosas del destino o no, yo sentí que la amaba. Era conocida para mí, pero al mirarla de esa manera, una tarde, me di cuenta que no la conocía como en ese momento deseaba. De repente, permanecían en mi retina las imágenes de sus gestos; me resultaba tan atractiva la forma de su boca. Y aunque ella era parte del caleidoscopio de situaciones y personas queridas de aquel entonces, de una manera muy particular, la quería cerca; como si el alma intentara construir un mundo donde estuviéramos Liliana y yo solamente. Justo cuando tenía que irme de su lado, por las mismas circunstancias de tenerla tan cerca y ser parte de su mundo en pequeños fragmentos, prontamente la recordaba y quería volver. Tan sólo mirarla, escucharla o ver cómo realizaba sus tareas diarias era cautivante; por razones que no tenía siempre claras, sentía que me gustaba atrapar cuadros en mi memoria de su manera de caminar, de hablar o mirarme. Nada me permitió suponer que esa conducta se me convertiría en un hábito; ni imaginé que en los difíciles años que vendrían, ya sin ella, los recuerdos serían el único recurso para regresarla a mí en modos en que sólo quien ama puede dar por satisfactorios. 

En pocas palabras, me estaba enamorando, aunque al mismo tiempo presentía la complejidad de todo lo que ello suscitaría. Me fascinaba sentir cómo ocurría todo; disfrutaba acercarme de modo que mis intenciones pasaran desapercibidas, aunque como sucede con las cosas del amor, eso pronto ya no era posible: las personas a nuestro alrededor, las de nuestra edad y las mayores, se daban cuenta que yo la quería; a veces, hacían mofa de ello, quizás porque no hay nada más debilitante que el acontecimiento del amor, en el cual los sentimientos afloran y la vulnerabilidad es parte de la forma tan auténtica en que entendemos al otro. Lo que al comienzo fue una oportunidad, paulatinamente se fue tornando en una incómoda amenaza. El solo hecho de aproximarme a la esquina de su casa se convertía en una fuente de angustia, como si mil ojos estuvieran acechándome.      

A consecuencia de semejante imbricación de sucesos, personas y lugares, sentía que la iba perdiendo de mi horizonte. A veces, la presión de todos alrededor se convertía en un ruido ensordecedor que no me permitía escucharla. Ir a visitarla implicaba algo así como una incómoda antesala, donde el corazón sufría por no hallar ya el momento adecuado. Me volví nostálgico de las primeras semanas, en las que la euforia de los encuentros, con su espontaneidad, sonidos y ocurrencias de juventud, era algo tan deseable y a la vez inalcanzable. Nadie nos advierte que las primeras fases del querer suceden catalizadas por un sinfín de sensaciones que van perdiéndose irremediablemente con el correr de los días. En los estados de percepción exaltada, recuperaba en mi mente la suavidad de su rostro, su largo cabello negro y la alegre belleza de su cuerpo, matizados en una fragancia exquisita que no podía localizar. En tales experiencias, ya lejos de su casa, sufría unos deseos incontenibles de ir a verla. Algo imposible, pues nos había llegado a todos el fin de las vacaciones escolares. Y para mí, también llegaba la necesidad de replantear mi vida en busca de una vocación y la estabilidad a la que la sociedad nos arroja cuando somos conscientes de que la niñez se ha marchado.    

No obstante, ¿Qué pensaba Liliana de todo ello durante esos inicios? ¿Cómo experimentaba desde su situación las intersecciones del amor tan intenso que provocaba en mí? A decir verdad, nunca pude saberlo del todo, y cuando me comentó sobre el tema, había ya transcurrido mucho tiempo como para que fuera relevante. Desde la comodidad de lo que llegó a ser nuestro presente, los hechos del pasado a menudo parecieron ingenuos y erráticos. Quizás, tiempo después de mi primer enamoramiento, ella no tenía interés en conocer los detalles, si bien las consecuencias de los días tortuosos de quererla a la distancia, así como el silencio provocado por la necesaria prudencia impregnaron luego de indecisiones nuestros encuentros. Sólo puedo decir por ahora que ella se mantenía al margen, ignorándolo todo o prefiriendo no saberlo. Algunas veces estábamos juntos, creando un ambiente de confianza que no era común en otras circunstancias y supongo que ella presentía que algo extraño ocurría. Por otro lado, es fácil considerar que las mismas personas cercanas que a mí me importunaban, también le avisaban que algo ocurría en mí hacia ella, quizás con un nivel de espontaneidad y hasta de burla que ella tuvo que sufrir a su modo.  

Puedo concluir, por ahora, diciendo que el tímido comienzo de este amor de años se fue nutriendo de experiencias gratas y a la vez confusas. Ella me deslumbraba de maneras que muy pocas veces pude experimentar. Sin embargo, entre el hábito de recordarla y querer sentirla cerca, se iba entretejiendo una maraña de eventos y personajes que nos eran comunes y que frecuentemente entorpecían la posibilidad de permitir que mi amor creara su propio camino.   

martes, 17 de noviembre de 2020

Entre un silencio y otro

Noviembre 17 de 2020
23:08


Entre un silencio y otro
anidados tras la puerta que cerramos al partir;
en la tragedia de estar distantes
y con amaneceres alentando promesas,
escucho tu voz y siento el perfume entre tus senos
fases marcadas de la luna en nuestras noches
a veces mirándonos en silencio
a veces bailando desnudos
a veces fundiéndonos entre abrazos.

Entre una tarde y otra
donde las espesas nubes descargan sus furias
aparece tu nombre entre canciones distantes
eres tú en ellas y mi corazón lo sabe;
eres mujer esparcida en estas líneas;
eres poema;
versos hechos de los aromas tuyos 
frases atesoradas en la premura de tus agitaciones.

 

viernes, 13 de noviembre de 2020

Quisiera preguntarte

Noviembre 13 de 2020
13:20

Quisiera preguntarte
si me extrañas a la distancia
donde mis manos no pueden lograrte
y aún si en los momentos de ternura,
piensas en mí cuando me miras
si ves mi corazón que te quiere
cuando te invado despacio
y me entrelazo contigo en la penumbra.

Pues son tuyos mis anhelos
y esta mente que juguetea con recuerdos
donde apareces en mil fantasías
en mil colores y susurros
con tu nombre escabulléndose silente
en los secretos más prohibidos
y en las pasiones más inconfesables.


Dulce canción

Noviembre 13 de 2020
13:12


Me gusta preguntarte quien eres
y que me respondas en cada gesto,
es como entrar a tu húmeda puerta
donde me acoges dulce, presurosa,
e indago tu misterio con curiosa ansia.

Es toda tuya mi vida en cada beso
me fundo en ti y ya no hay palabras, 
ni siquiera hay tiempo ni lugar,
pues vimos que poco nos alcanzan,
solo una dulce canción para los dos.




Silueta tibia

Noviembre 13 de 2020
13:01



A muchas calles de mí, ¡pero tan cerca!
tu corazón y el mío laten a pesar del frío
como místicas sincronías de distancias, 
nos contamos secretos íntimos desde lejos
¡Cómo extraño tus olores, tus sabores
y la forma en que haces realidad mis locuras!
¡Cómo vuelves a mí con cada canción
para consolarme en las noches tristes!

Cerca de mí en el frenesí de tus recuerdos,
tus senos redondos bailando a mi ritmo
te hago el amor con las ansias de la primera vez
me lo haces tú y tu pasión no tiene final
volamos los dos en fronteras prohibidas,
ahora lejana, pero cuán cerca puedes estar
si te invoco en mis cartas reiteradas
y te abrazo en la silueta tibia que me dejaste.



 



jueves, 12 de noviembre de 2020

Una hora contigo

Noviembre 13
00:48


Una hora contigo
una victoria anticipada
una guerra ganada
un adiós con promesa de volver.

Se tornan en canciones
los instantes a tu lado
y regreso a casa feliz de verte
y también a lidiar con el vacío de ti.

Cuánto extraño el beso
la desnudez de tus hombros queridos
tu mirada profunda 
y las palabras tuyas en mi oído.

Una hora contigo
y mil para extrañarte
inventando historias al alma
que, quizás, te traigan de regreso.



martes, 10 de noviembre de 2020

Después de amar

Noviembre 10 de 2020
10:43 

En los rasgos de tu rostro
libro de fascinaciones que me pongo a leer,
en las curvas de tu cuerpo
por donde se deslizan mis miradas traviesas;
en el lenguaje de tus besos,
que hablan a veces mejor que las palabras
anclé mis deseos de hombre,
mis sueños de niño.

Y prometí amarte,
después de tanto renunciar a ti,
pues por cada segundo vivido contigo
he construido mundos y altares,
ansias convertidas en poema
donde me escondo en silencio
para divisar tu camino de regreso
sin más deseos que mirarte.

Nubes de silencio,
nítido como el perfume entre tus senos
me acompañan en mis extravíos
y al acostarme vienen a hablar conmigo;
te tengo y eres mi mundo
me entrego y soy bienaventurado
pues desde la primera vez que te vi
desde el primer beso y la primera noche,
nunca volví a ser el mismo.

   

Quedarme en tu memoria

Noviembre 10 de 2020
10:13




Me hice brisa
para mezclarme con el sonido de tu nombre
me hice penumbra
para matizar las tonalidades de tu piel desnuda
me hice amor
para escuchar tu corazón agitado en el silencio
me hice prisa
para contar segundos mientras apareces
me hice oscuridad
para amar tus horas más sórdidas
me hice palabras
para llegar a tu alma cuando estemos lejos...
y para que no me olvides,
¿qué haré de mí para quedarme en tu memoria?

 






sábado, 7 de noviembre de 2020

Te miro

Noviembre 7 de 2020
19:38 




Tras la dulce faena
desnuda y agitada entre las sábanas
con tus pechos apuntando hacia mí
desnudo sobre ti, saciado,
con el sudor en mi piel como rocío,
te miro como a un bendito milagro.






Me atrapaba ansiosa

Noviembre 7 de 2020
12:13

Cuando se aferraba a mí
con las lazos suaves de sus brazos
cuando me aprisionaba
con las cadenas de sus piernas
como reteniéndome fuerte
para evitar el escape,
como ignorando que quería estar allí
entre las paredes de sus muslos
justo en el valle de sus senos
para aspirar los aromas de su bosque
y beber sus néctares tibios.

Me atrapaba ansiosa en su colmena
ella toda era la reina de mis ansias
me encerraba ávida en sus dominios
y yo sólo gustoso, quería adorarla
soñando despierto sobre su piel desnuda;
y de tanto soñar, no me daba cuenta
que había fiesta bajo las sábanas
ebrio de amor a costa del tiempo
se deslizaban las horas,
y poco a poco, en frenesí,
yo solo quería estar con ella.