miércoles, 30 de diciembre de 2020

El sí de tu boca

Diciembre 0 de 2020
7:27 


El sí de tu boca
ventana que abres 
para asomarme a mirarte
tras la languidez del día
aguardándote en silencio.
Como un pase de abordar
para sobrevolar tus costas
hacer aproximaciones a tus montañas
y aterrizar en tu selva húmeda.

El sí de tu boca
se convierte en música festiva
en la entrada al teatro
donde te interpretas a ti misma
y no quisiera parpadear
para no dejar de divisarte
en primera fila
hasta donde me llega
el amén de tu mirada.

El sí de tu boca
sabe a éxtasis anticipado
a vino ansioso por salir de la botella
a misterio que desea a ser resuelto
a mermelada dulce de frutas de tu cuerpo;
huele a nubes de jazmín en tu piel desnuda
ancladas a mi memoria selectiva
para despertarme a tu sueño
donde te amo,
sin prisa, sin pausa.



Itinerario de tus estaciones

Diciembre 30 de 2020
7:10 


Tú desde la primera mirada
cuando me descubriste el alma
desde el primer tibio contacto de tus dedos,
desde la primera canción
y las que vinieron luego.

Tú, desde el primer beso...

Tú, cuando éramos primavera
y desde entonces, sentado,
contemplando todas tus estaciones
o recostado a tu vera
saciado de tus frutos.

Tú, desde el primer abrazo de navidad
hasta el último
en la anónima penumbra
de una habitación donde nos fugarnos juntos
para darnos a beber el amor en copas
para recuperar el tiempo perdido
en dulces cuotas de horas.

Tú, desde la primera sonrisa,
sincera, como tus brazos abiertos,
invitándome a tomar café
en la sala de tu alma
y en la biblioteca de tus pensamientos.

Tú, desde siempre y hasta siempre,
como un tiempo celestial
recitado en versos con las letras de tu nombre,
desde cuando me fascinaste
con tus maneras de mujer
y tus designios de diosa.

Tú, desde el primer beso...

Tú, desde cuando indagué tus misterios
desde la noche que descubrí tus senos
desde la noche que nos dijimos adiós
desde la tarde que dijiste hasta luego
desde la mañana de tu espalda desnuda
secuestrada de la monotonía.

Tú, desde los dedos de tus pies,
desde la zanja húmeda de tu sexo
desde el sí de tu boca
como si recorriera tu geografía
con el pasaporte de tu sonrisa
sin otro destino que encontrarme con tus ojos
y contarte que también he sufrido sin verte.

Tú, desde el primer beso...,
desde la última canción que bailamos 
desde las lágrimas
por los dolores del alma
y por los adioses inevitables 

Tú, desde las fantasías de nuestros mil viajes
peregrinos de tierras lejanas
tomados de la mano en las playas de cualquier mar
donde no nos conoce nadie
y nuestras historias están dispersas en la arena
para descansar de tantas distancias
y de tantos silencios.

Tú, desde la primera tarde,
en que hicimos el amor
entre músicas de placer y de asombro
burlándonos de los años que signaron ausencias;
y desde la última tarde
componiendo cantos de orgasmos
y promesas de volver a hacerlo.

Tú, siempre tú,
desde los secretos que sabes de memoria
desde que me acostumbré a pensarte
imaginando modos de recordarte
y diseñando estrategias para robarte un beso.

Tú, desde la complicidad de estos versos,
impregnados de tu perfume
desde donde me asomo a llamarte
por si acaso pasaras frente a mi casa de letras
y te sentaras a escucharme...
Y una vez persuadida,
te quedaras.



viernes, 25 de diciembre de 2020

Sonrisa de tus ojos

Diciembre 25 de 2020
19:47

En la simpatía de tu mirada
con colores de complicidad
mientras te acaricio tan íntimamente
mientras te hago sonreír
antes de besarte.
Como si hubiéramos vivido antes
y construido un lenguaje entre ambos
palabras de silencios
frases de miradas
y párrafos de sonrisas,
que intento expresar
en estas líneas...
¡Cuánto anhelo que regreses!
para seguir creyendo
que es patente que me quieres
para ganarle esta partida al destino
con una jugada de tus dedos
escrita en tus brazos abiertos
descifrada en la sonrisa de tus ojos.



Inmediatamente

Diciembre 25 de 2020
19:34


«Inmediatamente»
es la palabra precisa
para esta urgencia de reencuentro
que hierve en mi sangre
por volver a verte.
Como la necesidad de respirar,
es la ansiedad de tomarnos,
es la de gustar tus labios,
tu sexo y la tersura de tus senos,
es la de sentir tu voz en mi oído
y la seda de tus manos 
algo como una caricia del destino
en el «todo junto»
de hacernos el amor.


 

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Tus estados, como el agua

Diciembre 23 de 2020
23:26 

A veces descubro la canción en tu boca
y resuenas en mis pensamientos
como si te hicieras aromas y piel
con la magia de la música.

Otras veces presiento tu llanto
cuando la sombra del dolor enfría tu alma
como si presa de la tristeza, callaras, 
y sólo tus suspiros de nostalgia te delataran.

Un día, llega la primavera en tus manos
y se abren como puertas al asombro
brillas con tus galas y es lindo cuando pasas
caminos de pétalos para seguir tu aroma.

Una noche, aparece el invierno en tu frente
con matices de un azul pálido 
debilitándote la voz y encorvándote tu espalda
y te envuelves en tus alas como mariposa nocturna.

Tienes tus cantos de almíbar y tus silencios oscuros
a veces eres abrazo y otras necesitas ser abrazada
cómo quisiera una semana para contemplar tus estados
o un año entero de lunas para descubrirte.


Tus recuerdos

Diciembre 23 de 2020
23:06


Sabes a mujer en tus besos
tienes la impronta de la locura en la mirada
hueles a dulzura de frutas entre tus senos
y sabes a néctar de mares en tu sexo

¡Qué más da perder o ganar
si es entre tus brazos!
La vida es una rueda en la que vuelvo a verte
como una canción que quiero escuchar otra vez.

Ha de ser lindo ver cómo te vistes para la fiesta
no puedo verte, es verdad,
mas es delirante ver cómo te desvistes,
o lo hago yo, para empezar de nuevo.

Eres brisa cálida que acaricia mi mejilla
tus recuerdos saben a vino y aguardiente
que curan con gentileza mis heridas
y me hacen tuyo cuando te pienso en la noche.




viernes, 18 de diciembre de 2020

Eres

Diciembre 18 de 2020
10:30


Miras y sonríes
respiras en este caos de ansias;
caminas y eres como luz 
abriéndose paso entre las montañas;
destilas fragancias y misterios;
eres la musa de todas las canciones
que hablan de amores felices
a veces distraída,
a veces temerosa,
a veces simple,
a veces mar de risas,
a veces duda,
a veces tormenta,
pero siempre tú.

Desde mi orilla,
te diviso,
con asombro y encanto
tengo para ti
amor en la boca
pasión en las manos
y poesía en el pecho,
desde cuando te vi,
la última tarde
la última noche
la última caricia,
y el primer día
y el primer momento
y el primer «hola».






miércoles, 16 de diciembre de 2020

Te vi en la tarde

Diciembre 16 de 2020
14:07



Te vi en la tarde
y presentí que ese era mi lugar
donde pisaban tus pies
cuando me mirabas.
Me embargaban los suspiros
desde antes de mirarte,
después de besarte y decir adiós,
te marchas y regresa la lluvia
¡Cuánto quiero que me alumbre tu sol!
Quisiera dormir,
mientras no estás,
y que me avises en sueños,
que ya has regresado
pues mi vida se cuenta en los días
y en las horas que vivo a tu lado.



Tus secretos

Diciembre 16 de 2020
13:31


Qué sabe, quien te mira,
del volcán que tiembla en tu pecho
de tu manera dulce de entregarte
de los poemas de tus besos
como gotas de paraíso en tus labios.

Misterios de mujer para develar
en tu mirada de azúcar
en las pausas de tus éxtasis
en tu cintura que hace música
como para soñar y soñar.

Y quién se encuentre contigo
que no intente conocer
todo lo que yo he visto y probado
una historia de amor en tu mirada
y un jardín de almíbar entre tus muslos.




 

Hacer el amor en diciembre

Diciembre 16 de 2020
12:34


Hacer el amor en diciembre
es apagar la luz
y encender las luces
que nos arden por dentro...
Es amarte y no pensar en enero
imaginar que no acaba un año
sino que comienza otra historia
para contar



Me gusta

Diciembre 16 de 2020
9:49


Me gusta la lluvia de tus ansias y cuando abro la flor de tu cuerpo
como saben las frutas de tus ramas
y la fiesta que hacemos al encontrarnos.

Me gusta cuando me miras
y me cuentas tus sueños como pétalos
desgajados en los espejos de los míos
donde tu llanto sabe a gotas de mar.

Tienes esa extraña manera de sincerarte
dejando huellas de tus pies descalzos
en la arena de mi piel desnuda
¡Nunca mi playa ha sido la misma!

Vuelve a escucharse la música escondida
brota en rumores desde las grietas de la tierra
entre aromas de flores y de tu sexo húmedo
y sé, entonces, que nada es más dulce que tenerte.



martes, 15 de diciembre de 2020

Capítulo 1- Parte 7: Amor contrariado o el reto de estar a solas

Diciembre 15 de 2020
1:52

Gabriel García Márquez escribió que la fuerza invencible que ha impulsado al mundo no son los amores felices sino los contrariados. Es algo muy propio de lo humano, incluso el amor, la lucha inquebrantable contra la contingencia, contra la frecuente imposibilidad práctica de superar lo irremediable, las equivocaciones y la muerte. ¿Cuántas cosas en la historia se han dicho o realizado bajo el influjo del amor? 

Como experiencia personal, uno de los grandes obstáculos que hizo de mi amor con Liliana algo perteneciente al bando de los contrariados era no lograr estar suficientemente a solas con ella. Por cada minuto de estar juntos y aislados para conversar, debía esperar largas horas en compañía de amigos y relacionados. Esta situación no parecía suponer un problema para ella, pues al comienzo no estaba al tanto de mis sentimientos; y posteriormente, ya sabiéndolo, se desenvolvía con tal naturalidad que tal vez no creía necesario tener más privacidad de la que disponíamos. Era, digamos, algo normal que eso sucediera, teniendo en cuenta nuestra edad y las limitaciones de una situación de por sí compleja, pues ya era un amor imposible mucho antes de que alzara vuelo. Por lo tanto, gozar de algunos privilegios como la completa soledad para compartir tiempo y algo de intimidad, era un lujo a veces inconcebible. No obstante, era precisamente en esos instantes donde me sentía más a gusto con ella, disfrutando a tal punto su compañía, que podía esperar semanas y hasta meses aguardando la siguiente oportunidad. 

Estas instancias, aisladas aunque significativas, fueron desde el comienzo la característica primordial de nuestro cariño. Es decir, sucedía algo importante, pero luego venían días y semanas de distancias y silencios, agravados por la extrañeza que nos causaba la presencia de personas a nuestro alrededor que generalmente ignoraban lo que ocurría entre Liliana y yo; o peor aún, sabiéndolo, se mofaban de ello. Por otro lado, al ser una época de tantas incertidumbres, la juventud implicaba la vacilación constante respecto a estudiar, trabajar y desarrollar apegos. No era fácil dar pasos firmes, ni siquiera para alguien que dispusiera de la claridad suficiente respecto al futuro. Y en muchos sentidos, no estábamos listos para tomar decisiones sentimentales a largo plazo, aunque considero que ella estaba mejor estructurada al respecto, pues poseía ya una gran inteligencia emocional, algo que admiré tanto o más que su belleza física. 

Adicionalmente, está el asunto de nuestras relaciones sentimentales aceptadas por los demás, tema espinoso y complicado. Siendo el nuestro un amor impedido por situaciones ajenas a nuestra voluntad, lo manteníamos en secreto. Luego aparecíamos en público con "alguien especial". En el caso de ella, dada su gran predisposición a la estabilidad y su alma noble, estas relaciones duraban meses y años, en tanto que las mías eran todo lo contrario. La explicación de lo que sucedía por mi lado sería que anhelaba ardientemente tener a Liliana, y en vista de las grandes dificultades de aparecer como novios, intentaba erráticamente hallar supletorios que pudieran distraer un poco mi obsesión por ella. No niego que intenté el amor en otras sendas. Pero, al ser por completo insuficientes, terminaban muy pronto, incluso antes de empezar. De hecho, sentía que en todas las situaciones de involucrarme con otra mujer, sólo podía llegar hasta un cierto punto de entregar mi cariño y mi compromiso. Después de ello, a pesar de las reclamaciones de mi compañía de ocasión, simplemente me retiraba, me alejaba. En esa estela de caprichos hice mucho daño, pero no prestaba demasiada atención a ello en vista de mi codiciado tesoro: ver a quien era la razón de mis desvelos y ansias más íntimas, aunque el poder estar a solas con ella fuera también un deseo sin cumplirse del todo.    

¿Cómo, entonces, se conjugaron las adversidades con el propósito paulatino de querernos dentro de unas circunstancias tan confusas? ¿Cómo llegamos a disfrutar de momentos de preciosa intimidad, de manera que hice de ellos fuentes de inspiración durante décadas de amarla en silencio y a la distancia? Y lo más importante ¿Qué sentía ella de todo eso, tan habituada como estaba a relaciones estables y mejor amoldadas a las expectativas de nuestros mayores y conocidos?  ¿Pudo ocurrir, de parte de ella, que dichas situaciones abrieran espacio para considerar alguna posibilidad de dar un paso en firme conmigo? Todas las respuestas a estas preguntas están veladas por algo de misterio, aunque haya razones en la superficie que parecen válidas hoy. Pero los asuntos del amor no se basan generalmente en lo razonable, sino que optan por los laberintos de lo inexplicable. Debo expresar que siempre hubo un tinte de simulación y dulce perversidad en el hecho de estar sosteniendo un romance a escondidas. Pero, en nuestro favor, también declaro que nos unía un amor marcado por la sinceridad y la ternura. 

Alguna vez, en circunstancias bien distintas y posteriores en el tiempo, con mucha vacilación y temor, estando a solas mientras yo conducía, le pregunté a ella si en la época de nuestra juventud me había querido de veras. Lo hice basado en una duda que me devoraba durante años: me resultaba inverosímil que ella hubiera dispuesto apenas su tiempo y una vana actitud, en un romance para ella sin sentido, por el puro ánimo de jugar. Nunca la creí capaz de algo semejante, pues la conocía de años y sabía de su inclinación por la bondad y la rectitud. No obstante, por los mismos motivos, me taladraba el corazón considerar por qué no me había dado una genuina oportunidad de emprender algo serio a su lado, aunque como lo explicaré a continuación soy el gran responsable del desastre que llegaría. El hecho fue que, abriéndome su corazón en circunstancias que ya no daban para hablar sobre lo sucedido, ella afirmó que sí me había querido, pero se sentía culpable y aprovechó para pedirme que la perdonara. Su respuesta, más de lo que quizás supuso en ese momento, me concedió una paz difícil de describir, aunque fuera tarde. El motivo es que era importante para mí saber que Liliana sí me había querido; si las circunstancias que rodearon los encuentros íntimos de nuestra juventud estaban verdaderamente matizadas por el amor. Un amor que yo jamás había sentido ni sentiría por otra mujer en mi vida y que también ella había experimentado, a su modo, como mujer, desde su corazón.

Ahora, debo hablar de lo que concibo como la raíz de mi gran fracaso del pasado. Algo estrechamente relacionado con la necesidad fallida de cercanía e intimidad con Liliana. En primer lugar, yo lo definiría lacónicamente como error de cálculo, apresuramiento, no permitir ser... ¿Cómo dejar correr las ansias largamente acumuladas con pausa y donaire? No supe hacerlo y esa fue mi tragedia personal. Siete años de espera por estar con ella, en el marco de una relación que prometía formalizarse, pero que se fue al traste en una semana y me costó más de veinte años de solitario sufrimiento. No son sólo números, pues suman una vida, la misma que continuó la tarde que volvimos a empezar. Pero debo ir al punto, aunque parezca tortuoso hacerlo. Habían transcurrido siete años desde cuando me enamoré de Liliana. Como insinué en otra ocasión, nuestra primera experiencia de intimidad había sido furtiva, anónima; la cercanía de su sexo fue apresurada y tímida; fue como robarme un misterio y atesorarlo toda la vida. El enamoramiento también había sido raudo, de repente sentía que disfrutaba excepcionalmente de bailar con ella, tenerla muy próxima, su cintura, su aroma, su cabello, sus senos. Las mismas experiencias se repitieron varias veces, en el contexto de las dificultades que acabo de describir más arriba. Todo ello, yuxtapuesto a la existencia de relaciones sentimentales paralelas de parte y parte. 

En segundo lugar, yo hablaría de la ocurrencia de una paradoja. Repentinamente, después de ires y venires, al fin parecía llegar el desenlace esperado: ella y yo empezábamos a salir como novios, en frente de personas conocidas y con las rutinas correspondientes. Salíamos durante todo el día o la tarde, le envié flores e hicimos ligeramente público nuestro vínculo. Íbamos a bailar, como tanto me gustaba;  le estaba preparando mi primera colección de poemas y cartas. Sin embargo, creo que yo no estaba lo debidamente sereno ni ella lo suficientemente segura. Bastaron un desatino de parte mía y una indecisión de parte suya. Mi afán de proximidad y mi impaciencia de último momento, la cual justifiqué inconscientemente con la idea de que nuestro tiempo había llegado, hicieron que yo considerara erróneamente que tenía derechos sobre ella; la exigencia se convirtió en algo extraño para mí, que continuamente había tratado de respetar su individualidad; también fue inaceptable para ella. Irónicamente la oportunidad que nunca había tenido junto a Liliana y la libertad oficial para acercarnos me habían desbordado por completo y conduje todo al desastre. Concluí con mucha dedicación mi libreta con decenas de escritos dirigidos a ella desde hacía tiempo. Mi mente y corazón volaban de prisa y no le di tiempo a mi amada de asimilar todo lo que sucedía. Tras un sinsentido de precipitaciones, le compré un disco de vinilo y por un descuido no lo llevé la noche que la esperaba. Misma noche en que ella tardó en llegar y yo me llené de impaciencia mezclada con rabia. El disco nunca fue entregado, aunque ella supo mucho después sobre las canciones que contenía.   

En tercer lugar, creo que es honesto mencionar mi absurdo orgullo. Tenía los humos arriba con la idea de que ella me pertenecería pronto, una especie de deseo impuesto por la falsa justificación de la larga espera por tenerla. Sin embargo, ella no podía saber (ni tenía porqué) acerca del amor intenso que yo le había reservado herméticamente. La libreta estaba lista, era una sorpresa cargada de historias de desvelos y anhelos por ella, pero mi musa poco o nada estaba al tanto de aquello. No le dí tiempo y ella no había tenido mucho para asimilar todo lo que estaba sucediendo, las implicaciones para sí misma y las consecuencias de decir sí. Cuánto puede la soberbia llevarnos al caos y al despropósito, es algo que aprendí con lágrimas, tras lo sucedido. Mi altivez me golpeó contra el pavimento y me quedé solo, sin ideas y sin brillo. Estaba dejando perder la más bella alegría de mi vida, pero no estaba dispuesto a dar el brazo a torcer, por el caprichoso sentimiento de merecerlo todo; me poseía la locura de tenerla solo para mí, sin antes haber luchado lo suficiente. Ella valía la vida entera, pero yo estaba enceguecido y envanecido. El amor se había tornado en una turbulenta creciente en su forma más baja de egoísmo y furor. Lo que empezó a florecer una mañana soleada se echó a perder una noche lluviosa. A la siguiente, charlando a solas con ella, en la esquina de su casa, yo estaba arrepentido, pero no lo suficiente. Le entregué el libro de poemas y cartas, envuelto en un papel. Ella ignoraba de qué se trataba y al comienzo no quiso recibirlo, pero yo insistí. Dulcemente me dio un beso. Y la dejé allí, desconcertada. Y yo, absurdamente resuelto a terminar así la historia escrita en el libro, hundido en mis caprichos, no supe que apenas comenzaba un desierto frío, insufrible y sombrío, ya sin ella. 

Del amor contrariado al amor afirmado. De no haber sucedido un vuelco tan radical en nuestra vida, hoy seguiría contando esta historia entre lágrimas. Amar es un arte que se aprende, a veces de esa manera. Sin embargo, también es posible desandar el camino e intentar de nuevo. Y aunque no sabemos lo que será mañana, amar es un vuelo fascinante si disponemos de las alas adecuadas. Liliana y yo aprendimos a volar distinto, ya más maduros, más sabios, más libres, pero esa es otra historia.  

lunes, 14 de diciembre de 2020

Toda mi vida

Diciembre 14 de 2020
21:02 

Te miro, 
desnuda entre las sábanas,
como un poema escrito en satín blanco
dulce y plena en tu belleza
misterio resuelto que aún destila enigmas.

Tu cuerpo es arte y delicadeza
que invita a ser explorado,
un corazón que canta misterios
detrás de la redondez de tus senos
cuyas notas dulces
descienden alegres hacia tu ombligo
y al abismo húmedo de tu sexo.

Cuán gráciles tus hombros
fronteras de lo imposible de tu espalda, 
como playas claras y suaves
donde desfilan tus cabellos.

Te acarician la luz y la penumbra,
compiten por tus formas de mujer
y la solución es el milagro de tu figura
una pincelada de Dios,
en el recinto donde te miro,
para recordarte toda mi vida.


 






domingo, 13 de diciembre de 2020

Divisarte

Diciembre 13 de 2020
13:16

Llegas, paulatinamente,
te veo llegar a la distancia
miras de soslayo,
mientras avanzas hacia mí.

Te han visitado los conflictos
y hasta las tragedias,
y a veces, al caminar, 
cargas todo ello a tus espaldas.

Mas, para mí,
tienes el mundo a tus pies,
y el encanto de la tarde
en cada gesto que haces.

A veces, te censuras,
como recapitulando instancias
y tal vez, en tus cavilaciones,
no percibes la maravilla que eres. 

Has andado tu propio rumbo
con la dulce impronta
de ser tan tuya como nadie
como sembrando pétalos en vez de pasos.

Viene la tarde, viene la noche
y en el caos incierto del mundo
algo en el aire celebra que existes,
eres una de sus estrellas favoritas.



viernes, 11 de diciembre de 2020

Capítulo 1- Parte 6: Diciembre siempre es mejor

Diciembre 12 de 2020
10:39



«Todo a su tiempo», «cada cosa tiene su tiempo», «el tiempo esclarece todo», «el tiempo concede el final perfecto». Parece inevitable ser conscientes de que vivimos continuamente entre dos instantes, uno abriendo paso al otro, hasta quedarnos con nada. Pero, ¿Qué es el tiempo? La vida cambia, en un devenir que no podemos discernir con claridad. A veces como una rueda, en cuyos ciclos parecemos quedar atrapados sin remedio. Otras, como una línea, con secuencias de avances y retrocesos que nos son ofrecidas sin elección. Y finalmente, aquellas, en que los cambios son coordenadas dispersas sin coherencia entre sí, en una especie de caos indescifrable, como huellas que vamos plasmando en un lienzo. Naturaleza, cultura y subjetividad. Los trazos circulares u ondulantes de la vida, se conjugan con las líneas rectas continuas y discontinuas del mundo que habitamos, salpicados por los puntos aleatorios de nuestros antojos y caprichos. Es curioso considerar que estos últimos son los momentos para pequeños actos de la voluntad en los cuales pretendemos dar sentido a los dos primeros, nuestra propia manera de jugar las cartas que nos fueron dadas.  

Por cierto, ella apareció en mi vida (y sigue apareciendo) como un dulce accidente de los ciclos anuales. Puedo afirmar que aquél seis de diciembre, al mirarla llegar a mi casa con su cabello corto y risa desprevenida, ocurrió un punto de inflexión en nuestra vida. Y en los años siguientes, cada mes de diciembre suscita una turbulencia de sensaciones y experiencias. He visto a Liliana radiante para una fiesta y agotada tras una velada de tragos y excesos. He desayunado con ella y hemos comido juntos. Hemos bailado y hemos hecho el amor en diciembre. Una vez dejé un bono para comprar un disco de acetato en su árbol de navidad, envuelto en varias capas de papel y plástico. Otra vez, ella me obsequió un set de bolígrafos con un "te quiero muchísimo" que detonó una voluntad inquebrantable de tenerla conmigo una tarde. Diciembre son las líneas circulares pintadas de colores de la noche buena, la música festiva y las ganas de amanecer a su lado, ebrios de baile y aguardiente. Diciembre son las líneas rectas de los días y las horas para salir a encontrarla, las calles encendidas de luces alegres que conducen a su casa, donde vive ahora y donde vivía antes. Diciembre son los sucesos aislados de desnudarla de la lencería color violeta que le había regalado una tarde meses atrás, para luego darnos presentes de navidad antes de amarnos en la euforia del vino; de encontrarnos de prisa una tarde para intercambiar regalos antes de ir con nuestras familias; de mirarnos de reojo y despedirnos gentilmente en presencia de todos.

Pero no todas estas intersecciones de acontecimientos y sucesos con sus puntos aleatorios pueden contarse junto a ella, que sería mi mayor dicha. Ella y yo sabemos que hubo temporadas de distancias y silencios mortales, tan ausentes uno del otro como tenía que ocurrir. Largos años y sus diciembres nos hallaron gravitando en universos bien distintos, sin saber de nosotros más que rumores. Varias veces intenté apurar la marcha o evitar los compromisos para poder al menos verla y tocar su mano, sin éxito. Diciembre se me volvía nada sin ella, como un eco vacío donde la melancolía llenaba de marañas los recuerdos. Vagaba erráticamente, buscándola detrás de nuestros recuerdos, en las mismas calles que habían envejecido sin nosotros. Saludaba a las mismas personas, escuchaba las mismas canciones y repetía las mismas oraciones, pero en semejante ciclicidad ella simplemente no estaba y para mí era trágico. No puedo expresar cuánto me faltaba su cercanía mientras bailábamos, la volátil fragancia de su cabello y la maravilla de recordar que era ella a quien sujetaba con delicadeza. Mientras otros celebraban, yo me retiraba sutilmente a recordarla, intentando atrapar algo de su esencia en el aire, en la festividad y en las luces que se encendían y apagaban como mi alma sin Liliana. Eran puntos aleatorios, intentos fallidos de regresarla a mí en circunstancias improbables. Eran diciembres amargos. Y uno de tales intentos, por errático que hubiera parecido, acertó para alterar el orden debido o quizás lo hizo para poner todo en su lugar. Sonó en el aire "El Reloj", de Roberto Cantoral, con la intensa interpretación del cantante chileno Lucho Gatica, un 28 de diciembre. Ella preguntó y yo contesté. 

-¿Por qué te sientes nostálgico?

- ¿Prometes no burlarte ni regañarme?

- Lo prometo. ¿Qué paso?

- Esta canción me recuerda sólo una cosa: la noche que dormimos solos los dos. Tú te quedaste dormida y yo te abrazaba en silencio, mientras rogaba que el tiempo se detuviera, para que no amaneciera. Hasta que me quedé dormido también... Hay muchas canciones como esa, si supieras. Es todo lo que puedo decirte. Perdóname, pero es la verdad.

- La verdad, esos recuerdos me dan un poco de dolor.... Creo que te hice mucho daño, solo pido perdón.

Semanas después, en una concurrida calle de la ciudad, ella y yo nos reunimos y todo recomenzó, en una sucesión de sucesos lineales y ascendentes. La espiral al parecer había continuado donde quedó inconclusa hacía décadas. Pero esa es otra historia.

Diciembre, en resumen, representa para mí lo que para la mayoría, pero con un notable tinte de romanticismo y renovado amor por Liliana. Es como si la rueda volviera a girar y toda la alegría transcurrida se concentrara en esta época de luces, compras y algarabía, que en sus comienzos me llena el pecho de ansias y expectativas. No hay cómo saber si estaré cerca de ella o no, pero me embarga esa dulce sensación de creer que será posible. Seguramente otros meses del año conservan recuerdos más significativos entre ella y yo, pero diciembre tiene siempre algo especial en el tiempo.    



jueves, 10 de diciembre de 2020

Extrañarte en diciembre

Diciembre 11 de 2020
1:20

Como un cometa
en el firmamento
dejando estelas de luz,
quedan en mi cielo
fragmentos de recuerdos
esparcidos como átomos
con tu nombre encendido...

No te olvido.
No me olvides.
Pues este amor no sabe
de distancias,
ni de ausencias,
sólo se queda 
divisando las estrellas
para volver a atrapar
tu mirada en ellas.

¡Oh, tu risa!
como regalo de la tarde
¡Oh tu mirada!
como caricia inesperada
¡Oh, tus manos!
palomas errantes que sigo
¡Oh, tu sexo!
Prisión sin cadenas que añoro
¡Oh, tus palabras en mi oído!
como tibio descanso

No te alejes
sólo quédate en un beso
y hazte verdad de mil maneras
en un abrazo que no termine
escribe en mis hojas blancas
los misterios de tu alma
y quédate a contarme
de qué están hechos tus sueños
y cuánto me hace falta
para habitar uno de ellos.





miércoles, 2 de diciembre de 2020

Me gusta

Diciembre 2 de 2020
13:47

Me gusta imaginar que te tengo
y me gusta recordar que ha sido cierto...
Locos de amor sin que importe nada
más que vivir juntos nuestro momento.

Brindo por las noches de esperarte,
mas lo olvido cuando brindamos en la tarde
y las copas rojas nos invitan a amarnos
dos grandes rubíes y un abrazo intenso.

Sin la ropa puesta y sin prejuicios
mirándonos así, con ojos fijos...
Tienes dos estrellas en la mirada
y el misterio de la luna en tu sexo.


martes, 1 de diciembre de 2020

Capítulo 1- Parte 5. Crónicas de besos

Diciembre 2 de 2020
00:38


Fue delicioso y desconocido el sabor de tus labios,  mi amor, 
y aunque fue instantáneo,  sentí hasta lo más íntimo aquella pequeña entrega. 
(Junio de 1989)



Se dice que pasamos el equivalente a dos semanas de nuestra vida besando. Esta acción involucra unos treinta músculos y un tejido nervioso equivalente a nuestra área cerebral. Durante siglos en la historia y una buena parte de los años de nuestra vida, el beso se ha convertido en un asunto intrigante. Como parte de las dinámicas del amor, es sencillo valorar el papel que juega, aunque no siempre se le da la relevancia práctica que merece. Como sólo sucede con pocos actos, aproximar los labios a la boca del ser amado constituye un acto de confianza y a la vez un gesto de vulnerabilidad. Besas lo que deseas. Te sinceras como nunca en un beso. Bien puede el beso anunciar el comienzo de algo grandioso o bien sentenciar su final.  

Una noche de junio besé por primera vez a Liliana. Tuve que esperar más de dos años para que ocurriera y debo admitir que sufrí intensamente antes de lograrlo. Tantas noches aguardándola, tantas imágenes de ese momento y tantas situaciones donde estuvo próxima, aunque no lo suficiente. Y finalmente, ese contacto sublime, tan dulce y nuevo para mí. Durante un instante, entre abrí los ojos para comprobar lo que estaba sucediendo. Era ella y al fin ocurría esa especie de milagro. Como anécdota personal debo agregar dos aspectos conexos tras nuestro beso, en las horas que siguieron: el primero es que retuve el sabor de su boca mezclado con el de su labial de cereza, tanto como pude. No bebí nada ni recibí alimento alguno esa noche; tampoco lavé mis dientes y duré largas horas despierto, pensando en lo ocurrido. El segundo es que llegué a escribir evocando sentimientos con el corazón alborotado en un frenesí de emociones que nunca había experimentado hasta entonces. Me sentí el hombre más afortunado aquella memorable noche.

Paralelamente, una noche de marzo besé a Liliana por última vez. El frío taladraba los huesos y la música era triste, tras meses y años de despropósitos. Antes de partir, había dejado en sus manos la colección de cartas y poemas, entre las cuales estaba el registro de aquel primer beso de junio. A decir verdad, fue ella quien me besó, como un gesto gentil de su dulzura. Ahora que lo pienso, no hubo final mejor, ni podría haber sido de otra manera. Pero algo en mí murió con aquella despedida.  ¡Cuán lentas las horas que siguieron, pues nunca acabaron! Luego de algunos meses, volvía una y otra vez al mismo lugar de aquél adiós para intentar recobrarme. La herida de la separación seguía abierta, y ninguna boca pudo borrar lo que Liliana dejó en la mía. Solía retornar, como anhelando escuchar ecos perennes en la calle estrecha, en los muros vigilantes y las rejas frías. Como si suplicara un final distinto para marchar en paz y terminar mi historia. Fue un beso errante de sus labios tan queridos, cuyas sensaciones intentaba atrapar para rehacer lo ocurrido, para que de algún modo ella supiera que la seguía queriendo.  

Sin embargo, la historia de un amor así no puede limitarse al primer y al último beso. Hubo tantos más y con tan distintos desenlaces. Hubo besos a prisa, mientras nos escondíamos de todos los que nos conocían; y hubo un momento para un alegre beso compartido frente a aquellos de quienes nos escondimos primero. Hubo besos tiernos a la orilla de un lago, en un transporte público o una cafetería. Hubo besos solicitados súbitamente en un baile y concedidos fuera del alcance de las miradas. Los hubo apasionados donde los labios y los cuerpos parecían tocar una canción. Los hubo erráticos y libidinosos, bajo los influjos del alcohol.Y sucedieron los intensamente tristes, en la ebullición de un inminente adiós, frente a quienes, entre el desconcierto y la simpatía, adivinaban que había una historia no contada entre Liliana y yo. Una historia que terminó de contarse en marzo. Y en marzo, más de veinte años después, volvió a escribirse.

Y contada de nuevo, la historia reciente también está relatada con besos de nuestros labios. El final no fue el final, los grandes amores no terminan. Los llevamos dentro como semillas de frutos de antaño, esperando renacer en tiempos mejores. Bastó un acercamiento, una excusa oportuna y la melodía empezó a escucharse nuevamente en el amplio recinto sagrado de una biblioteca. Sus labios y los míos. ¡Qué labios tiene Liliana! Cuando se besa a quien se ama, queda el registro en la memoria. Entonces no sólo recordaremos cómo luce o camina, cómo huele o nos mira, sino cómo se siente exactamente su boca. Y fue inefable retornar al mismo filtrum, a las mismas comisuras, a la delicada piel enrojecida, al sabor ausente tan largamente extrañado y la sensación de intimidad que brinda un beso largo. Se entrega el corazón y ambos corazones lo saben. Nos palpita todo, como si la piel buscara su extensión natural en la piel amada. La respiración se agita y los pensamientos se descontrolan. Las emociones son dueñas y señoras de los momentos de tales aproximaciones. Las manos buscan los sexos, los besos son llamadas íntimas para acrecentar la entrega y esperar más sensaciones. Y para mi boca, en tan íntimo contacto con la suya, todo ello se le empezó a sintetizar en registros involuntarios de temblores. Besar sus labios delicados lleva implícita para mí, casi siempre, la experiencia de que comiencen a temblar los míos.

Como nota adicional, me parece importante resaltar que los besos siempre han sido coordenadas de nuestros estados de ánimo y del rumbo que ha estado tomando nuestro amor desde sus primeras fases. Los besos son cotas de esta historia, nada puede describirla mejor, aunque aquellos sean tan difíciles de precisar. Más aún, los besos son coordenadas y a la vez tienen las suyas, muy características bajo la figura de canciones. Las canciones me recuerdan besos y los besos instantes de nuestro devenir. Podría asegurar que de la larga lista de temas musicales que describen nuestros momentos, la mayoría está conectada a secuencias de besos. Y a veces basta escuchar una de ellas, para recordar la humedad tibia de sus labios, la textura blanda de su boca y la picardía juguetona de su lengua, en un instante específico. Nuestros besos tienen gusto, tacto, olfato y oído.. ¡Además, es tan lindo divisar esa boca!   

A diferencia de otros episodios de nuestra historia, es imposible concluir este de un modo satisfactorio. Los besos han sido testimonios y testigos, nunca terminan de contar ni de contarse. Nuestros labios cruzaron las fronteras conocidas y han intentado otras nuevas... ¡Y cuántas más les esperan a las crónicas de nuestros besos! Siguen siendo objetivo y medio, en un sinfín de eventos que caracterizan a la perfección el discurrir de este amor sin par. Habré de contar más historias y en todas ellas aparecerá expresa o tácitamente una circunstancia alrededor de un beso u otra catalizada por un beso inolvidable. No existe manera de predecir lo que ocurrirá, pero siempre recordaré que Liliana y yo nos besamos.