Julio 17 de 2017
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Como una cita recurrente con tu mirada,
preciso la cautela para saberte íntima,
cercana a cada átomo de mi vida,
sin dejar escapar ni la sombra de tus recuerdos,
sin dejar caer ni un pétalo de tu dulzura.
De repente sobrevienen las imágenes de tus pasos,
oleadas de alegría en tu sonrisa cuando llegaste
y al final, sea por pretexto de despedida,
sea por el placer absoluto de mis sentidos,
el suave contacto de tu boca.
Circulan nuestras voces en aquellos muros,
ecos resistentes a la furia del olvido,
de pronto tus manos junto a las mías,
la expresa complicidad de nuestras pupilas
y la cálida simplicidad al despedirnos.
Y resulta que transcurrido el tiempo,
pasados los dolores de la sórdida ausencia,
te me volviste el aire, el agua y la luz del día,
tibio alimento en mi casa, abrigo en la noche
y paciencia serena de tu cuerpo que espero.
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