11:34
La última noche que te vi
robándole alas al olvido
hicimos de un viejo parque un jardín de sueños
y de la noche una taza de café para charlar.
Cómo me gustó caminar al lado tuyo
como si regresara de un coma para saludarte
eran horas que parecían parpadeos
del puro placer de mirarte.
Vagábamos como niños
como los adolescentes que fuimos
contando historias y besándonos
en el anonimato de las calles que volvieron a vernos.
Quedaron, las horas, como testigos
manantiales exquisitos de tu presencia
de tus pasos esquivos y mis brazos apurados
de la timidez de tu llegada
y la alegría de mis ojos.
Cómo añoro cada momento
cada ocasión dejó sus marcas en mi memoria
huellas de caricias necesarias
sabores de besos ansiados,
aplazados por la tragedia,
apurados por urgencia de encerrarnos.
Cómo quisiera un cuarto para verte
o una playa para caminar juntos,
una de esas en que soñamos perdernos
donde el beso sabe a miel
y el sudor a limonada.
Y lamento el frío de la obligación
el deber de estar en otra parte
porque el tiempo nos halló cautivos
y hemos tenido que hallar pausas
para querernos y regresar a casa
para extrañarnos de lejos
para volver a soñar con otra tarde
¡Hasta entonces, amor mío!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por regalarme tu tiempo y permitirme compartir estas líneas. Deja tus comentarios con el corazón, tal como yo he regado estas cartas.