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Son como dos niños,
que se ríen al verse
y se esconden de repente
para crear un mundo.
Se abrazan
se besan tiernamente
y podría jurar
que nada les importa
más que estar juntos
mientras pasa la tarde.
..........................
Mas al despedirse,
que deja de escucharse,
paran de sonreír
y miran con gravedad,
saludando formalmente:
«¿Cómo está usted, señor?»
«¡Hágame un favor, señora!».
Adultos los dos
mercaderes de las horas.
Y de vuelta a sus mundos
-porque el otro quedó atrás-,
sólo esperan otra tarde.
Y las añoranzas
palpitan en su pecho.
Guardan silencios,
atesoran secretos
que se vuelven suspiros,
por amarse en silencio
por volver a encontrarse.
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