Aquella vez, la primera, una noche de diciembre, hace más de tres décadas, se me acabó el tiempo -y por un instante se me acabó la vida- sin haberte dicho que eras todo y nunca dejarías de serlo por el resto de mis días.
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Gracias por regalarme tu tiempo y permitirme compartir estas líneas. Deja tus comentarios con el corazón, tal como yo he regado estas cartas.
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