Septiembre 3 de 2016
5:24
Existe un misterio, sabroso y azucarado, entre tú y y yo. Al recorrer las hojas del libro anónimo de nuestra existencia, miro con asombro semejanzas inexplicables; coincidencias que traspasan lo probable de nuestros planes.
Y sucede que al imaginarte, lejos de esta distancia y el frío que nos separa y nos une, tus besos y la tibieza de tus abrazos me resultan más familiares de lo esperado. Nos reímos de pensarlo, lo sé. Hasta esa esfera acechan los hilos invisibles, que nos conectan en el tiempo.
Telarañas invisibles de cristal dorado; cadenas infinitas que nos despiertan a veces, o nos hacen soñar eventos vividos en otra parte. Cuando te buscaba en las calles del pasado, tal vez seguía sin saberlo las redes silenciosas que dejamos inconclusas. Cuando respondías, quizás queriendo romperlas, venías a mí por el mismo camino trazado de antemano.
Quizás, quizás no. ¿Cómo podríamos llegar a saberlo? Pero ocurre que al mirarme en tus ojos, me descubro yo mismo en la dulzura de tu alma, como si el tiempo se detuviera o no existiera más. Y te siento tan dentro, en un apego perfumado que no se desgasta, como si no debieras estar en otro lado.
Desgarrado amor, tibia obsesión. Alegría de verte llegar. Frenesí por mirarte gozar. Risas en un parque, lágrimas fugaces. Y esta intensa necesidad de disfrutar tus momentos, aún los más aciagos, bebiendo penas contigo o soñando despiertos.
¿Cómo estarás ahora, mi amor? Inquietud constante. Lirio perfumado de tu vientre, estrellas de cristal en tus ojos negros, terciopelo de tu voz, palomas errantes de tus manos. Te extraño como al sol tras la madrugada muda y solitaria. Te extraño como a la noche tras la agitación desbordada del día. Te extraño, mientras recorro los pasos que me llevarán otra vez hacia los tuyos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por regalarme tu tiempo y permitirme compartir estas líneas. Deja tus comentarios con el corazón, tal como yo he regado estas cartas.