Noviembre 4 de 2013
12:19
Al comienzo, quizás recuerdes, me mirabas con la espontaneidad del viento, sin fijarte en los destellos de mis ojos que sonreían al verte. Me hablabas desprevenidamente y te marchabas con tal mezcla de vanidad y descortesía, que me quedaba recomponiendo tu imagen en un espejo.
Luego, al intentar perfumar tus días con mi amor, huías. No obstante, tus ojos seguían mirándome y eventualmente charlábamos y reíamos con la formalidad de aquella relación tensa con sabores de inocencia.
Con el correr de los meses, maduraron los sentimientos y las perspectivas. Tú volabas, dueña de tus días y señora de los míos. Yo, apenas te seguía de lejos, sin acordar con mi Destino la parte que me había tocado por amarte tanto. Sin embargo, me regalaste tu beso y una oportunidad, amanecer de toda una época. Esta aún no termina, aquellos me han dejado.
Los breves años trajeron su prisa por reafirmarnos, las prioridades que surgían y los horizontes que nos desafiaban. Tus pasos corrían tan lejos de los míos, y de repente regresabas cuando te lo pedía. Me mirabas a los ojos, y tus besos y caricias eran ecos anticipados de un adiós inapelable que sombreaba el cielo. Me quisiste apenas, mas yo me encontraba perdido ya en la locura de amarte.
Tú último beso, una gélida noche de Marzo, con el enojo en las palabras y unos despojos de poemas en tus manos, fueron mi sombría misión. Las chispas breves que encendieron el alma durante aquellos meses, han sido la reserva de calor para estos largos años de soledad y frío transitar. Me quedé sin ti, y empecé a morir en silencio, aferrado a la Vida.
Hoy, errabundo, patético y solitario de cabellos canos, espero un beso tuyo o la muerte. Con la certeza de haber cumplido el mandato del Destino, de amarlo en el dolor y guardarte en el alma tras largos años, te sigo esperando. Al final, un día claro me regresaste aquellos viejos poemas ausentes de ti y me has mirado con curiosidad y enojo... Yo regresé a mi oscura prisión a soñarte de nuevo.
Aún sueño volver a tus brazos, y canto de esperanza y gozo. Pero no me quieres. Y la distancia que marcas cuando te llamo y no respondes; cuando te busco y te escapas; cuando voy detrás tuyo con un manojo de rosas frescas, envejecidas por el llanto, y me miras de reojo para alejarte de nuevo; cuando mis poemas roncos ya no te llegan y se me apaga la existencia sin inundarte de mí. Tu distancia... Esta amarga distancia que me impones, se me antoja un oratorio sin Dios, un teatro sin concurrencia. Simplemente no estás, y yo hablo al viento, en este cruel monólogo en que se me ha convertido la existencia por amarte.
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