Diciembre 16 de 2012
23:18
Si supieras que a pesar de tu negativa a contestar mis llamadas, a pesar de tu silencio y la distancia de tus palabras; a pesar de la muy eventual calidez en nuestras conversaciones impersonales... Sigo esperando encontrarte.
Anoche visité la que fue tu casa de niña, hace tantos años ya. Reviví secretamente la primera vez que hablábamos, mientras lavabas ropa tranquilamente. También aquellos instantes en los cuales bailábamos desprevenidamente, las canciones que primero armonizaron nuestros pasos juntos; el que fuera tu dormitorio durante años. ¿Sabes que anoche lo vi tan pequeño, tan indiscreto y accesible, tan familiar?... Deslicé mis dedos por las rejas de la ventana a través de la cual miraste tantas veces, como arrebatando una caricia remanente.
Sabes ahora que durante aquellos años lejanos enloquecía por verte, y me emocionaba infinitamente la sola idea de que estuvieras cerca, en esos instantes de fiesta. Por esta época es realmente necio olvidarlo todo. También estuve en la sala de abajo, donde alguna vez recostamos el cariño que extrañábamos uno del otro, y sorbimos con dulzura el contacto de la piel y los besos desesperados. Aquella noche el piso se convirtió en un lecho cálido, y la respiración de quienes estaban cerca en música de fondo para el amor que nos dimos. ¡Oh, cuánta locura! ¿Cómo pudiste olvidarme con todo lo que cada caricia implicaba en esos días por los que vivo ahora?
Y anoche, al final de mi recorrido, como se ha vuelto costumbre, vacía frustración, canto ronco y repetitivo, tragedia de mis últimas décadas,... Regresé a la soledad de mi vida, de mi casa y de mis sueños que se mueren de frío, mientras te llaman agonizantes. Mientras se mienten a sí mismos con la ilusión fallida de tu ventana iluminada; de tu casa en la actual oscuridad, cuando paso de prisa esperando la fortuna de encontrarte al fin, como placebo de mi mal sin cura.
No obstante, ahora que lo pienso, prefiero la tortura de no verte al final, tras haberlo esperado y luego de tentar al destino; prefiero ese dolor en lugar del abismo de no intentarlo, de resignarme a perderte sin remedio; lo prefiero mil veces, aunque los ecos de esas paredes blancas y tristes me reciten con frialdad y burla que es demasiado tarde.
Mas sé que el Cielo ahora oscuro, me regalará tus caricias, el calor de tu cuerpo, la agitación de tus senos y tu respiración estremecida en mi oído. ¿De qué otro modo se puede concebir el final de semejante suplicio sin ti? ¿Cómo más podría entenderse el sentido de esta obsesión de años, si hasta la tormenta más colosal espera el brillo del sol? ¡Cuánto ansío tenerte, mi amor! ¡Cuánta falta le haces a este corazón, a estas manos, a esta piel que sigue guardando ternuras sólo para ti! ¡Cuánta necesidad tengo de decirte que te amo, de dejar que se desborden mis palabras para que sepas acerca de la enfermedad de tu ausencia que tanto me duele, y que sólo tus abrazos y tus besos alejan! ¡Amor, amor, amor de mis delirios! ¡Nunca así se estremeció mi alma por tenerte cerca, por ver el fin de este dolor injusto! Sólo comparable, pero sólo quizás, a esa inolvidable noche en la cual te devoraba con mis besos, mientras te decía como un demente "te amo, te amo, te amo Liliana" y tú me repetías con mi nombre, susurrabas, y gemías embriagada de caricias y desnudez.
Te espero, te ansío, hasta el final de mis días, irremediable regalo de la vida, mi paz y mi tormento. Mi golpe mortal y tersa caricia, cruel distancia y mil veces deseada e íntima cercanía. ¡Oh tu vientre! ¡Oh tu abrazo! ¡Oh tu aliento! ¡Oh tu dulzura de mujer! ¡Oh prisión de tus tibiezas!
El Reloj - Lucho Gatica