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Estoy abrumado y al mismo tiempo ilusionado con la idea de
verte y abrirte mi corazón. No puedo ni presentir lo que ocurrirá cuando te vea
venir. ¿Cómo se podría calcular algo así? Me viene constantemente la idea de
que estás igual de aterrada que yo, pero que también nos conecta la misma
complicidad.
Y sé que si llegaras, como me has dicho, tras haberte
levantado tan temprano, seguramente es porque ha empezado la misma inquietud en
tu alma, la que me ha traspasado el corazón hiriéndome y haciéndome soñar entre
delirios por verte otra vez. Tal como será hoy.
Esta prisa desaforada por verte, me remonta a las épocas en
las cuales, con ingenuidad y expectación, me envolvía en un mar de inquietud
mientras te esperaba, o cuando corría a
encontrarte. No hay palabras para describir este vértigo, este frenesí reconocido
y adictivo.
¿Me regalarás el beso de tu
boca, para empezar a ubicar otro lugar donde dejar mis rosas? ¿Me inundarás de
ti como he soñado? ¡Que alguien traiga un poco de tranquilidad sobre este
corazón desbocado, que sólo responde al tuyo, que sólo vive por el tuyo!
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