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Recuerdo el sabor de tus besos,
tus labios de azúcar y tu lengua juguetona,
fracciones de tu alma que me regalabas,
angustias de morir demasiado rápido.
Recuerdo la dulzura de tus ojos
y la grata amenidad de tus palabras;
la prisa de las horas mientras caminábamos
y nuestras manos entrelazadas conversando.
Te recuerdo, tanto como que existes
aunque al preguntarle a nuestros secretos,
de nuestros encuentros no nos digan nada,
porque así ha sido y será, ¡Por eso te recuerdo!
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