Noviembre 25 de 2020
01:16
martes, 24 de noviembre de 2020
Contar tu vida
Capítulo 1 - Parte 4. Los lugares del amor
Noviembre 24 de 2020
00:56
Es inquietante comprobar de modo experiencial cómo los acontecimientos tienen un dónde y un cuándo. Estas coordenadas de espacio tiempo llegan a ser más memorables, cuanto más significativos sean para nosotros los hechos. Asimismo, parece estar ligada a la condición humana, a veces de manera trágica, la idea de atrapar algo de la esencia de los acontecimientos a través de cosas concretas: una fotografía, un objeto, un salón, una canción, un discurso. ¡Nos sorprendería corroborar cuántas de las cosas que atesoramos llevan implícitas conexiones con eventos que consideramos relevantes en el pasado!
En cuanto a mí, no tengo vacilación alguna al afirmar que la aparición de Liliana en mi vida es un acontecimiento, aunque no siempre fui inmediatamente consciente de ello. Las experiencias junto al amor de mi vida han llegado a convertirse en verdaderas intersecciones, sucesiones de eventos cuyas luces y sombras tienen el poder de marcar toda mi existencia. Por este motivo, paralelamente y poco a poco, los lugares donde todo ello ocurría se convirtieron para mí en espacios cargados de sentido, a los cuales solía retornar para captarlo plenamente. En otras palabras, se fue produciendo un fenómeno paulatino de profundo repensar, de retornar a los sitios donde ella y yo habíamos estado cerca, para sopesar todo lo que ocurría y por así decirlo, rumiar el acontecimiento. Era como si una calle, un cuarto, un mueble, un parque o un cuaderno me ayudaran a recordar algo que ella había dicho, un gesto suyo, una reacción o una actitud provocadora. Y creo que siempre me asombraba la ironía constante de percatarme tardíamente de lo que implicaban. Por ejemplo, años después de una despedida que precedió largos años de separación, frecuentaba la esquina de nuestro último beso para dejar allí, precisamente, un par de rosas en señal de nostalgia.
Semejantes experiencias de meditaciones tardías no eran causadas por alguna distracción de mi parte, al tenerla cerca. Sin embargo, pienso que no estaba lo suficientemente atento para percibir cada aspecto de lo que Liliana significaba; además, siento que había mucho ruido, por así decirlo, muchas personas y situaciones que me dificultaban saber lo que ella pensaba, sus gustos y profundos anhelos. Y más aún, si éstas mismas personas se daban cuenta de que yo estaba demasiado enfocado en aquella mujer, complicando todavía más las cosas. Su voz, su bella sonrisa, sus palabras, el tono de su piel contrastando con su ropa, su modo de andar, las cosas que hacía... Todo se perdía a veces en medio del bullicio, las interrupciones constantes de quienes querían ser el centro de atención, en tanto que para mí ese centro era solamente ella. Era como intentar captar la fina melodía de un violín en medio de una congestión de tránsito bajo la lluvia.
Por lo tanto, quiero insistir en algo. Tal como suele suceder con cada gran acontecimiento de la vida, en mi experiencia personal no siempre fui inmediatamente consciente de lo que implicaba tener a Liliana cerca; pero desde el principio cobraron importancia los lugares donde ella estuvo conmigo. Luego de concatenar momentos y espacios físicos, podía presentir que un acto tan simple como fijarme en su mirada le agregaría por siempre a mi memoria la dulzura de su brillo y la intensidad de su fuerza. Y con el correr de los años, el impacto que generaba en mí uno solo de sus besos o el roce fugaz de su mejilla tibia, se convertiría luego en el centro de una búsqueda incansable y obsesiva, que comenzaba justo en el lugar donde ocurrieron. Sumada al hábito de escribir lo ocurrido, tal como lo describí en otra ocasión, la referencia a los lugares constituía una práctica compleja, cargada de evocaciones sensoriales, melancólicos viajes al pasado y deseos de repetir las experiencias con mi gran amor. En las amargas instancias que sobrevendrían con los años, en las cuales la extrañaba desde la distancia, ya disponía de al menos dos ingredientes para desarrollar mi fijación, registrar los acontecimientos y reconocer los lugares conexos.
Por otro lado, puedo aseverar que en la dinámica de las locaciones que se entretejen alrededor del acontecimiento-amor, la dirección de los sucesos depende del sentido que aquellas tienen para nosotros mientras las estamos habitando. Nada puede anticipar si un gran amor germinará y dará su fruto pronto, o por el contrario, si tardará años en realizarse. Por ese motivo, los lugares guardan escondidos ecos y luces de momentos inolvidables que permiten recodar cómo sucedió todo. Para mí no resulta difícil vincular un lugar y una experiencia significativa junto a Liliana: una fecha especial, un beso apasionado, una caminata, un café compartido, una determinada canción que bailamos, un intercambio de regalos, un rato de enojo o de ruidosas carcajadas.
A los espacios de aquellos primeros acercamientos nuestros, se agregaron otros donde ocurrieron encuentros espontáneos y otros decididamente planeados. Hubo lugares generalmente agradables, aunque otros no tanto. Puedo decir que hay sitios para mí cargados de intensa emotividad, que para ella resultan ser difusos, o viceversa. Y para nosotros, tan jóvenes como éramos, una acción decidida hacia el amor romántico podría ser algo precipitado, considerando el lugar donde estábamos, cerca de sus padres o hermanos, o rodeados de personas imprudentes que estropearan el momento. En cambio, otros sitios eran imprevisiblemente adecuados, cuando todos dormían o estaban tan distraídos que no pudieron notar que habíamos huido de allí para disfrutar un beso furtivo.
Los espacios físicos son definitivos para asumir riesgos concretos, si estamos resueltos a que el amor florezca. Con el transcurso del tiempo, la madurez acumulada nos enseñó a adecuar los lugares más apropiados para determinadas experiencias amorosas. Las dificultades inherentes a los prejuicios, la edad y el entorno, desaparecieron cuando acondicionamos el contexto a nuestros deseos y no al revés.
Sólo puedo cerrar por ahora, diciendo una cosa más. Hay lugares y no lugares. En ambos, el registro de nuestras experiencias de amor, que más tarde se convirtieron en acontecimientos, quedaron perpetuados en nuestra memoria y en estos escritos. La ventaja de los lugares, como ocurre con las viviendas familiares, es que permanecen casi siempre inalterados, como museos privados para rescatar evocaciones. La ventaja de los no lugares, como lo atestiguan las calles y los recintos públicos, es que están a la mano, accesibles para hacer un arte de la reconstrucción de un acontecimiento.
domingo, 22 de noviembre de 2020
Capítulo 1- parte 3: Aromas y baile
Noviembre 23 de 2020
2:30
Dicen que cuando un amor termina, también se extingue una forma de lenguaje con códigos y signos propios. Los gestos cotidianos, las preferencias, los ritos, los acuerdos, la definición de un mundo único, los encuentros y desencuentros, constituyen un todo que difícilmente puede descifrarse sin la participación de quienes se aman. Y quizás por ello, resulta tan fascinante apreciar el amor como un fenómeno singular, que se va articulando a través de actos y palabras que se intrincan hasta convertirse en una compleja red. Red que puede durar tejiéndose toda una vida, o por el contrario, puede romperse súbitamente. ¿Quién puede suponer que en un rápido cruce de miradas o un leve intercambio de gestos está el germen de un gran amor? ¿Quién, en cambio, puede desestimar un escenario cálido y un encuentro propicio ambientado por música y perfumes, juzgándolos como una receta para el desastre de un amor que brota y ha de morir de agotamiento?
En cuanto a mí, hubo una sucesión de momentos de breves contactos con Liliana, que abrieron paso a la fascinación. Pero no ocurrió de un modo rotundo y avasallador, sino más bien a la manera de eventos simples. Fue la conjugación de varios instantes sin conexión entre sí. Primero, tras la aproximación espontánea en una tarde de diciembre, de repente me encontré bailando con ella y pude comprobar tras unos cuantos movimientos que me agradaba mucho sentirla cerca. En otra ocasión, nos habíamos visto de reojo, yo mirándola rápidamente en su ventana y ella también me vio desde allí, deslizándose detrás de la cortina para desaparecer fugazmente. Al día siguiente, todo recomenzó con la sutil curiosidad por saber si llegaría a mi fiesta; horas más adelante, tras haberla vuelto a abrazar una y otra vez en la formalidad del baile, me hallé a solas percibiendo su olor en una camiseta blanca. Yo se la había prestado para que se cambiara y así aliviar el calor que sentía por el estrépito de la danza. Y en la madrugada, antes de irse, me la devolvió con un desprevenido gesto de gracias. No puedo describir cómo sucedió el hecho de sentirme más agradecido que ella; la camiseta estaba nueva, días antes yo la había comprado en un viaje a la costa. Y ahora, Liliana había impregnado en la prenda una variedad de deliciosos aromas. Al olfatearla con precipitud, sentí de un modo muy particular que enloquecía con tal experiencia. Fue, digámoslo así, un primer acercamiento erótico con las sustancias de su piel, entremezcladas con los cosméticos y la humedad del sudor.
¿Acaso, fue allí que me enamoré de Liliana de manera indudable, en la privacidad de mi cuarto, cuando el aroma de su cuerpo atrapado en la camiseta se convirtió para mí en la fragancia preferida? Durante los años que siguieron, creo que de modo inconsciente siempre perseguí esa sensación. Se ha comprobado que el olfato es uno de los sentidos que mejor nos ayudan a recordar. Por cuestiones de nuestra configuración cerebral, el simple contacto con un aroma conocido nos desplaza en el tiempo a un lugar, una experiencia, una emoción ¿Qué más puedo agregar? Con certeza, que esta compleja combinación de percepciones en el tacto, la vista, el oído y sobre todo el olfato, fue convirtiéndose en el objeto de una búsqueda incesante. Pero más allá y por encima de las experiencia sensoriales, empecé a desarrollar una gran fijación en recordarla, cada paso, cada mirada, cada palabra. Mi mundo se estaba pintando con los colores de ella, su manera de andar, sus gustos, el tono de su voz, el olor de su cabello, los lugares que frecuentaba y sus temas de conversación.
Por si fuera poco, el amor fue encontrando caminos justo a partir de donde al parecer comenzó todo. Tal como aquella primera tarde, hubo muchas más circunstancias de encontrarme bailando con ella. Y estoy seguro de que esa práctica repetitiva, generalmente en fiestas de amigos y familiares, me permitió ampliar aún más las categorías de experiencias junto a ella. En aquel entonces, como suele decirse, en las fiestas se bailaba en pareja; a diferencia de la preferencia actual por el baile en solitario, en el cual aún la cercanía de un compañero o compañera suele ser un accesorio, el baile "a la antigua" requería de la sincronización de los pasos, de las manos, de los cuerpos y hasta de las miradas. Por esto, cada madrugada después de una fiesta, al despedirme de ella en medio del grupo de amigos, me invadía la íntima satisfacción de haber hallado el pretexto ideal para acercarme a Liliana. Me encantaba sentirla tan cerca, con el pretexto simple de bailar. A veces, literalmente nos abrazábamos mientras bailábamos. Nos acercábamos tanto en ciertas canciones lentas, que era un verdadero placer para mis sentidos tener tan próximo el aroma de su cabello, hablarle al oído y tomarla por la cintura, sintiendo su respiración estrechando sus senos contra mi pecho y algunos esporádicos roces entre nuestros muslos. Con todo, es menester aclarar que bailábamos bien y a gusto, tan coordinadamente como lo exigía el compás del ritmo.
Se ha dicho que un indicador fiable que nos anticipa qué tan placentero es el sexo con alguien, está en la experiencia de bailar con ella o él. Parece como si la cadencia, la dulzura, la sensualidad, la gentileza y la atención por los detalles fueran una impronta que está presente en la manera en que bailamos. Por este motivo, la forma en que el cuerpo se expresa está tan vinculada al gusto por el baile tanto como por el sexo. Al respecto, soy de la opinión de que las canciones hispanoamericanas desde los años setenta hasta avanzados los años noventa parecían contener los ingredientes propicios para que la química del romance y la dimensión pasional del sexo hicieran clic. Así las cosas, bailar era una forma de drama, en la que cumplían su papel las letras de las canciones, los ritmos, los estados de ánimo producidos, la efervescencia de las bebidas alcohólicas, la moda en el vestir y quienes participábamos en todo ello, sólo por mencionar algunos elementos. Por todo lo anterior, no tengo que explicar demasiado si digo que Liliana y yo compartimos desde el comienzo una especial afición por el baile, por ciertos ritmos, por ciertas canciones y que ello derivó en situaciones de profunda intimidad. Tanto en nuestros primeros incipientes acercamientos, como en nuestras más intensas experiencias tardías, concordamos en que el baile también era parte de todo ello. Tras las turbulencias de separaciones y reconciliaciones, ha sido simplemente mágico volver a experimentar la misma combinación de sensaciones cuando bailamos juntos. Es como si se actualizara todo el lenguaje de movimientos, temas de canciones, aromas, palabras, significados y otros códigos. Aunque los tiempos han cambiado y nosotros también, en un modo muy particular recreamos nuestro mundo entretejiendo recuerdos, gustos y modos de ser nosotros al aproximarnos y bailar.
En síntesis, la singularidad del afecto hacia Liliana creó una primera forma de lenguaje, construida de manera progresiva e intermitente a base de dos códigos iniciales: las experiencias de los sentidos y las del baile. El mundo que iba apareciendo en el horizonte poseía estos dos refinamientos propios de los grandes amores. No obstante, cabe preguntar: ¿Lo hacía de modo sostenido y claro? ¿Era suficiente para asegurar la continuidad, la permanencia y la solidez del amor en ciernes que embargaba mi pecho?
Me gusta
Noviembre 23 de 2020
00:03
Me gusta tenerte cerca
y a esa mujer que eres
tan auténtica y tan tú
brillando entre caricias
ebria de sinceridad,
desnuda el alma
como tu cuerpo
y al alcance de mis manos
que te necesitan
como mi pecho
que se acostumbró a cantar un día
sólo porque estabas cerca.
Y me gustan tus besos
porque saben a mujer,
a la mujer que amo;
como si me invitaran
a pasar y sentirme cómodo
en un lenguaje sin palabras
que quiero descifrar
en el libro de tus labios
en cuyas hojas rebusco
tus secretos de azúcar
escondidos en la roja
carnosa, tibia y húmeda
melodía de tus besos.
sábado, 21 de noviembre de 2020
Rompimos nuestro ayuno
Noviembre 21 de 2020
9:32
En la inminencia del tiempo
cuando se nos vuelven claridades las ansias
se descorren velos de embriagueces
y se madura mejor el vino.
Vino que bebimos a prisa y en pausas
bailando desnudos en la penumbra
ebrios de todos los años esperándonos
y a la vez tan sobrios para amarnos
con la gentileza y la obsesión de nuestra mejor época.
Cuán grato me pareció aquel lugar
para hacerle nido a las caricias y a los besos
volábamos entre vapores de licor
como si hubiera un cielo infinito para hacerlo.
Tú y yo, sin ropa,
nos comimos y nos bebimos
y rompimos nuestro propio ayuno de despedidas
para ser a la vez presos y carceleros
en un juramento de amanecer abrazados.
No olvido aquella noche, mi vida,
fuiste mi mujer, mi cautiva y mi musa,
entre mis dedos se grabó la memoria de tu sexo
en mi boca tu néctar se convirtió en ambrosía
y en mi pecho fuiste íntima como nunca;
la luz del sol nos visitó temprano
para celebrar con alborozo
que nuestros cuerpos desnudos
se reconocieran otra vez en la mañana.
Aquella noche
Noviembre 21 de 2020
8:53
Hubo noches
entre tú y yo,
y también lugares
que siempre dejaron una huella particular
como marcas indelebles en una playa de azúcar...
Pero aquella noche,
tan cercana aún
e intensa hasta la saciedad
que se prolonga en mi memoria
en mi piel y mis sueños
es la estrella exclusiva de un universo exquisito...
Aquella noche,
la recuerdo con tal detalle
como si la viviera todavía,
como si estuvieras aún frente a mí
junto la ventana
mirando la ciudad
en la intimidad que sólo nos brinda el anonimato.
Tan cálida noche
de devenir locura en tu boca divina
me parece verte aún,
sumergida en el agua tibia,
tu desnudez de rosa,
tu mirada plácida
y tus brazos como alas, rodeándome.
Tan dulce noche
entre sábanas blancas y delicadezas
donde, tras agitarte en un orgasmo de almíbar
rompiste en llanto, presa de alegría,
y mi corazón desconcertado
no hallaba paz hasta saberte satisfecha
como si me regalaras el instante más sublime
como si libaras miel para mis fantasías.
Tan desbordada noche
aderezada con nuestras copas llenas
hasta la locura de bailar nuestras canciones
con desvergüenza y galanura
con arrebatos de ternura
como si no hubiera más noche que esa
para beber tu sexo y tu dulzura
y para jurarte amor eterno.
Tan inolvidable noche
noche de todas mis vidas
anhelándote desde siempre
como se ansía la libertad tras la condena
noche de amarte
para amanecer aferrado a ti
y sentir a solas, al fin juntos,
la caricia suave de la mañana.
viernes, 20 de noviembre de 2020
Capítulo 1- Parte 2: Ella, mi enigma
Noviembre 20 de 2020
16:21
(Enero, 1987)
Es intrigante recordar los acontecimientos que de un modo u otro cambiaron para siempre nuestra vida, aunque sea demasiado tarde para cambiarlos. Son verdaderos puntos de inflexión para recontar y reordenar los sucesos a la luz de realidades que eran más importantes de como parecieron en su momento. Sólo el tiempo nos puede otorgar la claridad para comprenderlos, a pesar de que justamente el paso de los años llega a ser como un velo que termina por nublar lo que la lucidez nos ha concedido. Por si fuera poco, una de las ironías de la existencia es tener la madurez para valorar con juicio lo que pasa a nuestro alrededor, mas sin la fuerza necesaria para transformar las adversidades.
No obstante saberlo hoy, tal vez no resulte tan importante retar esa sabiduría universal que llamamos destino ¿Cómo cambiar lo irremediable? ¿o cómo saber que no lo es, a fin de mover los delicados hilos que lo tornen favorable a nuestros afectos? Era un ínfimo centro del universo real, es verdad. Mas lo suficientemente portentoso como para ser mi universo entero en aquella época incierta de mi vida. Y justamente, ahí estaba Liliana. Era joven y a veces frívola; tan hermosa a mis ojos y lo suficientemente encantadora para mantenerme en vela noches enteras en su ausencia. Sus grandes ojos negros y la espontaneidad de sus maneras llamaban tanto mi atención, que podría pasar las mismas horas en presencia de ella, mirándola, escuchándola, sintiendo el perfume de sus cabello largo y buscando la manera de tocarla. Aún recuerdo las tardes de acudir junto a ella, mientras la luz por la ventana la hacía más bella. Yo podía escuchar cada latido de mi corazón agitándose con esa sola escena, mientras Liliana leía descuidadamente o escuchaba música. Por eso, si algo sé hoy con certeza es que mientras mi alma y mis células se debatían por su proximidad, ella estaba ajena a todo ello, como la luz a las sombras.
Siendo así como era, que mi horizonte llegaba constantemente hasta las puertas de su casa, para debilitarse de emoción al mirarla, Liliana se convertía para mí en un enigma. Me encantaba verla reír y aún más cuando lo hacía con mis ocurrencias; con tan fina espontaneidad, que disfrutaba ser por un momento el destinatario de su sonrisa. Era como un tesoro para llevarme a casa, mezcla de fascinación y desconcierto, confianza en lo sucedido e inquietud por el futuro.
Sin embargo, para la época en que me enamoré tan perdidamente, ella tenía novio. De modo que disfrutar de nuestros acercamientos era fuente de inmensa alegría e ingenua malicia. Bien podía concebir yo que era suficiente con ser buenos amigos, disfrutando de la amenidad de esos encuentros. Pero una fuerza desde mi interior anhelaba mucho más y no se conformaba con sólo saberla cercana en la formalidad de las charlas. Con los años que vendrían, junto a mi manía de escribir recordándola, esta sería otra constante que signaría mi vida en relación con Liliana: saberla casi siempre ajena. Sus besos, sus abrazos y su pasión, que despertaban mis deseos, eran para alguien más y yo tendría que resignarme a vivir con esa sensación de insatisfacción y rabia. Años después, cuando pondríamos todas estas vivencias sobre el tapete, a ella le resultó incomprensible esta forma tan mía de amarla en silencio, con resignación y persistencia. A mí, no cabe duda, me resultó una experiencia tortuosa y harto dolorosa. Pero sólo quien ama de este modo puede entender que todo ello es soportable ante el estímulo de un solo encuentro.
Así pues, tras la euforia y el encanto de las primeras semanas dejándome cautivar por la belleza, la dulzura y la gracia de mi gran amor, vinieron épocas de gran confusión e incertidumbre. Algo en mi alma presentía la ruta que me esperaba, en la cual Liliana era el nombre al final de cada día sin saber lo que ocurriría al siguiente.
miércoles, 18 de noviembre de 2020
Capítulo 1, parte 1: Las cosas del destino
Noviembre 18 de 2020
12:54
Algún día, por cosas del destino o no, yo sentí que la amaba. Era conocida para mí, pero al mirarla de esa manera, una tarde, me di cuenta que no la conocía como en ese momento deseaba. De repente, permanecían en mi retina las imágenes de sus gestos; me resultaba tan atractiva la forma de su boca. Y aunque ella era parte del caleidoscopio de situaciones y personas queridas de aquel entonces, de una manera muy particular, la quería cerca; como si el alma intentara construir un mundo donde estuviéramos Liliana y yo solamente. Justo cuando tenía que irme de su lado, por las mismas circunstancias de tenerla tan cerca y ser parte de su mundo en pequeños fragmentos, prontamente la recordaba y quería volver. Tan sólo mirarla, escucharla o ver cómo realizaba sus tareas diarias era cautivante; por razones que no tenía siempre claras, sentía que me gustaba atrapar cuadros en mi memoria de su manera de caminar, de hablar o mirarme. Nada me permitió suponer que esa conducta se me convertiría en un hábito; ni imaginé que en los difíciles años que vendrían, ya sin ella, los recuerdos serían el único recurso para regresarla a mí en modos en que sólo quien ama puede dar por satisfactorios.
En pocas palabras, me estaba enamorando, aunque al mismo tiempo presentía la complejidad de todo lo que ello suscitaría. Me fascinaba sentir cómo ocurría todo; disfrutaba acercarme de modo que mis intenciones pasaran desapercibidas, aunque como sucede con las cosas del amor, eso pronto ya no era posible: las personas a nuestro alrededor, las de nuestra edad y las mayores, se daban cuenta que yo la quería; a veces, hacían mofa de ello, quizás porque no hay nada más debilitante que el acontecimiento del amor, en el cual los sentimientos afloran y la vulnerabilidad es parte de la forma tan auténtica en que entendemos al otro. Lo que al comienzo fue una oportunidad, paulatinamente se fue tornando en una incómoda amenaza. El solo hecho de aproximarme a la esquina de su casa se convertía en una fuente de angustia, como si mil ojos estuvieran acechándome.
A consecuencia de semejante imbricación de sucesos, personas y lugares, sentía que la iba perdiendo de mi horizonte. A veces, la presión de todos alrededor se convertía en un ruido ensordecedor que no me permitía escucharla. Ir a visitarla implicaba algo así como una incómoda antesala, donde el corazón sufría por no hallar ya el momento adecuado. Me volví nostálgico de las primeras semanas, en las que la euforia de los encuentros, con su espontaneidad, sonidos y ocurrencias de juventud, era algo tan deseable y a la vez inalcanzable. Nadie nos advierte que las primeras fases del querer suceden catalizadas por un sinfín de sensaciones que van perdiéndose irremediablemente con el correr de los días. En los estados de percepción exaltada, recuperaba en mi mente la suavidad de su rostro, su largo cabello negro y la alegre belleza de su cuerpo, matizados en una fragancia exquisita que no podía localizar. En tales experiencias, ya lejos de su casa, sufría unos deseos incontenibles de ir a verla. Algo imposible, pues nos había llegado a todos el fin de las vacaciones escolares. Y para mí, también llegaba la necesidad de replantear mi vida en busca de una vocación y la estabilidad a la que la sociedad nos arroja cuando somos conscientes de que la niñez se ha marchado.
No obstante, ¿Qué pensaba Liliana de todo ello durante esos inicios? ¿Cómo experimentaba desde su situación las intersecciones del amor tan intenso que provocaba en mí? A decir verdad, nunca pude saberlo del todo, y cuando me comentó sobre el tema, había ya transcurrido mucho tiempo como para que fuera relevante. Desde la comodidad de lo que llegó a ser nuestro presente, los hechos del pasado a menudo parecieron ingenuos y erráticos. Quizás, tiempo después de mi primer enamoramiento, ella no tenía interés en conocer los detalles, si bien las consecuencias de los días tortuosos de quererla a la distancia, así como el silencio provocado por la necesaria prudencia impregnaron luego de indecisiones nuestros encuentros. Sólo puedo decir por ahora que ella se mantenía al margen, ignorándolo todo o prefiriendo no saberlo. Algunas veces estábamos juntos, creando un ambiente de confianza que no era común en otras circunstancias y supongo que ella presentía que algo extraño ocurría. Por otro lado, es fácil considerar que las mismas personas cercanas que a mí me importunaban, también le avisaban que algo ocurría en mí hacia ella, quizás con un nivel de espontaneidad y hasta de burla que ella tuvo que sufrir a su modo.
Puedo concluir, por ahora, diciendo que el tímido comienzo de este amor de años se fue nutriendo de experiencias gratas y a la vez confusas. Ella me deslumbraba de maneras que muy pocas veces pude experimentar. Sin embargo, entre el hábito de recordarla y querer sentirla cerca, se iba entretejiendo una maraña de eventos y personajes que nos eran comunes y que frecuentemente entorpecían la posibilidad de permitir que mi amor creara su propio camino.
martes, 17 de noviembre de 2020
Entre un silencio y otro
Noviembre 17 de 2020
23:08
Entre un silencio y otro
anidados tras la puerta que cerramos al partir;
en la tragedia de estar distantes
y con amaneceres alentando promesas,
escucho tu voz y siento el perfume entre tus senos
fases marcadas de la luna en nuestras noches
a veces mirándonos en silencio
a veces bailando desnudos
a veces fundiéndonos entre abrazos.
Entre una tarde y otra
donde las espesas nubes descargan sus furias
aparece tu nombre entre canciones distantes
eres tú en ellas y mi corazón lo sabe;
eres mujer esparcida en estas líneas;
eres poema;
versos hechos de los aromas tuyos
frases atesoradas en la premura de tus agitaciones.
viernes, 13 de noviembre de 2020
Quisiera preguntarte
Noviembre 13 de 2020
13:20
Quisiera preguntarte
si me extrañas a la distancia
donde mis manos no pueden lograrte
y aún si en los momentos de ternura,
piensas en mí cuando me miras
si ves mi corazón que te quiere
cuando te invado despacio
y me entrelazo contigo en la penumbra.
Pues son tuyos mis anhelos
y esta mente que juguetea con recuerdos
donde apareces en mil fantasías
en mil colores y susurros
con tu nombre escabulléndose silente
en los secretos más prohibidos
y en las pasiones más inconfesables.
Dulce canción
Noviembre 13 de 2020
13:12
Me gusta preguntarte quien eres
y que me respondas en cada gesto,
es como entrar a tu húmeda puerta
donde me acoges dulce, presurosa,
e indago tu misterio con curiosa ansia.
Es toda tuya mi vida en cada beso
me fundo en ti y ya no hay palabras,
ni siquiera hay tiempo ni lugar,
pues vimos que poco nos alcanzan,
solo una dulce canción para los dos.
Silueta tibia
Noviembre 13 de 2020
13:01
A muchas calles de mí, ¡pero tan cerca!
tu corazón y el mío laten a pesar del frío
como místicas sincronías de distancias,
nos contamos secretos íntimos desde lejos
¡Cómo extraño tus olores, tus sabores
y la forma en que haces realidad mis locuras!
¡Cómo vuelves a mí con cada canción
para consolarme en las noches tristes!
Cerca de mí en el frenesí de tus recuerdos,
tus senos redondos bailando a mi ritmo
te hago el amor con las ansias de la primera vez
me lo haces tú y tu pasión no tiene final
volamos los dos en fronteras prohibidas,
ahora lejana, pero cuán cerca puedes estar
si te invoco en mis cartas reiteradas
y te abrazo en la silueta tibia que me dejaste.
jueves, 12 de noviembre de 2020
Una hora contigo
Noviembre 13
00:48
Una hora contigo
una victoria anticipada
una guerra ganada
un adiós con promesa de volver.
Se tornan en canciones
los instantes a tu lado
y regreso a casa feliz de verte
y también a lidiar con el vacío de ti.
Cuánto extraño el beso
la desnudez de tus hombros queridos
tu mirada profunda
y las palabras tuyas en mi oído.
Una hora contigo
y mil para extrañarte
inventando historias al alma
que, quizás, te traigan de regreso.
martes, 10 de noviembre de 2020
Después de amar
Noviembre 10 de 2020
10:43
En los rasgos de tu rostro
libro de fascinaciones que me pongo a leer,
en las curvas de tu cuerpo
por donde se deslizan mis miradas traviesas;
en el lenguaje de tus besos,
que hablan a veces mejor que las palabras
anclé mis deseos de hombre,
mis sueños de niño.
Y prometí amarte,
después de tanto renunciar a ti,
pues por cada segundo vivido contigo
he construido mundos y altares,
ansias convertidas en poema
donde me escondo en silencio
para divisar tu camino de regreso
sin más deseos que mirarte.
Nubes de silencio,
nítido como el perfume entre tus senos
me acompañan en mis extravíos
y al acostarme vienen a hablar conmigo;
te tengo y eres mi mundo
me entrego y soy bienaventurado
pues desde la primera vez que te vi
desde el primer beso y la primera noche,
nunca volví a ser el mismo.
Quedarme en tu memoria
Noviembre 10 de 2020
10:13
Me hice brisa
para mezclarme con el sonido de tu nombre
me hice penumbra
para matizar las tonalidades de tu piel desnuda
me hice amor
para escuchar tu corazón agitado en el silencio
me hice prisa
para contar segundos mientras apareces
me hice oscuridad
para amar tus horas más sórdidas
me hice palabras
para llegar a tu alma cuando estemos lejos...
y para que no me olvides,
¿qué haré de mí para quedarme en tu memoria?
sábado, 7 de noviembre de 2020
Te miro
Noviembre 7 de 2020
19:38
Tras la dulce faena
desnuda y agitada entre las sábanas
con tus pechos apuntando hacia mí
desnudo sobre ti, saciado,
con el sudor en mi piel como rocío,
te miro como a un bendito milagro.
Me atrapaba ansiosa
Noviembre 7 de 2020
12:13
Cuando se aferraba a mí
con las lazos suaves de sus brazos
cuando me aprisionaba
con las cadenas de sus piernas
como reteniéndome fuerte
para evitar el escape,
como ignorando que quería estar allí
entre las paredes de sus muslos
justo en el valle de sus senos
para aspirar los aromas de su bosque
y beber sus néctares tibios.
Me atrapaba ansiosa en su colmena
ella toda era la reina de mis ansias
me encerraba ávida en sus dominios
y yo sólo gustoso, quería adorarla
soñando despierto sobre su piel desnuda;
y de tanto soñar, no me daba cuenta
que había fiesta bajo las sábanas
ebrio de amor a costa del tiempo
se deslizaban las horas,
y poco a poco, en frenesí,
yo solo quería estar con ella.
Extrañándola
Noviembre 7 de 2020
11:41
Ella se ha ido y mi corazón no lo sabe
aún embriagado del vino de su sexo
de sus caricias que traspasan el tiempo
late con la misma prisa de aquellos años
en que florecían mis ansias por ir a verla.
No está, ¡pero cuánto la quiero todavía!
reteniendo en las yemas de mis dedos
los lugares de sus secretos de mujer
como se extraña la lozanía el paraíso
una vez que el ángel lo cierra con su espada.
Y aquí me tiene el cielo, pensando en ella,
mirándole en el sol y en las estrellas
y en todas las estaciones de la luna
mi corazón no lo sabe, pero ella se ha ido,
y yo aquí me conformo con quererla.
Evocaciones de azúcar
Noviembre 7 de 2020
11:13
Tantas evocaciones de azúcar
de sus besos de almíbar,
que, fermentadas,
se transforman en alcohol
recorriendo mis venas
¡Cuánta melancolía!
¡Cuántas ansias de comprobar
que no ha sido un sueño!
Los matices de su piel tibia
cual seda deslizándose en la mía
-bajo el agua tibia y cristalina
que me dejaba verla toda,
o bajo el blanco de las cobijas
invitando a sumergirme en ella-
han de quedarse por siempre
como un sello con fuego.
Como humo
Noviembre 7 de 2020
10:48
Como humo
se deshicieron los momentos
tras la efervescencia del amor
la humedad de su sexo tibio
su risa de picardía
y uno que otro te quiero.
Como humo
que aspiro en silencio
tragándome mis deseos
de correr pronto a encontrarla
negociando suspiros
por arrebatos del corazón.
Como humo
ella se ha ido de aquél lugar
nos fuimos los dos
y a decir verdad
en el amor todo tiene su tiempo
¡pero cómo quisiera regresar!
domingo, 1 de noviembre de 2020
Nudo y desenlace
Noviembre 1 de 2020
12:43
En la agitación del sexo,
en esta prisa por descubrirnos
nos perdemos los dos
ignorando nuestra identidad
o seguramente hallándola...
¿A qué se puede comparar
semejante necesidad de estar
y de ser en el mundo frío
de cuyo desencanto huimos?
Eres tú y me extasía verte
la delicadeza de la flor
goteando néctar entre tus muslos;
la ingenua desnudez
sobre todo en las palabras
donde tus gemidos riman
con mi respiración agitada
somos nudo y desenlace.