Noviembre 21 de 2020
9:32
En la inminencia del tiempo
cuando se nos vuelven claridades las ansias
se descorren velos de embriagueces
y se madura mejor el vino.
Vino que bebimos a prisa y en pausas
bailando desnudos en la penumbra
ebrios de todos los años esperándonos
y a la vez tan sobrios para amarnos
con la gentileza y la obsesión de nuestra mejor época.
Cuán grato me pareció aquel lugar
para hacerle nido a las caricias y a los besos
volábamos entre vapores de licor
como si hubiera un cielo infinito para hacerlo.
Tú y yo, sin ropa,
nos comimos y nos bebimos
y rompimos nuestro propio ayuno de despedidas
para ser a la vez presos y carceleros
en un juramento de amanecer abrazados.
No olvido aquella noche, mi vida,
fuiste mi mujer, mi cautiva y mi musa,
entre mis dedos se grabó la memoria de tu sexo
en mi boca tu néctar se convirtió en ambrosía
y en mi pecho fuiste íntima como nunca;
la luz del sol nos visitó temprano
para celebrar con alborozo
que nuestros cuerpos desnudos
se reconocieran otra vez en la mañana.
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