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A veces se rescatan cartas
cartas que llamamos recuerdos,
de nubarrones grises
nubarrones que llamamos olvidos.
Aquellas a veces duelen
cuando son demasiado tardías;
estos otras veces consuelan
cuando tocan a nuestra puerta
trayendo ecos de mejores días
un aroma esquivo o un beso exquisito.
Y de esas cartas,
cuyo remitente está en azul, como de cielo
o en gris, como de melancolía,
prefiero las inscritas en pausas
con las letras indelebles, persistentes
a veces difusas, a veces distantes
mismas con que se escribe tu nombre.
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