sábado, 15 de diciembre de 2012

La música







15 de Diciembre de 2012
13:03

Volviendo al pasado para calmar penas

La música que bailábamos es una terrible omisión en todas estas líneas, aunque no en la primeras que escribía recordándote. Se trata de un factor importante en nuestros primeros acercamientos, el cual se mantuvo constante a través de años. Tristemente, desaparecía cuando me hallaba a solas, pero apenas de un modo, porque lo cierto es que estaba conmigo para recordarte y despertaba con mucho furor mis nostalgias. Trágicamente, se esfumó por completo, al decidir torpemente alejarme y realizar mil cambios en mi existencia, queriendo olvidarte.

Me fijo hoy particularmente en la cadencia de la salsa, la dulce cercanía de algunas cumbias, y la alegría de los merengues dominicanos. Incluso los vallenatos que nos acercaban con romanticismo y un particular encanto. Mi fiesta comenzaba al verte en el salón donde luego bailábamos. Te aparecías, mezcla de alegría y vanidad, siempre tan bella y deseable. Al menos de mi parte, se iniciaba un místico ritual en invitarte y tomar tu mano, para luego aprisionar tu talle con mi mano derecha. Te cortejaba con gran disimulo, respiraba con emoción encendida el aroma delicioso de tu cabello, y frecuentemente me acercaba a tu mejilla, sintiéndote tan cercana. En semejante éxtasis, no me quedaba aliento para decirte nada. Generalmente mis palabras eran tímidas, y el acento de mi voz impostado y absurdo. Sólo quería saber que estabas frente a mí, que nos abrazábamos, que podía sentir tu pecho latiendo frente al mío. Pienso que es extraño que antes de nuestro primer beso me dijeras que ignorabas que yo te amara así todo ese tiempo, ¡pues definitivamente aquellos abrazos nuestros eran a menudo tan apasionados y cercanos! Tersamente acariciaba tus manos, y tu cuerpo se hacía cálidamente liviano cuando nos acompasábamos con tal sincronía, que el pulso se me antojaba sensualmente uno, entre ambos.

¡Ahora pienso que inconscientemente es de eso que hablaba, cuando erráticamente te dije que bailar era algo deplorable y bajo! Qué insensatez negar que me moría por ti, y por revivir esas noches inolvidables.

Varias ocasiones te besé mientras bailábamos, pero recuerdo al menos dos: la más romántica, cuando en medio de una fiesta familiar, las luces se apagaron por una falla en el fluido eléctrico. Abrazados, tan juntos como habíamos estado en los días previos, haciendo algunas diligencias, (pero nada más), te besé... ¡Qué momento tan lindo, mi amor! ¡Cómo viene una y otra vez a mi corazón, para endulzar mi existencia! ¡Cómo se hizo magia aquél instante perdido! ¿Sabes que he regresado años después, a aquél salón improvisado varias veces, para recordar el abrazo, el silencio, la oscuridad y el néctar sabroso de tus labios? ¡Ambrosía que me hacía delirar, olvidando el tiempo y la distancia! Dónde estás hoy, mujer, que me enloqueces aún por un beso. ¡Por qué están tan frías las paredes de aquél espacio, guardando lejanos ecos de la música que anidó aquél encuentro furtivo! ¡Cómo es que nadie responde, si invoco en febriles arrebatos de melancolía tu nombre ansiado tantos años! Nunca volvimos..., aunque en la ansiedad de mi locura, yo sí, a buscarte en el silencioso recinto de tantas locuras perdidas.

Otra vez, en la agitación de un baile distinto, rodeados de tu familia y la mía (¡que irónica y ambigua expresión!). Ellos nos animaban, y para ambos todo resultó una mezcla de extrañeza y descarada vergüenza. Nuestro beso surgió espontáneo, entre risas y baile, y marcó la pauta de un momento inolvidable, público y simpático. De todos modos, quizás por el licor que habíamos bebido, tal vez por la jocosa circunstancia y la amabilidad de todos, el momento pasó, dejando su huella entre nosotros. Hoy me taladra el alma, suponiendo mil cosas acerca de lo que pudo significar... Estábamos en la sala de tu casa, y ya sabrás que por enigmáticas razones visito aquél lugar, tan ajeno hoy a los dos, tan extraño en el presente. Pero al mismo tiempo tan cargado de hondas emociones que revivo en esta agonía de tu partida.

Hay una fotografía, quizás la única, donde estamos bailando, en la sala de mi casa. Es un testigo mudo de las tormentas de pasiones que en mí se despertaron durante aquellos años. ¡Cuánto lamento no tener más, para recrear mis ojos con tu imagen bella entre mis brazos, que aún te esperan! En esa misma sala, estábamos un 17 de Mayo, mientras la torpeza y el alicoramiento le dieron pies a mis sentimientos para confesarte que te quería de verdad. "¿sabes, algo bonito?"... (...) Sobre ese mismo suelo cuyas baldosas están hoy partidas y teñidas de vejez, tu madre juntó nuestras manos otra noche, en circunstancias tan parecidas, para que pudiéramos bailar, pues por uno de mis ridículos arrebatos de orgullo, estaba molesto contigo. Y por la torpeza que me caracterizó, y me caracteriza aún, en medio de tal cobardía y locura, terminé besando otra boca cuando tú te habías marchado. ¡Cuánto sinsentido desperdiciando noches enteras a tu lado, suponiendo equivocadamente que la vida te mantendría cerca para siempre!

¡Cuánto diera hoy por recuperar siquiera una hora de esos abrazos íntimos, de tu vientre intocado y tu boca, de tu mano entre la mía, y la música dándonos alas para soñar sin fin! ¡Cuánto luto hoy, cuánta mezcla actual de melancolía y locura! ¡Cuánto sufro por no olvidar lo que pasaba entonces, incluso a base de escuchar esas canciones en la soledad de mi casa, de revivirte, mi musa, en bailes hipotéticos! ¡Embriagados mis ojos, loco de frenesí, te imagino conmigo como si nada hubiera pasado! Mis pies que han andado tanto desde aquellas madrugadas, quieren revivir épocas junto a los tuyos, pues no todo era romance en el silencio de una alcoba, no todo eran caminatas o aromas de café en las tardes... Y habrá tiempo de recordar nuestras horas en el cine, o nuestra ebriedad en la calle. Pues también, y sobre todo, sonó y aún suena música tropical para los dos.. ¡Qué hermosa añoranza, Liliana! ¡Quiero volver a bailar contigo!

¿Sabes? Pensándolo bien, la idea de estos escritos publicados comenzó tras la noche en que al tomar tu mano e invitarte a bailar conmigo, la música no se escuchó, por extrañas razones. No pudimos hacerlo, y por unos microsegundos el viejo ritual se mantuvo, antes de que, debido a la formalidad de las circunstancias actuales tuviera que soltar tu mano y fingir que nada pasaba. Te di la espalda, como en la necedad de mis años de juventud, como quien no quiere nada ¡Pero, para mí, ese instante era el más maravilloso de aquella noche, y de tantos meses atrás! Unos minutos después, te marchaste, y de mil modos,  la fiesta terminó para mí (creo que ya lo había mencionado antes). Sólo me entintó de familiar alegría, horas después, la experiencia de abrazar a tu padre, entre el frenesí de la embriaguez, y besar su mejilla como si fuera mi propio padre. ¡Cuánto añoro hoy que así hubiera sido! ¡Cuánto lamento, a pesar de todo lo que hubiera significado, que mis hijos no fueran también sus nietos!

¡No es tiempo de maldecir mis despropósitos! Sólo de recordar que te amo y que la música ha estado allí, nada silenciosa y sí muy azarosa y alegre, para alentar nuevos encuentros, nuevos bailes; nuevos anhelos de perderme contigo en noches sin final; y terminar en la madrugada, abrazándote cansado de los excesos, pero contento de que estuvieras a mi lado. Como en aquellas noches ilusorias, que me hacen saber que fui muy feliz contigo cerca.

Coincidencialmente, durante esta época del año, te me vienes a la memoria como un viento rotundo, como un terremoto inapelable. Y deseo aún más volver a tenerte frente a mí,...  Y bailar, bailar.
Es maravilloso, febril y trágico al mismo tiempo....

La Vida nos permita estar juntos de nuevo, Liliana.



Pensando en ti - Cheché Mendoza



  




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