lunes, 27 de mayo de 2013

Veinte años de amarte a solas

Mayo 27 de 2013
23:06




Han pasado años, siglos, épocas completas en el vacío de ti.

Te has ido sin remedio, dejando tu huella en mis labios que te besaron con ansiedad, como anticipando el final trágico. Tu perfume aparece de cuando en cuando en mi recuerdo, endulzando las amarguras de estas noches hartas de tu ausencia. Tus formas, tu cuerpo cálido que aprisioné y recorrí en instantes de locura, siguen intactos en mis brazos que se abren buscándote. Siguen intactos, en mis mejillas que se extasiaron con tu suavidad y tus latidos. En esta alma que se sentó prisionera aguardando tu regreso.

Veinte años de amarte a solas, de esperarte sin respuesta. Tan pocos encuentros, tan pocas palabras, parecieran no compadecerse con todo el dolor y las lágrimas en la oscuridad de las calles que recorro evocándote. Tristemente sigues allá, distante, indiferente a esta pena. Ajena al frío que dejaste en cada rincón de mi existencia. ¿Cómo se olvida lo que tan largamente se ha amado hasta la desesperación que asola toda esperanza? ¿Cómo se engaña al corazón que late más aprisa recordándote? ¿Cómo se recompone la existencia entre los sollozos y los suspiros que han quedado en los fríos rincones que recorro a diario?

Mas tus ojos brillan, y de pronto la agonía se detiene temporalmente. Es la hermosa tragedia de amar a quien es feliz lejos. Te fuiste, y aunque me quedé con flores desechas y trozos de poemas perdidos, tu cielo resplandece, tu vida se agita de optimismo. ¿Cómo odiar el mundo que preparó tu senda de alegres noticias, de cantos y sorpresas gratas, si es precisamente lo que hubiera soñado para ti cuando te abrazaba en mi juventud, embargado de ilusiones?

No obstante, con frecuencia me traslado al mundo irreal que terminé inventando para no enloquecer tras haberte perdido. Allí, vives presente en mis días, te levantas junto a mí, y suspiro sabiendo que nos espera el mismo café en la mañana. Me alegra el pensamiento el saber que a nuestro alrededor hay tantos amigos y seres queridos que siguen alentando los días, aliviando las pocas penas, endulzándonos con sus risas y alegrías. Que los hijos son un regalo de la vida, mensajes de Dios que entusiasman los años venideros. Que en la noche nos reencontraremos para el abrazo, mientras cierro los ojos al infinito confiando mi alma aferrado a ti. En semejante éxtasis, los días y las noches vienen y van entre odiseas, paseos familiares y sueños compartidos. En ese mundo imaginario no hemos envejecido, ni has dejado de mirarme con dulzura. En esas noches me besas y me dices que me amas, mientras yo pido al cielo que la dicha no termine. En ese adormecerme junto a ti, no pienso en la tragedia de lo que significaría tenerte lejos, sólo me entrego a la noche tomándote con ternura y recordándote de algún modo que le das sentido a mi existencia. Me gusta tanto hacerte saber que soy el hombre más feliz a tu lado. Me conforta sorprenderte con los detalles que te gustan, y prometerte que siempre estaré ahí cuando me necesites. Me gusta abrazarte en la noche y esperar a que tu suspiro en mi pecho me siga confirmando, tras años de amarnos, que tu corazón aún me pertenece.

Nada parecido a la lastimera historia que me ha tocado como trágica señal, tras perderte y recuperarte; tras vacilar como un tonto en confesarte que te amaba con frenesí; tras arriesgarme a buscarte para robarte un beso, a veces a costa de verme defraudado; tras sufrir la calamidad de un accidente mientras me esforzaba por no perderte; tras las penas que me propinaban inconscientemente tu compasión, tus consideraciones y tu prudencia; tras la ruptura y el silencio que le siguió, hasta los mezquinos momentos que la suerte me prodigó, en los cuales pudimos sincerarnos un poco. Hasta este sinsentido maduro de dolor con trazos de resignación gris. Hasta el próximo instante en que trataré de recuperar en tus palabras algo de esa mujer que me amó con timidez, para retirarme luego a solas, entre suspiros, a lamentar tu ausencia.




Volver - Carlos Gardel









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