23:04
Hace rato que escribo estas cartas sólo para pensar en ti, recordarte y recorrer mi corazón buscando señales de tu presencia en mi ser.
Hace mucho no sé de ti, y mucho menos he hablado contigo.. Todo lo cual me lleva a considerar lo que pasaría si te enteraras que te recuerdo todavía, que en mi alma no se ha marchitado aquel primer amor. La verdad, ya no tengo fuerzas para enfrentar más penas y adversidades sobre mi corazón. No tendría la respuesta, no sé de dónde sacaría nuevas frescuras en este corazón desgastado de sinsabores, en cuyo universo tu memoria gravita como un imposible soñado y distante por el agotamiento y las penurias.
Era tan lindo cuando, aún tan jóvenes, nuestras miradas se encontraban tras el hondo suspiro de estar juntos, de no dejar de abrazarnos y besarnos, mientras el futuro ignorado se asomaba en el horizonte sin hacernos daño. ¡Cuán equivocado estaba yo al pensar que respiraríamos embriagados el elixir de esta pasión, que mis penas terminarían en ese abrazo nocturno que varias veces me regalaste mientras dormías a mi lado! Cuánto dolor y lágrimas perdidos sin razón aparente para anochecer entre tristezas, mientras te me vas del cielo que soñé contigo. Qué indolente el Amor con quien lo atesora con esperanza desde los suspiros más humildes. Te me has ido, casi sin remedio. Al menos sé que sigues callada y amorosa junto a mí en estos momentos de fantasía que me resisto a abandonar tras tantos años de no tenerte.
Mi amor, si sólo no te me hubieras aparecido sin más, para quedarte dándome la vida y hacerme morir de frío al marchar en silencio infinito.
¡Oh las ilusiones de un poeta que tienen sed de descanso!
¡Oh las penas de un amor que se ha muerto en el silencio y el olvido, pero mata de ardor en el corazón que no te olvida!
¡Oh, la canción que no termina, aunque los invitados a la fiesta hace décadas abandonaron las risas y han envejecido en su hastío!
¡Oh, el joven que se quedó llorando por tu regreso, mientras silenciosamente apura una copa que le engaña para retenerte en su alma sin descanso!
¡Sin compasión por su pena!
¡sin dejar de herir su alma sangrante, ansiosa de ti como el primer día, pero envejecidos sus huesos y su carne de tanto esperarte en vano!
¡Oh las ilusiones de un poeta que tienen sed de descanso!
¡Oh las penas de un amor que se ha muerto en el silencio y el olvido, pero mata de ardor en el corazón que no te olvida!
¡Oh, la canción que no termina, aunque los invitados a la fiesta hace décadas abandonaron las risas y han envejecido en su hastío!
¡Oh, el joven que se quedó llorando por tu regreso, mientras silenciosamente apura una copa que le engaña para retenerte en su alma sin descanso!
¡Sin compasión por su pena!
¡sin dejar de herir su alma sangrante, ansiosa de ti como el primer día, pero envejecidos sus huesos y su carne de tanto esperarte en vano!
¡Mi amor, si sólo no hubieras sido tú, precisamente! habría quedado tiempo para olvidarte y alejarme mientras buscaba otra ilusión. Pero sigues ahí, en el recuerdo, en la calle caminada, en el jardín marchito, en el parque de risas, en las noches a solas, en las lágrimas frente a la luna, en las locuras tras tus pasos, en los besos que no fueron y las noches que amé tu cuerpo frente al mío. Qué peor martirio que este, de soñar contigo porque sigues tan cerca, porque sin culpa de tu parte estás anclada a mi senda, sin dejarte tocar, sin marcharte y sin quedarte. Porque mis fracasos no fueron los tuyos, y estoy solo como cuando te me fuiste, cuando te dije adiós y me hundí en la selva oscura de tu distancia como una peregrinación voluntaria a la noche. Mas tú, amada merecida y dulce, olvidado el pasado que dejaste atrás sin volver la mirada, despliegas tus alas una y otra vez sin cansarte, mientras la vida te prodiga la alegría que me negó con nuestro adiós.
Preso en esta pena infinita, amiga de prisión que me embelesa de algún perfume ignorado largamente, y que se me enredó al abandonar tu vientre para sollozar solamente. Esta agonía se me vuelve lo único que te trae como entonces, a veces en la memoria de algo ocurrido, a veces en la melancolía de lo que pudo ser, a veces en la locura de lo que aún quedó por decir, a veces en la desesperación de inventarle sueños al alma que te espera entre delirios. A veces en la vergüenza de quedarme solo, buscándote en todas partes sin escuchar respuesta. Amor: este calabozo húmedo, frío y oscuro no es el alivio que esperaba cuando te perseguía, cuando enloquecido te robé el primer beso. Hoy, lo sé, mi vida. No era lo que esperé, ni creí merecer, que frente al altar me dejases solo, implorando por un beso, por el si de tu silencio mientras te amaba, por tu mirada todas las mañanas mientras corría a buscar flores para nuestra mesa, por la esperanza de dormir a tu lado una noche más y amanecer viéndote mientras envejecíamos.
Pero estás lejos... Duermes tu ventura en los brazos que te separan de los míos. Tal como hace tantos años, más de los que me atrevo a admitir sin sentir pena, sigo despierto, pensándote a ratos, masticando la soledad intentando robarme otros minutos del recuerdo para levantar la mirada y decir que después de todo estuviste a mi lado.
Vuelve al silencio mi escondida pena.. Nadie quizás sepa, que en el silencio de mis pasos tras tu recuerdo, que en la mirada que disimula el brillo por tu nombre pronunciado, que en el suspiro que se ha hecho parco y cansado en mi pecho, que en la mirada perdida hacia el horizonte intentando atraparte con las manos como un ladrón furtivo en las noches, allí, aún allí, tan a mi pesar y sin sospecharlo tú... Te he seguido amando.
Con la sonrisa en la boca,
con la gratitud por el encuentro,
con los brazos extendidos del buen amigo,
con la mirada ansiosa del amante escondido,
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