Junio 10 de 2019
23:34
Hola. Hola, nuevamente. Hola, mil veces.
Quiero decir que desde la última tarde mi respiración se impregnó de ti, como ha sido siempre. La huella de tus besos se mantiene fresca y me hace temblar, como empezó a hacerse costumbre. Has sido mi cura y un fresco manantial de alivio para las penurias de tu ausencia, largamente bebidas en sorbos amargos. De eso ya sabes de sobra y me has advertido, que el amor reencontró su camino cuando volvieron a mirarme tus ojos negros.
Y he de decirte, amor, que te me has vuelto reloj para cada hora, un tic tac silencioso en el pecho, con las letras de tu nombre. No sólo ahora, creo que también lo sabes. El otro día pensaba que cuando alguien se nos vuelve de esta manera, silencioso murmullo en el alma, su sola respiración acariciándonos la piel llega a sernos todo en la vida. Así fue desde el inicio, cuando sentía tu cercanía de niña; así fue al poco tiempo, cuando tu mirada adquiría una tonalidad distinta; así fue desde el primer beso, desde la primera vez que acaricié tu pecho desnudo.
Y aún te sigo esperando con expectación, transcurridos tantos momentos, tantas sábanas y duchas calientes; a veces bailando ocultos en un asfixiante rincón de la noche; a veces caminando como dos sombras perdidas en el anonimato de nuestras calles; a veces hallando señales de amor vivo tras una pantalla. ¡Cómo es la vida y cómo el amor, que nos llevan sin rumbo y nos traen de vuelta como a una cita señalada a nuestras espaldas! Es la marca que me has dejado, con la dulzura de tu boca, con la suavidad de tus senos, con la humedad de tu sexo. Pero sobre todo ello, con la impronta de tu forma de ser mujer que me agita hasta lo más profundo, desde donde brota esta necesidad de decírtelo esta noche.
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