Enero 31 de 2017
21:08
Nuestra sangre se unía
en abrazos de piel y besos ardientes,
éramos un solo mar y un solo cielo...
No existía nada más para mí
que tu cuerpo desnudo
y mis ojos febriles contemplaban
tus gestos de placer,
tus pechos agitados,
el milagro de tu piel...
Tan cerca de la muerte,
bebiéndome tus néctares
y echando a volar palomas blancas
en tu firmamento rebosante de estrellas
franqueando tu monte y tu selva húmeda.
Y por el agobio de las horas
sembré un beso en tu boca entre la penumbra
y te vi partir sin saber
que habrían de pasar tantas lunas más
desde esa hermosa noche que no olvido.
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