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Pudiera ser que transcurridas las tormentas, las que me separaron de ti con inclemencia, nos quede un manojo de flores marchitas y los fantasmas de épocas pasadas. Que al mirar atrás, te arrepientas y te enojes por haberme regalado algunos de tus días, incluso aquellos que a veces ya no recuerdes. Más aún, que lamente lo que no te dije, o cuanto nos faltase por vivir.
No obstante, ¿Quién nos robará el sabor de los besos, de tenernos en esos instantes que han marcado para siempre nuestra existencia? Pues por tener la flor de tu boca, mujer, y tus manos tan bellas, entre las mías, todo sufrimiento es poco. Disfrutar una caricia tuya en la tarde, o tu cuerpo vivo en las noches que no hemos olvidado, suplió con creses las soledades que bebí en el silencio. ¿Quién habrá de arrebatarnos todo ello y cuanto nos queda, de los cuales estos trozos de recuerdos que te escribo, serán celosos testigos?
Tengo ganas- Andrés Cepeda
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