Noviembre 17 de 2021
10:23
Colecciones de besos
las manos tocándose
y los dos en silencio
mirándonos, a veces,
y yo de reojo a tu rostro bello
como adivinando tus pensamientos;
nada era mejor
que tus cabellos
ondulándose en el contraste del mar
mientras emprendíamos nuestra marcha
al siguiente sueño.
Fugitivos de todo
prisioneros de la nada
el mar era el límite
y la noche otra cómplice
y durante esas horas
nada más importaba;
eran el aroma del mar y la brisa tibia
envolviéndonos como dos niños
en la plena mañana;
eran los sabores indescriptibles
matices para nuestro paladar
en la noche y en la tarde.
¿Quién podría adivinarnos acaso?
¿Quién podría al menos entre cábalas
imaginar nuestros trances de amores
perdidos entre las islas de nuestros éxtasis?
Éramos tú y yo
éramos todo
una promesa cumplida
y mil horas fantaseando;
todo el estrépito del viento
y las estrellas en el cielo infinito
como un techo para nosotros
y la brisa en el horizonte las paredes
trescientos sesenta grados
para perdernos a solas
y vivir todo lo que habíamos soñado.
Éramos tú y yo
y estas palabras quedan;
fuimos fantasía y atrevimiento
y mil canciones a lo lejos;
a mil kilómetros lejos de casa
construimos nuestro hogar junto a la playa.
Y ahora que lo pienso,
por unos días y unas noches,
fuimos más felices
que en todos nuestros intentos previos
en todas nuestras lunas
y en todas nuestras décadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por regalarme tu tiempo y permitirme compartir estas líneas. Deja tus comentarios con el corazón, tal como yo he regado estas cartas.