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El calendario señala que hace veintitrés años nos separamos rotundamente. Aquel último contacto de nuestros labios determinó un rumbo distinto para los dos, especialmente para mí. Desde entonces, ha sido tan drástico y desolador vivir las secuelas del adiós, que debo retornar una y otra vez al mismo lugar, para alentar el corazón. Para recordarle que, de algún modo, el tiempo no logró cambiar las cosas, pues has seguido insertada en las fibras más profundas de mi existencia.
Aquel instante, en la noche, te perdía. Pero también te empezaba a amar de otra manera.
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