lunes, 26 de noviembre de 2012

Tras años de Ambular



Noviembre 26 de 2012
13:05

Tras años de ambular distintos espacios en la vida, he llegado a varias conclusiones.

Siempre has estado presente...
Lo estuviste cuando buscaba a la mujer con quien vivir alegrías de manera plena y exclusiva; lo estabas cuando perseguía mi musa en momentos de febril inquietud; persistías reiteradamente en mis oraciones más íntimas. Lo has estado todos estos años extrañando tu abrazo y la paz de tu mirada. Sin que lo supieras entonces, tu abrazo me resultaba un alivio, un motivo para regresar a ti, una espera mezclada con pasión y sosiego; el placer maravilloso de tenerte cerca.

Me enseñaste a ser mejor hombre, desde el principio.
Sin darte cuenta, proyectaste en mí el deseo de ser más honesto, gentil y familiar. Me mostraste la alegría de formas que percibía en mi alma. Te aparecías con tu figura grácil y amena en las reuniones de amigos y familia; silenciosa a mi lado; te aparecías cuando la Vida nos encontró a ambos, inesperadamente.. Te aparecías cuando corría a buscarte. ¡Y aún si no llegabas,... estabas tan presente y tan real en mi corazón! Del mismo modo que lo has estado todos estos años desde cuando nos alejamos.

Fuiste un ideal inalcanzado entonces, y lo sigues siendo de muchas maneras hoy.
Es difícil hablar de ello, porque he tenido una indomable tendencia a idealizarte. Me he quedado con trozos de recuerdo, y olvido frecuentemente que sufrí mucho por querer tenerte cerca, y una vez cercana, por que no te me fueras. También se me olvida frecuentemente que eres libre como quien te trajo a mí, ¡Cuánto más lo eres hoy, amor! Te sigo buscando de todas maneras, te llamo en silencio y busco más páginas perdidas de las horas y días vividos contigo. Ayer precisamente atrapaba en el recuerdo los instantes de entrega, de íntima cercanía, de tierna calidez. Cuando nos entregábamos el amor. Y aunque me dejaste la esencia de tu feminidad, aunque bebí del néctar inolvidable que desearía volver a saborear a mis anchas, estás ahora lejana, inaccesible como la luna que me mira con frialdad.

Te me figurabas como alguien a quien siempre quería encontrar, con quien deseaba urgentemente hablar. Al igual que esperaba la luna llena en las noches de avidez y de romance, tu mirada y cercanía eran un puerto para arribar tras tormentas indescriptibles. La mezcla de inquietud y descanso que me producías al acercarte, se me volvió necesaria como el aire. No importaba con quienes estuviéramos, constantemente me alegraba mirarte, hablarte, tocarte.

Sigues en mis caminos, mientras aliento la esperanza de encontrarte nuevamente, de poder tan siquiera verte. Y aunque tras algunos años de alejarnos, un día te dije con insistencia que necesitaba verte, al parecer la nube de olvido envuelve otra vez esta ilusión aguardada. Pero persisten latentes en el anhelo, la prisa y el suspiro.

Has llegado a ser esa secreta esperanza de vivir alegrías, de comunicar las ansias del alma, el espacio acogedor para dialogar con el corazón.

La partida, tristeza inapelable e inesperada; la separación, sombra insoslayable; el adiós inevitable... Todo se conjuga misteriosamente, como la tormenta nocturna. Mas el corazón encuentra rumbos inesperados para no dejarse morir de frío. El pasado viernes volví a dejar dos rosas y una nota íntima en la esquina donde nos dijimos adiós con un último beso, donde te entregué mis poemas. "Liliana, te amo, siempre te amé, siempre te seguiré amando". ¡Qué cerca me sentí de ti! ¡Qué íntima cercanía otra vez! ¡Qué delicioso sabor de tus labios en los míos! ... ¡Aunque fuese el final entonces! El amor renovará, lo sé, los aires de nuestras tardes, de mil noches por venir. ¡Estaremos juntos otra vez y será definitivo!

No dejes de hablarme, yo esperaré mañanas nuevas y cultivaré besos, caricias y abrazos.


Te amo


Qué será de ti Thalía

 





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