29 de Noviembre de 2012
22:07
No pienses que no sé lo que pasa alrededor. No asumas que ignoro la dureza de nuestra distancia, la cual se hace más grave e irreversible día tras día. No des por hecho que me aparecí de la nada, para fingir la locura de amarte. No consideres que soy un necio cantando una canción repetida y anacrónica. No insinúes que no me doy cuenta de las decisiones que hemos tomado. No atribuyas a un despropósito mis mensajes y mis saludos repentinos. No pretendas que soy un desquiciado que se olvidó del mundo y está hundido en sus desvaríos.
Soy tan consciente de mis noches como tú de tus días. Sé cuánto te incomoda que siquiera toquemos el tema de los dos. Sé lo difícil que eres de abordar, y el infranqueable muro que levantas ante una insinuación vaga. Me doy perfecta cuenta de los días que vivimos, de tantos sinsentidos. Siento un crujido seco cuando regreso a mi casa después de andar tras tu recuerdo. Medito y me pregunto qué es todo esto. Qué sentido tiene remontarme de este modo al pasado, esclavo solitario de un tiempo perdido que ya nadie recuerda.
De día trajino con los deberes de todos, con la prisa y los planes. Atiendo mil responsabilidades y proyecto cambios constantes para asegurar el futuro. Realizo las tareas necesarias y más. Las ocupaciones perfilan constantemente las realidades vividas, las pasadas y las presentes. Mi espíritu se sobrecoge ante lo sagrado. Me entretengo con música, me divierto y me entristezco.
Sin embargo, late un no sé qué escondido, aprisionado en mi pecho. Como un ave cautiva, que ansía la libertad, y que se agita insistente. Un estremecimiento profundo, secreto, acostumbrado por años de hábitos, recorre las fibras de mi ser, sin que pueda hacer nada al respecto.Te llama y te busca, aún cuando entre agonías y lágrimas he hecho lo posible por acallarlo. No considera horas, tiempos, situaciones, impertinencias, riesgos ni circunstancias. Sólo la presencia tuya, o una noticia sobre ti le aletarga y descansa, aunque sólo para revolotear más alegre y pertinaz.
Podrías dejar de hablarme, como lo has hecho antes; podrías hacerme daño, como lo hiciste ya; podrías enfrentarme con rabia por la insensatez de mis actos, como has querido hacerlo; podrías marcharte lejos, tanto que no supiera como encontrarte... En fin, podrías martirizar aún más mi alma... Y probablemente sólo conseguirías que te ame más. Y más aún, que esta inquietud íntima por ti se me vuelva seductora fragancia, y termines por extasiarte en ella.
No sé cómo decirte que no puedo, tras estas décadas, dejar de quererte, de esperarte, de extrañarte; con la luz encendida, manteniendo viva la esperanza, hasta que mis días se apaguen...
El día que me quieras - Calamaro
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