Enero 23 de 2020
11:09
Aquel día,
regresabas de tu viaje
y te encontré en el anonimato
para escribir juntos una historia
te rapté prontamente
tomaste mi mano con gentileza
para escondernos del mundo.
Aquella tarde,
nos esperaba la tibia habitación
donde esparciríamos locuras
dibujados alegremente
con nuestros pies descalzos
ebrios de vino y de amores.
Aquella noche,
tras sumergirnos en agua tibia
desnudamos nuestras ansias
y nos cubrimos de misterios
que afuera, la ciudad ignoraba
y la divisábamos en silencio
cómplices del mismo sueño.
Compartimos la mesa
cantamos y bailamos alegres
las canciones de la primavera
en la penumbra del salón
nos amábamos de mil formas
nuestras bocas eran papel
y nuestros sexos pluma.
Descifré tantos de tus misterios
y al beber de mi copa deleitosa
llorabas agitada de placer y alegría
fuiste a la vez mujer y niña
y te refugié entre mis brazos,
amábamos en la ebriedad del amor:
era nuestra noche de boda.
Mil escenas en una tarde
mil recuerdos en una noche
nada había sido mejor en nuestro libro
y en la mañana estaba casi todo escrito;
abrazado a ti me desperté,
pero el sueño no terminaba
te miré tan íntima y tan próxima
en el nuevo día que empezaba.
Fue como si el Cielo nos ayudara
a inscribir en las páginas del destino
nuestro derecho a ser felices.
En el desayuno cómplice
nos miramos sin dejar de creerlo:
estuvimos casados veinticuatro horas
aunque el mundo gris, afuera, nos esperaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por regalarme tu tiempo y permitirme compartir estas líneas. Deja tus comentarios con el corazón, tal como yo he regado estas cartas.