martes, 27 de diciembre de 2016

Última carta

Diciembre 27
00:29






Liliana,
te diré algo.
La vida es irónica.
Un siete de diciembre,
hace treinta años, 
sentía la estampida en el pecho:
-Me había enamorado de ti-
Otro siete de diciembre, hace veinte,
sufría la más amarga desolación,
pues te casabas y la distancia era inapelable.
Mas el siete de diciembre de este año,
me deleitaba eufórico, más enamorado y expectante,
porque súbitamente tu amor y tus besos habían regresado...




Tengo que escribirte una última carta. No te alarmes, es sólo la última de este año. Soy consciente de que por momentos quisieras que parara de escribirte (también que paráramos de hablar y que alguien parara este mundo que inventamos), pero hoy no es el caso. Es la última porque completa un loco número treinta de mensajes para ti, durante este increíble mes. Loco porque representa los treinta años de la experiencia indescifrable de amarte. Ya sabes que soy afecto a esta clase de cosas contigo.

Hay tanto que quiero decirte, que una sola carta no me alcanza... Pero quiero ceñirme a mi original propósito. Has estado en mi mente durante las últimas horas tan intensamente como pocas veces. Recuerdo tu mirada tan dulce, algo hay en ella que me enloquece cuando me miras de cierta manera. ¡Y me preguntaste por qué te miraba! Y te respondí cualquier cosa. Pero esa manera particular de mirar, de algún modo la tengo fija en la retina y en el corazón.

Hay tanto que quisiera decirte... Tenerte tan cerca cuando bailamos es conocer tanto de tu sensualidad y tu esencia; tanto de esa mujer que adoro aunque no conozco, que persisto en esperar y perseguir; tanto de las sensaciones que desencadenas en mí íntegramente y que nadie ha despertado con tal frenesí. Y así como siempre ha ocurrido, te fuiste y se me acabó la fiesta. Algo se apagó, como si mi corazón se retirara a dormir contigo y me dejara vacío de vida. Me quedé solo, con una sórdida ansiedad y la idea retorcida de tu inesperado retorno, en tanto escuchaba canciones desgarradas. Creo que esa precisa experiencia define bastante bien la espera irracional de todos estos años.

Hay tanto... De pronto tus palabras al otro lado de este río de locura, y la necesidad de beber directamente de tus dedos, cada letra que me escribes. Me acaricias con cada idea, me consuelas en esta distancia, a veces absurda, a veces sabia. Dicen que el amor nos enceguece y oculta los defectos del ser que amamos. No obstante, quisiera saber, de ser así, por qué no dejé de quererte durante estos años y una vez que volví a encontrarte, por qué vi a la mujer que amo y no un espejismo irrealizable. Por qué encajas tanto en mis sueños y te ciñes a mis deseos, como una idea realizada con olor a mujer y sabor dulce, cuya belleza no logró marchitar el tiempo mientras me sigue embriagando con cada aproximación a tu boca y a tu piel. De hecho, justo ahora se repite esa intensa proximidad a tu sexo cuando pusiste mi mano en tu vientre para localizar algo que te había llevado. Asimismo, la potente seducción de tu ombligo que toqué hace apenas unas noches, quizás por accidente, quizás deliberadamente. Entonces mis manos recuerdan con desesperación que eres mujer y reclaman más con una fuerza incontrolable. ¿Cómo se maneja algo así en un mundo en el que estamos tan cerca y tan lejos?

Hay más, mucho más... Mi mente está desbordada y mi corazón te busca. Para ti llega a ser un simple día lo que para mí es un viaje desesperado al país de verte, de escucharte, de besarte y tocarte. La música me trae algo de calma, pues los recuerdos llegan a ser ingobernables. De verdad te amo y a cada instante me sorprende comprobar cuánto. Por lo pronto, te deseo para el Año Nuevo todo el Bien de este mundo. Mis oraciones te quieren en una Tierra Bendita y en el Cielo Amplio de tus sueños realizados. Dios te bendiga y te guarde, Amor de mi Vida.










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