Enero 15 de 2018
8:28
Te espero
donde no fenecen los sueños
en ese parpadeo de eternidad que llevamos dentro
y que me hace correr como un niño a buscarte.
Eres una vida perenne
que no se extingue en mi pecho mientras haya latidos en él.
Te sueño y no te encuentro al despertar
pero reconozco durante esos viajes a lo desconocido
la complejidad de este amor entre nosotros dos
con sus aristas de seda con sabor a ambrosía
desgranándose sobre agudas espinas.
Y al soñar contigo
sé de lo trágico y sé de lo divino
¡Cómo se alinean mis estaciones por un solo beso de tus labios!
Se hacen tormenta de agua fresca mis desiertos
y aridecen mis ríos en invierno porque no estás.
¡Cuántas ironías fabrica el destino!
Pues tras abrir tus pétalos y saborear tu sexo dulce
quedé prisionero en las sombras sin más luz que tu acento de mujer
lamiendo mis heridas como un animal solitario
sin respuesta en las estrellas que se engríen de esta soledad.
¡Cuánta falta me haces y cuán tortuoso es este cielo!
También te espero en la piel que envejece y en los sueños que se han ido
mis manos que bailaban en la primavera de tus senos,
siguen aguardando pacientemente atrapar tus cabellos
líneas ondulantes de tu noble testimonio en el tiempo.
Te espero lentamente
en las noches que se me escapan
sin el horizonte de tu espalda al otro lado de las sábanas
con el tímido gozo de saber que en alguna parte y de algún modo
tu dulzura de verano también está esperándome.
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