Febrero 28 de 2016
19:11
Sobrevienen instantes de tal ansiedad, que quisiera correr a buscarte, sólo por el placer de mirar tus ojos. En el secreto de mi pecho, mientras respiro mis días, entre tantas cosas (...), me invade súbitamente un íntimo apuro por saber de ti, por tocarte, por escucharte hablar. Es tan fuerte esta solicitud, que debo hacer pausas momentáneas, caminar esta soledad sin ti, escuchando las canciones que te recuerdan, para no enloquecer de desesperación. ¿Dónde estás, mi amor?
La vida es tan dulce ahora, por saber que de algún modo nuestras estrellas se tocan. Mas la espera es larga, y fría esta melancolía. Como la madrugada, sin tu abrigo. No hay manera de imaginar qué sucederá; estas semanas han estado cargadas de sensaciones nuevas, incluso para mi corazón, acostumbrado como estaba, a las cadenas de esta distancia entre los dos. ¿Tienes idea de cuánto sacudes mi vida, con cuánto furor entras en mi pecho? Eres mi dulce veneno y mi dolorosa cura. No tengo escapatoria de tus ojos, la vida no tiene más colores que aquellos que recuerdo cuando me mirabas. No existe tono más cálido, como música que me aquieta el alma, que escucharte hablar muy quedo y sentirte suspirar en mi oído. ¿Y si hablara de tus mejillas, del roce de tu boca, de la tibieza de un abrazo tuyo; del calor que dejaste en mi piel, como una impronta perfumada e indeleble, antes de marcharte?
Tal vez este amor inquebrantable y anónimo, sea lo único que quedó, embelesando tantas memorias contigo. Pero a veces te mantienes tan cerca, que me sorprende que tu luz me esté tocando, como en un sueño del que no quiero despertar.
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