Junio 8 de 2016
8:58
Existen épocas de quererte y soñarte, como estas, en tanto has estado cerca. Tan intensas y recónditas. Avasalladoras hasta el frenesí, han acelerado los días y los meses. Pero olvido, por causa de la embriaguez a base de alegrías inmerecidas, que en nuestra historia han sido más las breves palabras y los prolongados silencios.
Las olas van y vuelven. Se llevan las ilusiones y regresan con pétalos deshechos. Pero hay tal belleza en la crueldad del Destino, que encuentro deleites insospechados en las nuevas memorias que escribimos. Regreso a mi prisión, feliz de haberte visto; reteniendo el calor de tus brazos y bebiendo las nostalgias de tus sabores.
Desde mi rincón te contemplo. Nunca he sabido qué hacer cuando te alejas. Sólo me enseñaste a vivir extrañándote, deshojando esperanzas y contando los años, mientras vuelves a recordarme. Invadido hasta la muerte por el frío de la pena, me repito en secreto que es un sueño, que es nada. Porque no estás desde hace unos pocos días, ¡Y ya me parecen siglos!
¿Dónde están tus ojos lindos? Sé que has llorado y no lo dijiste. No tenías que, de todos modos. Quizás el sinsentido que te tocó es demasiado rotundo para expresarlo. Y tus sufrimientos, los que sobrevinieron cuando rompiste mis cadenas, no están escritos en ninguna parte. Sólo los míos, necio egoísta que no deja de amarte.
La vida me enseñó a quererte, nunca a olvidarte. Es mi gloria y mi condena. Néctar y veneno. Porque haces renacer mi corazón cuando me miras y me matas un poco cuando te marchas. Te llevo conmigo todo el tiempo, si supieras... ¡Pero estás tan lejos! Eres razón de mis sonrisas y de repente lágrimas por tu nombre. Eres mi vida.., y quizás, nunca he sabido decírtelo.
Una vez más - Juan Gabriel
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