Diciembre 7 de 2012
Tantos años después del delirio que me causaste la primera vez, mujer de mi vida.
Anoche, meditaba incesantemente en los momentos vividos contigo, sobre todo los que por su nivel de intensidad e intimidad me hicieron conocerte mejor. De pronto, empecé a imaginar lo que hubiera podido ser, y de qué tantas circunstancias dependía entonces. ¿De qué modo las decisiones que tomamos o dejamos de tomar afectan nuestro presente, que se hace imposible escapar de él? ¡Cómo nos tortura la imaginación que alcanza los límites insospechados de la locura para exhibir el tamaño de nuestros errores!
Si tan sólo amor, no me hubiera dormido en esperanzas vanas, aun cuando puedo decirte que no dejé de amarte de verdad, con todo lo que mi ser podía. Las palabras hubieran podido ser más hechos, insinuaciones claras y atrevimientos más allá de lo estipulado para los dos. Las circunstancias eran difíciles, pero fui un quijote inventando batallas contra sombras y mostruos imaginarios. Desvié mi atención de los desafíos reales y temí enfrentarlos, pensando más en el enojo o la contrariedad de quienes podrían en aquella época causarnos daño, que en el tesoro que me esperaba contigo.
Si tan sólo me hubiera empapado más de ti, cuando te entregabas a mis antojos como una flor perfumada. La timidez y irresolución de mi parte, sumadas a un constante sentido del deber, fueron mi ruina contigo. Cuando te entregabas eras nido y paloma, la tersura de tu piel enloquecía mis sentidos y me perdí sin remedio entre tus brazos. Me embriagabas con tus besos, con tus caricias, con tu cercanía, con tu perfume y tu néctar. E iluso, sin percibir que nuestro amor era inoportuno para las madrugadas y los días que seguían, confié demasiado en el futuro. No supe alimentarte de mi pasión, no quise abrir la puerta que me entregaste en esas horas inolvidables. Fuí un insensato con ese raudal de sabias deliciosas y pétalos de flor que me regalaste esas noches que no dejo de atrapar en mi memoria.
Si tan sólo hubiera luchado más por ti, no dejando nada al azar o al capricho de quienes tomaron posiciones firmes contra mi amor. Me duele pensar que mis mejores días se esfumaron con un adiós absurdo e imprevisto; con la cadena de equivocaciones que siguieron; con mi silencio y tu indecisión; con mi enojo y tu orgullo; con cada mañana en la que nos encontrábamos (tú para la universidad y yo para mi trabajo). ¡Por una necedad de la que me he arrepentido todos estos años, creyendo no sentir sed mientras desperdiciaba el agua preciosa que vaciaba del cántaro! Luego, la mayor parte de lo vivido era lamentar, invocar lunas perdidas, recordar viejas canciones... Pero sólo había soledad y vacío de ti por doquier. Y aún cuando llegamos a hablar, por ejemplo tras el momento de lucidez al llamarte para tu cumpleaños, respondí a tu curiosidad con una pose estúpida de autosuficiencia. Cómo lamento eso, amor. Si pudieras perdonar mi insensatez. Si pudiera regresar los giros del universo para estar juntos de nuevo.
No obstante, espérame... Hoy los gigantes parecen más reales, pero tengo la resolución de mi parte. Te he extrañado demasiado para seguir con esta absurda pasividad que me está enloqueciendo, mientras los trozos que quedan de este amor siguen esparciéndose en el olvido.
Estas palabras contra mis acciones, un medidor de verdades y realizaciones. El tiempo que queda es poco. Tú sigues tan hermosa e inquietante.
Espérame...
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